China, uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, se opone a una intervención militar extranjera en Siria , una posición motivada tanto por los principios como por la necesidad.
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Esta semana, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, advertía en un comunicado de su Departamento que la intervención con la que amenaza Estados Unidos, dispuesto a actuar en solitario después de que el Parlamento británico haya vetado la participación de sus tropas, sólo contribuiría a “aumentar la inestabilidad en Oriente Medio”.
Wang recordaba que su país está en contra del uso de armas de destrucción masiva, las emplee quien las emplee, ante las denuncias del uso de armas químicas en un ataque contra civiles que, según la principal alianza de la oposición siria , dejó cerca de 1.300 muertos el 21 de agosto.
Pero el ministro insistió en la necesidad de esperar al informe de los inspectores de la ONU en Siria para determinar la responsabilidad del ataque y si fue obra del régimen, como aseguran la oposición y el Gobierno estadounidense.
En parte, la cautela china proviene de su defensa tradicional del principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países -el mismo cuya aplicación reclama para sí en casos como los de Tíbet y Xinjiang- y búsqueda de soluciones políticas.
Pero también proviene, en este caso, de la necesidad de proteger sus intereses económicos, que han crecido en Oriente Medio sin que ello haya supuesto un aumento de su influencia política o estratégica en la región.
No se trata sólo de la relación económica bilateral con Siria , si bien Pekín era ya el tercer socio comercial de Damasco antes de que comenzara el conflicto.
China recibe la mitad de su petróleo de Oriente Medio, y esta misma semana, por ejemplo, la petrolera estatal china Sinopec anunció su entrada en Egipto, con la compra de una participación en la estadounidense Apache.
La también estatal Petrochina, a su vez, mantiene negociaciones con empresas rusas y estadounidenses para aumentar su participación en yacimientos de crudo en Irak.
Una mayor inestabilidad en algún punto de la región -o un posible “efecto contagio”- podría poner en peligro el suministro de combustible a China, vital para una economía que necesita crecer un mínimo del 7 por ciento anual.
En este sentido, Pekín mira con recelo la inestabilidad en Egipto tras la revolución que depuso a Hosni Mubarak, o el devenir en Libia tras el fin de la era Muamar el Gadafi, para advertir que el apoyo extranjero, o una intervención militar, no sólo no resuelven los problemas internos de esos países, sino que los agravan.
Así, el profesor Li Wei, del Instituto Chino para el Control de Armamento (comprobar), afirma que “un ataque militar no resolverá los problemas en Siria y en su lugar aumentará la inestabilidad en el oeste de Asia y Africa del Norte, como vimos en la Primavera Árabe, en Libia o Irak”.
En esos casos, apunta, “la intervención no trajo la estabilidad a la región”.
En concreto, China tiene aún muy presente el ejemplo de Libia, donde Pekín y Moscú optaron por la abstención a la hora de votar en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre una intervención extranjera.
“China y Rusia cometieron un grave error al permitir una intervención que parecía limitada pero que acabó siendo larga. Ahora la situación en Libia es caótica y aquellos acontecimientos empeoraron las relaciones entre China, Rusia y Occidente”, asegura el catedrático de Política Internacional de la Universidad de Pekín Shi Yinhong.
Al igual que su gobierno, los medios oficiales chinos han criticado la posible intervención, que según la prensa estadounidense duraría unos tres días y consistiría en bombardeos aéreos o en lanzamientos de misiles desde el Mediterráneo, y afirman que una medida así no está justificada en este caso.
En un comentario esta semana, la agencia oficial china Xinhua aseguraba que “cuando Washington hace retumbar los tambores de guerra para preparar un ataque en Siria , que podría ocurrir en cualquier momento, siguen faltando razones clave para justificar esta acción”.
Desde el comienzo del conflicto en Siria entre el régimen de Asad y quienes demandan un nuevo Gobierno, China ha mantenido una posición neutral y ha recibido en Pekín tanto a representantes del Gobierno como de la oposición, a los que ha instado a resolver el conflicto mediante la negociación.