Elementos del Ejército y de la Policía Federal tomaron ayer el control de Apatzingán, Michoacán, cuyo Palacio Municipal fue incendiado parcialmente el fin de semana pasado, así como el de Uruapan.
Los uniformados instalaron un cerco de seguridad en torno al Palacio Municipal de Apatzingán para impedir el ingreso de trabajadores y de extraños. Además, desarmaron a las policías de dicho municipio y de Urupan.
Con estas acciones se busca que la Federación asuma momentáneamente la seguridad del estado en lugar de las policías municipales y las llamadas autodefensas, informó el gobernador de la entidad, Fausto Vallejo, luego de una reunión con su gabinete.
Indagan cuatro muertes
El ingreso de las fuerzas armadas no fue terso. En puntos como Antúnez, en Parácuaro, Michoacán, hubo enfrentamientos con las autodefensas, grupos que reportaron la muerte de cuatro ciudadanos en dicha región, incluida la de una niña de 11 años.
En una entrevista radiofónica, Estanislao Beltrán, vocero de las autodefensas, dijo que los elementos del Ejército “rafaguearon” a los ciudadanos y los desarmaron sin que se haya detenido a integrantes de los Caballeros Templarios.
Ante los incidentes que hicieron públicos las policías civiles, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) investiga dichos fallecimientos, por lo que envió visitadores a la llamada Tierra Caliente.
En tanto, la PF asumió el control en Nueva Italia, aunque permitió que las autodefensas realicen patrullajes desarmados.
Pobladores en medio de la disputa por territorios
Habitantes de Morelia, Michoacán, viven su día a día entre historias relacionadas con los integrantes de los grupos de autodefensas y de los Caballeros Templarios en calles de la entidad.
Si bien no todos son atacados a diario, sienten temor al salir de sus hogares o del trabajo. Vicente habita en la capital del estado y menciona que quienes forman parte de las autodefensas se les identifica en las calles porque se trasladan a bordo de camionetas de lujo y armas de alto calibre.
“Los de las autodefensas parece que andan disfrazados, usan las Barret calibre 50 y también llegan a las casas a robar o abusar de las mujeres con el pretexto de que andan tras los Templarios, pero ni siquiera son michoacanos, se les nota al hablar”, cuenta.
Lo anterior, dice, es notorio cuando algún integrante de dichos grupos anda por las calles. “Los escuchamos hablar, además no se ven como grupos de autodensas de otros lugares, con armas más sencillas”, abunda.
Para la familia Solares (prefiere guardar el anonimato), originaria del Estado de México, radicar un año en la capital michoacana fue como estar en una serie de televisión de narcotraficantes, “porque de pronto se veían militares, se sabía de ejecuciones o enfrentamientos constantes”.
“Desde que llegamos nos recomendaron que si salíamos a restaurantes procuráramos no hablar de temas de violencia ni mencionar nada de los Templarios, las autodefensas o de algún grupo de narcos. Nos advertían es que nunca sabes quién anda de halcón o es pariente de uno de ellos y comienzan a investigarte”, recuerda una de las integrantes de dicha familia.
Comentan que nunca les tocó estar en medio de un fuego cruzado, pero les daba miedo escuchar todos los días que crecía la presencia de grupos violentos provenientes del estado de Jalisco.
Teresa es oriunda de San José de Gracia, poblado que se ubica a 250 kilómetros de Morelia y menciona que desde hace dos años comenzó a saber de enfrentamientos en su tierra natal.
“Desde que se empezó a hablar de la Familia Michoacana aquí hubo cosas violentas. Aquí cerca de mi casa aparecieron hombres decapitados y antes no pasaba nada en este pueblo. A uno de mis sobrinos de 10 años le querían pagar por avisar quién llegaba al pueblo. Lo peor es que eran muchachillos de unos 17 ó 18 años los que andan buscando, niños que se deslumbren con el dinero”, recuerda en una entrevista con este diario.