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Ilse Salas, guerrera en la mira

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Por Erick García. Fotos de David Paniagua

Güerita de ojos verdes y voluntariosa desde chiquita, con un carácter no a prueba de espantos, pero sí blindada contra apantallamientos, la actriz Ilse Salas, como bien dice ella, enseña piel sólo cuando se le da la gana (aunque una cámara o un contrato machista se le quieran imponer). Muestra decisión y fortaleza, mas nunca soberbia ni pedantería, características que funcionan de complemento perfecto para su lado maternal: su pequeño hijo Tomás intercepta sus retinas y atenciones entre un peinado y otro, entre un lipstick y unas sombras. Y todo su entorno se ilumina en ese preciso —y precioso— instante. 

Pero, eso sí, siempre demuestra —con toda la intención echada hacia delante— su perspicacia sobre la condición de la mujer en la sociedad que le ha tocado vivir. Sabe que hay muchas luchas en las que debe aventarse para salir airosa. Por eso participa en proyectos cuyo fin social y/o laboratorio emocional pueden tocar las fibras de más de uno: la película Güeros , la obra Crímenes del corazón o la campaña El grito más fuerte .

De su evidente belleza ni hablamos, que para eso las fotos de David se pintan solas. Más bien, destacamos la sustancia de su proyecto personal y profesional alejado de los reflectores, por eso mismo ajeno a apantallarse. Como ella dice: “Soy menos famosa que otras, pero estoy dispuesta a pagar eso porque a mí no me interesa”. Y eso, cómo no, se aplaude con gusto.

¿Qué representa para ti haber participado en la cinta Güeros , sobre todo porque ganó en el Festival Internacional de Cine de Berlín, en la categoría “Ópera prima”?

Es una película muy importante por muchas razones. La primera: la hicieron dos escritores, Alonso Ruizpalacios y Gibrán Portela, pero el director es Ruizpalacios, el papá de mi hijo; implicaba colaborar con mi pareja, después de diez años de no trabajar juntos —así nos conocimos— y eso ya era un reto. 

Recién me estrenaba como mamá y Tomás (el nombre de su hijo) tenía seis meses de edad. Recibía llamados nocturnos, es una road movie , grabábamos por toda la ciudad, nos metimos a La Lagunilla, a Tepito en la madrugada… Tuve que destetar a mi hijo.

Esta película empezó a escribirla hace tiempo y siempre pensó en mí y en Tenoch (Huerta), pero empezamos a envejecer y tuvimos que convencer a Alonso de que no importaba. ¡Imagínate! Significaba trabajar con mi pareja, mamá recién, todo un reto actoral porque significaba trabajar con este director que es muy exigente —Alonso viene del teatro, tiene una formación actoral importante— y conocer mi ciudad, la cual es muchas ciudades en una. 

En Güeros son tres los personajes principales: la ciudad, el movimiento estudiantil y el rock, ¿por qué?  

De entrada, el título Güeros —Alonso siempre quiso que se llamara así— es interesante porque, ¿a quién se le dice güero en esta ciudad? La premisa, de entrada, era muy graciosa; Tenoch, prieto como la noche, en un mercado es El Güero (risas); se trataba de jugar un poco con el significado: el estatus social, el color de piel, tener más sabiduría callejera que otros… mientras más güero eres, menos conoces la calle y el dark side de la ciudad. El protagonista es como este entorno, este mundo de contradicciones que se viven en la Ciudad de México.

Yo soy una estudiante de la UNAM y, en efecto, la huelga estudiantil es un personaje más, pero no es un documental sobre el movimiento de 1999, sino de éste, del #Yo Soy 132, del 68, del 86. Me llegaron dos comentarios de estudiantes de la Universidad Nacional en los que me dicen que estamos caricaturizando la huelga, como si nos estuviéramos burlando. ¡Para nada!, al contrario; en la película ves que el mundo donde viven los personajes, Tenoch y Leo Ortizgris, es como un cuarto que se está echando a perder, porque es el estatismo de las personas que no están en el movimiento, se sitúan en huelga de la huelga y son jóvenes. Al parecer, si uno no tiene algo por qué luchar cuando se es joven, es mucho más viejo. Ésta es una característica de la juventud y por lo que muchos siguen siendo jóvenes hasta los cien años.

