Un olor a plástico quemado inundó el aire; los ojos de los asistentes a la marcha del 2 de octubre comenzaron a llorar, la nariz picaba y la garganta se les cerró; sintieron que no podían respirar.
INFOGRAFÍA: ¿Qué es un anarquista?
La policía antimotines respondió con gas lacrimógeno a las agresiones de un grupo de encapuchados que a 30 minutos de iniciar la marcha, ya se habían apoderado de la misma.
La paz en la movilización por el 45 aniversario de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas fue transgredida por la confrontación con piedras, palos, bombas molotov y gases lacrimógenos.
Ocho, siete, seis… y hasta llegar a uno, esta cuenta regresiva –ocho, le llaman los encapuchados– fue el grito de guerra que detonó la primera confrontación a la altura del Palacio de Bellas Artes y que no paró hasta que los manifestantes llegaron al cruce de Avenida Hidalgo y Reforma. Ahí, los granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del DF los dispersaron con más gas y toletazos.
“No puedo respirar”, gritó una anciana que salía de la iglesia de San Hipólito y de inmediato volvió a entrar a tientas al recinto donde ya se resguardaban familias enteras.
La vanguardia de la movilización había tomado distancia, continuó su camino hacia el Ángel de la Independencia. La violencia no, esa se quedó para ser atizada por cohetones, petardos y también toletazos en el Caballito.
La calma aparecía por momentos; los manifestantes se replegaban y comenzaban a romper lo que encontraban a su paso. Cualquier trozo de mobiliario urbano se convertía en un proyectil.
Mientras uniformados y los autodenominados anarquistas se enfrascaban en la batalla campal, otros policías, estos vestidos de civil, realizaban operaciones más quirúrgicas: identificaban a los líderes de los rijosos, los apartaban y luego los detenían, no sin antes golpearlos a discreción.
“Yo soy estudiante, yo soy estudiante” gritó un joven que en una estampida cayó al suelo y se convirtió en presa de tres granaderos.
Un tercer enfrentamiento se dio sobre Paseo de la Reforma, casi frente al Senado de la República. Otra vez el gas, las piedras, los petardos y las bombas molotov.
La vanguardia de la marcha llegó al Ángel de la Independencia alrededor de las 17:30 horas, dejando a su paso una estela de destrozos, producidos por personas ajenas al recuerdo.
Policías contra civiles
Gloria y Angélica son dos mujeres indígenas que fueron confundidas con anarquistas, mientras esperaban entrar al baño de un estacionamiento en la calle Lafragua.
“Los granaderos entraron y nos empezaron a golpear”, contó Angélica entre sollozos, su hermana, Gloria, sólo la abrazaba y señalaba a un policía.
“Ése fue el que les ordenó que nos golpearan, ése, del casco negro”, gritaba.
En una cabina del mismo estacionamiento se resguardaban seis personas, dos de ellas niñas de entre cinco y ocho años.
Martha, la mamá de las pequeñas, trataba de calmarlas y pedía la ayuda de un paramédico, porque los policías lanzaron piedras y estas rompieron vidrios que fueron a dar a las piernas y brazos de las niñas.
“¿Qué les hicimos? Nosotros no estábamos en la marcha, ni con los chavos que pasaron corriendo”, lamentó.
Luis abrazó a Mariana cuando vieron la avalancha de toletes y macanas que se les vino encima. Ella se cubrió con el cuerpo de su novio, quien recibió todo el castigo de los uniformados.
El saldo
97 personas fueron detenidas por los disturbios en el 45 aniversario de la matanza del 2 de octubre.
32 policías resultaron heridos durante la manifestación y fueron trasladados a hospitales. Francturas y contusiones fueron las causas.
200 personas ocasionaron los disturbios, de acuerdo con el Secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano.
La Cruz Roja informó que fueron atendidos 51 lesionados durante los enfrentamientos.
Las cifras
5,300 policías del Distrito Federal, mil 700 elementos federales, 151 vehículos incluidos cuatro helicópteros, vigilaron la marcha conmemoratva por el 45 aniversario del octubre.
1,700 elementos del agrupamiento de la Policía Metropolitana, mil 200 de la policía de proximidad, fueron asignados a labores de prevención y control de multitudes; en tanto que 900 uniformados de la policía auxiliar y bancaria se encargaron de reforzar los cinturones de seguridad.