Dicen que los amigos son aquellas compañías que siguen a tu lado aunque no te quede nada por ofrecer, y es verdad. Los amigos juegan un papel fundamental en la vida. Sin ellos nuestro paso por el mundo sería tan agreste como atravesar un árido desierto sin agua. Los amigos son el néctar que aceita nuestros engranajes cuando la maquinaria está a punto de reventar. Son los enormes amortiguadores de nuestros pasos.
Los momentos complicados y los de celebración no podrían describirse igual sin la presencia de nuestros mejores amigos. Su lugar es tal que parecería que son aquellas almas que en otras dimensiones o en otras vidas hemos amado tan profundamente que ahora –justamente– son nuestros grandes amigos, con toda su incondicionalidad, aceptación, generosidad, y capacidad de dar.
Muchos nos encontramos desde la infancia como un regalo, pues la pureza del alma de niños nos deja libres para querernos sin importar cualquier condición, siguiendo sencillamente el hilo conductor que dicta el corazón hacia aquellos seres que resuenan con nuestro canto interior.
Los amigos son nuestro aliado más grande después de nosotros mismos. De manera muy nítida son el reflejo de la parte más superada de nuestras lecciones, pues, tratándose de amigos de verdad, llegamos a refinar tanto la experiencia del amor que prácticamente prescindimos del ego y nos podemos franquear y mostrarnos tal y como somos, descansando del peso de cualquier máscara.
Sin los amigos no tendríamos válvulas de escape para las frustraciones y los miedos, ni cancha para la sanidad de nuestra sombra. De hecho, la escucha casi siempre libre de juicio a nuestras historias, es por sí misma un recipiente de curación de las heridas.
Los grandes héroes de la historia, reales o ficticios, han sido representados siempre con un gran amigo que está junto a ellos, incluso, para dar la vida. Es como si el trabajo de ser humanos tuviera incluida la garantía de aquellos que sin importar lo que ocurriera estarían con nosotros para recordarnos no desfallecer, para hacernos reparar de nuevo en quiénes somos y recordarnos también que, a veces, los ángeles se materializan.
Además, poseen una característica sumamente valiosa: son las únicas relaciones que escogemos de manera consciente. Provengan de la infancia, de la adultez, sean consanguíneos o familiares, aquellos con los que acordamos tejer un lazo tan leal como el de una amistad que arropa nuestro caminar, son una gran luz que debemos agradecer, porque es muy probable que de algún modo que no podemos comprender con el intelecto, su presencia en éste o ya en otros mundos, esté aligerándonos o salvándonos la vida al ser las bondadosas presencias que sin tener la obligación, eligieron voluntariamente estar a nuestro lado.