Todavía faltaba poco más de una hora para el inicio del partido y el estacionamiento del Azteca ya estaba cerrado, como presagiando un lleno de esos para la historia, pero adentro del inmueble la historia fue otra, al menos en la ocupación, porque la pasión vivirá por siempre gracias al público.
La afición amarilla era una evidente mayoría, no solo porque América era favorito, local y superlider, sino porque la reventa terminó afectado más al público visitante.
En la cancha el duelo empezó con lentitud, con unas Águilas con ganas de volar, pero enfrente tuvieron a unas Chivas retraídas que prefirieron esperar el momento oportuno para atacar.
Los aficionados se hicieron sentir, por ganas nunca pararon y lo dejaron demostrado en cada grito, en cada porra, en cada gol ahogado, que el Clásico es por y para ellos.
En la segunda mitad los ánimos aumentaron de intensidad y la guerra de cánticos no se hizo esperar.
Pese a la mayoría azulcrema, los rojiblancos nunca permitieron que los callaran. Una y otra vez el grito de Chivas, Chivas se incrementaba, no obstante, en la cancha los jugadores no están al mismo nivel, salvo algunas excepciones.
Los americanista estaban confiados, el vamos América retumbaba con mayor claridad, sí, al menos más que la evidenciada por Sambueza, Arroyo, Rey u Oribe, quien tuvo la más peligrosa del partido, y de ahí en fuera nada.
El partido no cumplió como en otras épocas, estuvo lejos de recordar que hoy jugaron el líder contra el penúltimo; sin embargo, en las gradas el público se llevó la tarde, y se la llevó porque gracias a él este Clásico está en la cima del futbol mexicano, por mucho que tenga sus detractores, por ello hoy el marcador fue 0-0 en la cancha, pero en la tribuna las vitoreadas merecer ser las más de 77 mil almas que dejaron todo aquí, todo aquello que a sus ídolos con playeras amarillas o rojiblancas les faltó.
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