Los problemas de movilidad, transporte y contaminación en la zona metropolitana de la Ciudad de México se resolverán en el mediano y largo plazos, y para ello es necesario hacer eficiente y planear el crecimiento de la urbe, sostuvo el director del Instituto de Geografía de la UNAM, Manuel Suárez Lastra.
Consideró que se deben hacer planes locales de ordenamiento territorial, basados en problemas regionales. “La forma en que crece la ciudad no puede ser de expansión, sino de concentración”, dijo el científico.
El transporte en la metrópolis es caótico, pues la mayoría de los viajes se realizan en camiones y microbuses, a ellos se suman los autos y el Sistema de Transporte Colectivo Metro; les siguen los taxis. El Metrobús, las motocicletas y las bicicletas ocupan los porcentajes menores, subraýó.
Además, dijo, el tiempo que se utiliza para ir y regresar a las actividades, es igual a la cuarta parte de una jornada laboral. “Demasiado tiempo, que de dedicarlo a otras actividades nos llevaría a ser más productivos, o bien podría destinarse a convivir con la familia o a la recreación”.
La manera en que la gente se traslada depende de la forma de organización de la ciudad, dijo el coautor del libro “Entre mi casa y mi destino: Movilidad y transporte en México”.
Además, indicó, si los usos de las construcciones son mixtos, esto es, en la parte baja comercios, en la media oficinas y arriba residencias, no sólo se ahorra espacio, sino que las actividades se acercan.
“Si fuera el caso de esta metrópoli, su tamaño sería de la cuarta parte del actual, tendría más lógica usar transporte público masivo y caminar, los centros laborales estarían más próximos y habría mayor extensión de áreas verdes”, resaltó.
Destacó que la Ciudad de México ha crecido sin planeación y ese es su principal problema, porque quienes residen en la periferia viajan 40 minutos en un colectivo para trasladarse al Metro, abordarlo y llegar a su destino.
Los tiempos de traslado son altos, aunque no mucho más que el promedio nacional, que es de 40 minutos. En esta megalópolis toma aproximadamente una hora llegar al trabajo o a la escuela, “aunque hay gente que pasa hasta cuatro horas en el transporte”.
Es difícil cuantificar los autos porque los registros no son claros. La cifra normalmente está sobreestimada porque la gente vende vehículos sin dar aviso; así, “parece que van en aumento y a veces lo que ocurre es que están en un ‘deshuesadero’ o en Hidalgo, pero se siguen contabilizando”.
El número de verificaciones incluye taxis, camiones de carga ligera, microbuses y demás, por lo que tampoco resulta fácil tener una cifra exacta. Las estimaciones para la zona metropolitana son de entre tres y cuatro millones de automóviles, aunque hay diferencias entre el número de carros, los registrados y los que circulan.
De hecho, expuso con base en datos de la Encuesta Nacional de Movilidad y Transporte realizada por la UNAM, la Ciudad de México está por debajo del promedio nacional del uso de autos, que en algunos lugares es de hasta de 40 por ciento. Aquí, donde se concentra más población, es de 25 por ciento.
La capital del país tiene la flota más moderna, 10 años más nueva que el resto. Los engomados cero y doble cero impulsaron a la gente a comprar autos del año, que contaminan menos. “En ese sentido sí ha funcionado la política de verificación”, refirió.
De los que manejan, indica la encuesta, sólo seis por ciento dejaría su carro si hubiera un transporte público eficiente; el resto sólo lo haría si no le alcanza para la gasolina, si se descompone el coche o si no puede circular, e incluso, algunos no lo harían de ninguna manera.
En los días que se han registrado contingencias ambientales el número de carros y los contaminantes son los mismos de todos los días. El problema son las condiciones meteorológicas, sin viento y mucho calor, que en conjunto producen el peor escenario.
Puntualizó que está bien buscar mejores formas de combustión o establecer requerimientos a la industria, pero lo más importante son los planes de ordenamiento territorial y crecimiento urbano, concluyó Manuel Suárez.
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