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El fanatismo de Delneri Viana por Botafogo es algo que lleva bajo la piel… 83 veces, para ser exacto. Hasta la próxima semana, en que se hará otro tatuaje.
Viana, un militar retirado de 69 años, vive pensando en el club de sus amores y una vez a la semana va a un salón de tatuajes para agregar uno nuevo.
“No me duele”, aseguró una tarde reciente mientras trabajaban en su cuerpo.
¿Ni siquiera cuando le tatuaron encima del ombligo una imagen del Cristo Redentor con la casaca de Botafogo? ¿O cuando le inscribieron las letras de uno de los nombres con que es conocido el club en los dedos de su mano izquierda?
No, insiste Viana, quien dice que solo sufre “cuando mi equipo pierde, especialmente cuando estoy en el Maracaná”, el templo del futbol que albergará la final de la Copa Mundial.
“Y más todavía si gana Flamengo”, el gran rival de Botafogo, agregó.
Los tatuajes son muy populares en Brasil, donde una cultura playera y un clima tropical alientan a la gente a adornar sus cuerpos. Pareciera que toda persona de menos de 30 años tiene uno.
Viana no sabe qué es lo que lo empuja a tatuarse ni cuál es el origen de su pasión por Botafogo. “Vine así de la cuna”, explica.
Además de los tatuajes, tiene las uñas de las manos y los pies pintadas con los colores blanco y negro de su equipo. De hecho, nunca luce nada que no tenga alusiones al club.
Cuando suena su teléfono mientras está recostado en la camilla, ¿qué sonido emite? Obvio, el del himno de Botafogo.
Viana dice que algún día dejará de hacerse tatuajes. “Ya no me quedará espacio”, comenta resignado.
Felipe da Costa Almeida, hincha del club más popular de Brasil, Flamengo, dice que por la gracia de Dios decidió cubrirse toda la espalda con tatuajes del Maracaná, el Cristo Redentor y el escudo de su club.
“Me lo hice a principios del 2009 y ese mismo año Flamengo salió campeón brasileño”, cuenta el hombre. “Lo hice por la pasión que siento por el futbol”.
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