Debajo de las sofocantes botargas de los Elmos y los Monstruos Come Galletas que pueblan la céntrica plaza de Times Square de Nueva York se encuentran, la mayoría de las veces, inmigrantes mexicanos y sudamericanos que se ganan la vida gracias a las propinas de los turistas.
Vilependiados por los tabloides conservadores de la ciudad, calificados como una molestia para los peatones, asediados por la policía y por jóvenes que los empujan y los manosean, inmigrantes posan todos los días en fotografías que conformarán el recuerdo alegre de personas que solo pasan por Nueva York.
Carlos Hernández, mexicano nacido en el Distrito Federal, donde aún viven su esposa y sus dos hijos, llegó hace nueve años a Nueva York y durante los últimos cuatro se ha dedicado a personificar al Monstruo Come Galletas, luego de desempeñarse como estibador de camiones.
“Trabajar como muñeco se ve fácil, pero es un trabajo fuerte estar aguantando tanto calor, que a veces la gente nos pegue en la cabeza, nos empuje y nos jale”, contó Hernández durante una pausa en un oficio que se extiende de ocho a 12 horas al día, dependiendo de la generosidad de la gente.
Bajo el intenso calor del verano neoyorquino, que puede alcanzar hasta los 35 grados Celsius de temperatura, añade: “Tengo que buscarme la vida, sin robar, sin hacer cosas malas, para sacar a mi familia adelante. Yo estoy solo acá y tengo que pagar renta, luz, teléfono y mandar dinero a México”.
Las botargas de personajes comenzaron a poblar Times Square a principios del siglo XXI, y su auge comenzó hace apenas un par de año, cuando la plaza se convirtió en zona exclusivamente peatonal.
Ahora, calculan los propios trabajadores, existen al menos unos 80 personajes, de los que al menos el 80 por ciento son inmigrantes latinos, que perdieron sus anteriores empleos o que optaron por la relativa libertad de rondar la plaza disfrazados en busca de turistas ávidos de recuerdos.
Todos los días de la semana docenas de personajes de Disney, Pixar y Plaza Sésamo, así como superhéroes, pueblan la plaza conocida como la Encrucijada del Mundo, con Elmos y Monstruos Come Galletas como dos de los disfraces más populares.
José Luis Segarra, originario de Ecuador, tiene también cuatro años trabajando en Times Square, personificando al igual que Hernández al Monstruo Come Galletas, una labor que en los días recientes se ha vuelto más complicada debido a una mayor vigilancia de la policía.
En las semanas recientes tres distintos Hombres-araña se han visto inmiscuidos en altercados: uno empujó a un policía, otro manoseó a una mujer y otro agredió a una turista.
Meses antes, un Monstruo Come Galletas había sido señalado por, presuntamente, empujar a un niño, en tanto que un Elmo fue arrestado por emitir insultos antisemitas.
También hay señalamientos de que algunos personajes exigen cargos excesivos por posar para fotografías.
“A la prensa lo que le interesa es hacer noticias con nosotros y decir que algunos molestan niños y que manosean a las mujeres. ¿Crees que eso es verdad? Nosotros solo queremos trabajar. No venimos a manosear a nadie. Conocemos las leyes de Nueva York, sabemos a lo que nos atenemos”, explicó Segarra.
Debido a la presión, un organismo civil de la ciudad, La Fuente, considera la posibilidad de crear una asociación que acredite a los personajes ante el gobierno de la ciudad y que, al mismo tiempo, identifique a las personas que dañan la imagen del gremio.
Víctor Aldea Salas, inmigrante nacido en Perú que personifica a Elmo, opinó que es una excelente idea crear una organización para los personajes a fin de terminar con las malas conductas que, a su juicio, son cometidas por estadunidenses que tienen menos temor a quebrantar la ley que los inmigrantes.
“El sindicato es una buena idea porque nosotros así podemos saber quiénes son los que exigen cinco, 10 o 20 dólares, o quienes son los que vienen borrachos, drogados, sucios o malolientes a trabajar”, afirmó.
Mientras tanto, los personajes de Times Square siguen confiando en la buena voluntad de la opinión pública para conservar un oficio que es ya prácticamente una tradición de la ciudad.
“Yo trato de agradar a la gente, de poner una sonrisa en la cara de sus hijos, de hacer bien mi trabajo para que la gente me dé una propina, que todo el tiempo es opcional. Así lo hemos hecho siempre”, sostuvo Aldea Salas.