Güeros es como una oda al movimiento, con todo y las contradicciones que pudo haber allí, con todo lo difícil que puede ser un estudiante. A mí me tocaba pelearme en las asambleas, luchar para que me respetaran, porque soy una güerita en tierras hostiles, una chava… Esos elementos se estudiaron. Hay sexismo, en todos lados, pero en la huelga de 1999, por ejemplo, era muy común que si una chava empezaba a hablar y estaba guapa, le gritaban “¡que se encuere!”. Sin embargo, con todo y eso, la película te dice: “No importa, hay que luchar por lo que sea, pero muévete”.

En realidad, el gran protagonista es la Ciudad de México.

En Berlinale, ¿cómo fue recibida la película? ¿Cómo la tomó un público tan diferente, con realidades totalmente distintas?

Para nosotros fue una sorpresa cómo la recibieron, sobre todo siendo el entorno chilango y el lenguaje tan mexicano y citadino. Teníamos mucho miedo de que los europeos no fueran a cachar este contexto y el sentido del humor que tenemos los mexicanos. No obstante, a las tres funciones a las que asistí, estaban atascadas y había fila para entrar sin boleto, la gente se reía mucho; incluso, había chistes en los que aplaudían. 

Estábamos en shock . Imagínate, ¡antes ni siquiera sabíamos si terminaríamos la película! Porque se acabó el presupuesto, y de repente estábamos allí y la acogieron así los europeos. 

En una parte de Güeros , un personaje dice (se habla de una película dentro de la película): “Estamos cansados de que el cine que llega a los festivales sea la miseria mexicana, los migrantes agachados, el narco y la violencia”. Por medio de este personaje, el director se burla de sí mismo. Otro personaje contesta: “Pues sí lo somos”, y responde Tenoch: “Bueno, sí, pero no hay que gastarse el erario nacional en vender eso”; el otro pregunta: “A ver, ¿viste la película?”.

A final de cuentas, se burla del cine de arte, pero también de las películas en blanco y negro ( Güeros está filmada en este formato), tiene muchísimo humor autorreferencial, se burla de todos, pero el director se burla de sí mismo y del contexto. 

Eso los europeos lo celebraron muchísimo, porque —considero— es un acto de valentía; los críticos con quienes conviví decían: “qué valiente, se burla de sí mismo y de su cultura”, es decir, nadie se salva y, sin embargo, acabas diciendo: “¡Viva México!”.

¿Cuándo se estrenará en México?

Creo que a finales de 2014 o principios de 2015, ahorita lo que sigue para la película es seguir asistiendo a festivales. Por fortuna, la exhibición en Berlín y el premio a mejor “Ópera prima” le dio el chance de que sonara en otros países y nos están invitando a rolar en otros lados. El más cercano es el Tribeca —que se realiza en Nueva York, fundado por Robert de Niro—, a San Sebastián, a Colombia. 

Fue filmada en blanco y negro y con técnica parecida a la de la Nueva Ola francesa, ¿eso fue pensado para universalizarla?

El director es fanático de ese cine y también le fascina la película Los Caifanes (del director Juan Ibáñez, con guión del propio Ibáñez y Carlos Fuentes, filmada en 1966. N. de la R. ). Él quería hacer un homenaje a sus películas favoritas y darle un aire atemporal a Güeros , por eso decidió filmarla en blanco y negro. De hecho, todo el vestuario es neutro, nunca sabes bien a qué época se refiere. 

Más que darle un aire universal, era lo que le nacía del corazón, lo que se le ocurría, porque son sus referencias, lo que le gusta. Hay música de Agustín Lara durante toda la película.

La película la vio un amigo mío que vive en Berlín hace muchos años, y lloró porque le dio mucha nostalgia de México, de la ciudad. Creo que ése es el gran corazón de la película, pues dices: “Qué desastre, qué caos es mi ciudad, qué contradicciones, qué desigualdad social y, sin embargo, es bellísima”. Este amigo me decía: “Lo único que quiero ahora es volver”.

