La calle está surcada de charcos, montículos de tierra y letreros, obligando a los transeúntes a caminar con extremo cuidado. Una oleaginosa mancha negra no permite pasos falsos.
Los escombros en esta pequeña ciudad en el oeste de Brasil son parte de la enorme montaña de promesas incumplidas de un gobierno que anunció megaproyectos de infraestructura para antes del Mundial de Fútbol. Se suponía que los proyectos generarían un renacimiento de la ciudad, con carreteras modernas y un sistema de rieles capaz de transportar gente rápidamente del aeropuerto al centro de la ciudad.
Pero todo hace pensar que los proyectos no serán concluidos en Cuiaba ni en las otras 11 ciudades que servirán de sede del evento y en que muchos de los proyectos han sido postergados o cancelados.
“Estas obras aquí al lado del estadio sí creo que las van a terminar”, declaró Atilio Martinelli, propietario de una cerrajería cerca de las instalaciones. “Lo harán tarde y mal, pero por lo menos lo van a terminar. Pero no hay manera que puedan terminar la mayoría del resto de los proyectos, será una gran humillación para nosotros”.
Era otra época cuando el país más grande de América Latina bien parecía ser el lugar ideal para exhibir el evento magno del fútbol: Es la mayor potencia en ese deporte y el país natal de Pelé, su estrella más famosa. Pero hoy la organización del evento está ahogada en trabas logísticas y bajo la amenaza de protestas como las que rodearon otro torneo preparativo del mundial el año pasado.
Después de que Brasil fue elegido sede del mundial del 2007, las autoridades prometieron 8.000 millones de dólares para construir 56 aeropuertos, trenes subterráneos y otros proyectos en todo el país, además de 3.500 millones para la construcción y renovación de 12 estadios. Nueve de los estadios se completaron, pero sólo siete de los proyectos de infraestructura se han concluido cuando faltan tres meses para que comience el mundial.
— En Belo Horizonte, fueron cancelados los planes de construir un sistema de trenes subterráneos y fue reemplazado con rutas de autobuses. También fueron cancelados planes de construir otro terminal internacional.
— En Salvador, otro proyecto de trenes subterráneos fue remitido a una compañía privada y ahora se estima que las obras no comenzarán sino hasta después del Mundial.
—Se había anunciado otra pista de aterrizaje para el Aeropuerto de Rio de Janeiro, con motivo del Mundial. Ahora ni siquiera se sabe si estará lista a tiempo para las Olimpiadas del 2016.
— Un sistema de monorrieles, que se había proyectado como factor de transformación en Manaos, fue cancelado a fines de año pasado, luego que una agencia del gobierno determinó que el proyecto no era viable.
Las quejas sobre los proyectos se convirtieron en el pasatiempo nacional, tanto como el fútbol.
“Empezaron todo tarde y se comprometieron demasiado. Ahora tienen que redoblar esfuerzos para construir los estadios y muchas otras cosas quedan sin hacer”, dijo Victor Matheson, economista experto en eventos deportivos, en el College of the Holy Cross en Worcester, Massachusetts, en entrevista con la AP.
Se suponía que el Mundial iba a ser una oportunidad para que Brasil se proyecte en el escenario mundial.
“El mundo podrá ver una nación moderna e innovadora”, escribió el ex ministro de Deportes Orlando Silva en un editorial en el 2011 en el diario Folha de S.Paulo, meses antes de ser destituido en medio de denuncias de que aceptó sobornos. “Estamos trabajando para organizar el mejor Mundial de la historia … el país puede contar con ello”.
Pero las demoras y fallas han sido fuente de vergüenza para otros, animando el malestar que ya había por los malos servicios públicos, el alto costo de la vida y los escándalos de corrupción. Muchos brasileños incluso creen que aun si Brasil gana el Mundial, el país ya perdió.
El profesor Paulo Resende de la Fundacao Dom Cabral, una reconocida escuela de administración de empresas, dijo que Brasil hace rato pasó de la “fase eufórica” de hace siete años, cuando fue elegido para ser sede del Mundial.
“Ahora estamos en la fase final, que es de cumplir con lo mínimo necesario para tener un buen evento”, declaró Resende. “El gran sueño de movilidad urbana y de aeropuertos para el futuro de Brasil ahora se reduce a lo más básico: mantener la imagen del país”.
Brasil no es el único país cuyos preparativos para un mundial han sido criticados.
Sudáfrica, que fue el país anfitrión en el último mundial, tuvo muchas fallas de seguridad y muchas obras fueron entregadas a último minuto. Pero Brasil está peor. El presidente de la FIFA, Sepp Blatter, dijo hace unas semanas que el país está más retrasado que cualquier otro país anfitrión de todos los que ha conocido en las cuatro décadas que ha estado al mando del organismo.
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