Cuéntanos un poco de tu proyecto teatral Crímenes del corazón .

Crímenes del corazón se estrenó el 28 de febrero —con una temporada corta, 40 funciones—, la cual dirige Enrique Singer; voy con Irene Azuela, Marina de Tavira, Jana Raluy, Martín Altomaro y Pedro de Tavira. Es un proyecto al que me invitaron Irene y Enrique. Dije que sí sin haber leído el libreto, porque cuando me mencionaron el elenco, pensé: “Me la voy a pasar muy bien”. Y como acaba de tener a mi bebé, sólo quería pasármela bien, tenía ganas de divertirme y estar con gente que me caía bien.

Luego, cuando la leí, me conmovió profundamente porque es una obra de amor fraternal. La historia gira alrededor de tres hermanas, y mi personajes es la hermana chiquita, quien está casada con el hombre más rico del pueblo. Esto ocurre en Estados Unidos, en los años sesenta, y la narración empieza cuando mi personaje, Babe , dispara a su marido, comete un crimen. Te vas dando cuenta qué pasó, por qué le disparó, y éste es el pretexto para que las hermanas se reúnan y se den cuenta de que pese a lo locas y disfuncionales que sean, se tienen a ellas y esa es la luz de su vida.

¿El universo femenino es central en esta obra?

Sí, hay mucha feminidad ahí, la escritora es mujer; sin embargo, los hombres que la han visto se conmueven, porque ven a su mamá, a sus hermanas, a sus amigas, pero también a ellos mismos. En realidad, se cuenta la historia de una tragedia donde te salva la vida la gente que quieres.

Es evidente que no eres una actriz mediática, ¿cómo y por qué has dirigido así tu carrera?

Más que una planeación, ha sido circunstancial y muy intuitiva…

Como en Güeros , eres güera, tienes ojos claros, el perfil perfecto de una chica de telenovela, pero no hueca…

Estas características las tengo desde niña. Como en un libro de texto de psicología, mi mamá me ponía vestiditos, moñitos, era su muñequita; en la adolescencia, fui de las que a todo lo que me decía mi mamá, respondía que no. Me volví muy masculina en mi forma de vestir, rebelde en la escuela, es parte de mi personalidad.

Estudié la carrera en una escuela donde se valoraba y respetaba mucho el oficio, en el Foro de Ludwig Margulles. Ahí me inculcaron el valor del trabajo del actor y siempre se satanizó la televisión fea, mal hecha, medio al que nunca entré; asumí que quería hacer otra cosa. 

La razón por la que no he actuado en telenovelas —y me han invitado muchas veces, lo cual agradezco muchísimo y siempre me la pienso— es que implica mucho tiempo de encierro, contando historias que me parecen inverosímiles; no veo cómo puedo jugar y en verdad divertirme durante un año entero así. Si duraran dos meses, diría: “sí, claro, juguemos”, pero un año implica que me perderé otros trabajos que sí me implican un reto.

La oferta de trabajar en telenovelas ha coincidido con otros proyectos, y he optado por éstos. No sé cuándo vaya a cambiar esta situación y no me cierro a la posibilidad de hacer otra cosa. 

Mi carrera ha sido muy intuitiva, cuido mucho lo que hago y hasta la fecha nunca me he arrepentido de los trabajos que he rechazado; siempre que digo “no”, siento que no debo hacerlo. Después lo veo a la distancia, y pienso: “Qué bueno que no lo hice, me ahorré este amargo trago”.

En televisión escogiste series, ¿qué te han aportado?

Me parecen una buena alternativa para los actores, para los fotógrafos, para los directores. Tuve la suerte de que me tocara vivir la época de las series. Empecé con Locas de amor , pero no estaban tan de moda; empezaban a traerlas a México. Son una alternativa buena para nosotros, porque tienes tiempo de crear tus personajes y luego grabas tres meses, mas no un año. Tiene mejor calidad una serie —con 13 capítulos y no 250—, están mejor escritas, concebidas por escritores que se clavan más. Me gusta trabajar con gente clavada, haciendo comedia, circo, dramón, tragedia… Las series son una oportunidad para mí de tener la proyección que te da la tele, aprender más y trabajar con gente más clavada.

¿Podrías adelantarnos qué hace tu personaje en la segunda temporada de Sr. Ávila ?

De Sr. Ávila (serie de HBO) todavía no puedo decir nada, porque van a cambiar muchas cosas. Mi personaje es importante pus mete en problemas al Señor Ávila , pero no puedo revelar mucho más porque me regañan.

La que está ahorita al aire es Dos Lunas , con Bárbara Mori; esta serie la produjeron Fox Latinoamérica, Argos y Bárbara, y es la segunda vez que yo trabajo con Leo Sbaraglia (actor de origen argentino), un clavadazo, lo adoro y admiro mucho. Fue una serie que yo disfruté mucho, porque no conocía a Bárbara.

El caso de Bárbara es interesante: fue una estrella de telenovelas, es tan guapa que te caes cuando la ves; así como la vemos en las revistas, así es en persona., Justo un día dijo “ya”, paró su carrera, se dedicó a otras cosas y éste es su primer proyecto. Yo aplaudo mucho eso. 

Trabajaste como cuentacuentos para la editorial Alfaguara y en la barra infantil de Canal Once, ¿cuál es tu acercamiento con los niños? ¿Escribes o sólo cuentas historias?

Solamente las cuento. Tuve la intención de escribir un guión hace dos años y nunca lo terminé, tengo el argumento… Algún día, pienso, me gustaría hacerlo. El de cuentacuentos fue un trabajo muy bonito, porque estudiaba teatro y para comprarme mis chicles, contaba cuentos y rolaba escuelas de la ciudad; me contrataban por medio de Alfaguara Infantil y sucedió algo muy padre: me dieron una botarga —debía contar el cuento de un conejo—, entonces fui a una escuela y me decían: “Miren a la rata”; tenía que explicarles que no era una rata, sino un conejo. Allí apliqué todo lo que había estudiado en mi carrera, me quité el disfraz y dije: “Nunca más vuelvo a usar una botarga”. Pero me iba muy bien, me llamaban mucho y me dijeron: “Hazlo como quieras, pero mientras te sigan llamando, mejor”. 

Aprendí a contar los cuentos sin ningún elemento, sin nada de escenografía ni artificio. Los niños son el mejor público. Y es lo que hago hasta la fecha: cuento historias y cuando me estoy disfrazando demasiado, la gente se da cuenta.

A partir de tu maternidad, ¿cómo alimentas la niña que tienes dentro?

La maternidad ha sido para mí un antes y un después —como para todo el mundo que es papá—. Todo te angustia más, tienes más miedo, tienes más preocupaciones, pero también más amor, más alegrías, más ilusiones, más ganas de hacer las cosas. 

Un hijo ilumina todo, lo cual incluye mi trabajo; me abrió la perspectiva. Ahora descubro, por ejemplo, que en Crímenes del corazón mi personaje es muy aniñado; me descubro haciendo las mismas cosas que hace Tomás, cómo se emociona él con cosas que uno como adulto dice: “Ay, ¡ya!”. Él ve una botella de agua y grita “¡wwwaaao!”. Yo uso eso para dárselo a mi personaje, es como un nido de creatividad.

¿Cómo recuerdas a Ilse niña y a Ilse adolescente?

Existe un elemento en mi vida que me construyó: mi hermano mayor, con él crecí y era tremendo, me molestaba demasiado. Entonces, aprendí a ser ruda desde chiquita; si no me defendía, me quedaba sin comida, sin juguetes, nos peleábamos mucho pero nos adoramos desde siempre. De ahí se forma mi personalidad, muy aguerrida. Me recuerdo mucho así, jugaba mucho sola. 

De adolescente, mi caso fue clásico: si a mi mamá le chocaba que me pintara el pelo de rosa, iba y me lo pintaba de rosa, así fue toda mi adolescencia. Pobre madre, me dijo: “Cuando tengas hijos, entenderás”. Y ya estoy entendiendo su sufrimiento.

¿Por qué decidiste participar en la campaña El grito más fuerte ?

El grito más fuerte es un colectivo que formamos varios colegas actores y gente del cine. Todo empezó con un llamado que hizo el poeta Javier Sicilia (por el asesinato de su hijo), quien convocó a la comunidad artística porque consideraba que también nosotros debíamos tener voz, siempre lo dicen los periodistas, pero nadie habla del tema en este medio.

Yo conocía a muchas de las mamás con hijos desaparecidos, me afectó mucho la violencia que vivimos en este país y decidimos armar un colectivo para visibilizar a estas víctimas. Fue tan gratificante para nosotros, nos transformó tanto como individuos, que decidimos continuar y el colectivo se empezó a hacer más grande; ahora el colectivo hace visibles y públicas las denuncias, las cuales siempre se hallan en el cajón o en la plana del periódico que nadie lee. Nosotros ponemos a famosos a decir: “Oye, por favor, hablemos de este tema”. Por ejemplo, mi mamá que ve la tele y se entera, luego se pone a indagar. Eso estamos haciendo.

Para mí ha sido sustancial, porque me importa mucho mi país. Nunca sé cómo ayudar, pero lo que hacemos en este colectivo es averiguar las formas de hacerlo. Muchas veces nos equivocamos, pero seguimos tratando.

Muchas personas piensan que los actores son apolíticos, pero no es así. Es una labor muy buena, porque en el colectivo miras a personas que ni te imaginarías…

Como ciudadano, si te asaltan no denunciarás por miedo; cuando te das cuenta que a cien ciudadanos les pasó lo mismo, dices: “Digamos todos”. Y así nos sucede a los actores. No hablas porque piensas: “Qué tal si afecta en la chamba, a lo mejor ya no me quieren contratar por rojillo, por grillero”. Cuando ves que somos 200 quienes decimos “no”, vamos todos —no nos pueden corren a los 200—. Así se va armando una comunidad, de eso se trata, pero apenas estamos empezando ese camino.

¿Cómo construir una mujer independiente y cuál es la situación de género dentro de tu profesión?

Yo soy de las que cree que todavía hay mucho por hacer. Me topo con mucha gente cercana que dice: “El feminismo está pasado de moda”, y pienso que está muy mal entendido. El feminismo es una lucha por la equidad de género, por la igualdad y no está en contra de los hombres. Se me hace muy raro que alguien diga que no es feminista. 

Es una lucha que continúa porque seguimos viendo desigualdades; haciendo el mismo trabajo, gana más un hombre que una mujer. En cuanto a la presencia de las mujeres en la política, apenas se está generando un cambio.

En mi trabajo, muchas veces me piden que firme un contrato donde se especifica que voy a “enseñar piel”, pero a los hombres, a mis amigos que están en la misma serie, no les piden eso. Siento que aún hay un sexismo fuerte contra lo que se debe luchar. Es una labor ardua. Digamos que el sexo vende, pero la sexualidad femenina más. 

Esos son los límites que yo pongo; el costo: soy menos famosa que otras, pero estoy dispuesta a pagar eso porque a mí no me interesa. Quizá te tardas más en cotizarte, pero te cotizas por otras razones. Me ha costado y me seguirá costando trabajo; no tengo una camioneta último modelo, pero no hay nada de lo que haya hecho que me dé pena mostrar.

Carácter

No soy conservadora, pero creo que hay límites. Las mujeres independientes de hoy luchamos para que no se nos venda como un producto. Muchas veces me han pedido, como no soy una actriz mediática, que una foto sea sexy , que enseñe pierna. La enseño cuando se me pega la gana a mí, pero no porque me lo estén exigiendo.

Oportunidades 

En mi carrera, hay muchas más actrices que actores. Siempre hay trabajo para nosotras. En particular, mi generación está rodeada de chavas talentosísimas, inteligentes, guapas, ahí no veo tanta bronca de que me ganen la chamba los hombres, porque es un trabajo particular y eso no puede suceder.

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