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Para llegar al Parque Nacional Tortuguero, en el Caribe norte de Costa Rica, y al pequeño poblado del mismo nombre, es necesario recorrer en lancha un laberinto de canales naturales que tejen, como en una intrincada red, caminos para conectar la selva tropical con el mar.
El sonido del motor se mezcla con el de bandadas de pájaros revoloteando sobre el río en busca de la pesca cotidiana, mientras Eddy Ranking, el guía, explica que la pequeña embarcación avanza sobre las aguas del río Reventazón-Parismina y hace un inventario de la enorme biodiversidad que, con un poco de suerte, es posible observar en el camino de hora y media por los pacÌficos canales.
El guía y el conductor de la lancha conocen bien su oficio: son capaces de leer el verdor que lo rodea todo en ese lugar y de encontrar, en cuestión de segundos, exóticos animales como caimanes, cocodrilos y otros reptiles, aves multicolor de diversos tipos y hasta monos, que hacen a los turistas poner cara de sorpresa, abrir mucho los ojos detrás de sus lentes oscuros y disparar cientos de fotografías con sus cámaras digitales.
EL AGUA COMO EJE DE LA VIDA COTIDIANA
La vida de todos los habitantes de Tortuguero, humanos, animales y plantas, gira en torno al agua de una u otra manera.
“Se trata de una zona protegida de 75 mil hectáreas de mar y humedales inundados que son un importantísimo remanente de bosque tropical muy húmedo, que alberga centenares de especies y que es el destino de muchas migrantes”, comenta la directora del Parque, Elena Vargas.
Además, Tortuguero es el área de desove más importante en el Caribe occidental para la tortuga verde, un espécimen marino de gran tamaño perteneciente a la familia de los quelonidos, que se distribuye por los mares tropicales y subtropicales alrededor del mundo.
Las arenas tibias del Parque sirven de nido a los huevos de especies en grave peligro de extinción como las tortugas baulas, conocidas también como laúd, canal o tinglar, que son las mayores de todas las tortugas vivientes, pues llegan a alcanzar una longitud de hasta dos metros y un peso de más de 600 kilos.
También desovan en el lugar otra tortuga en peligro, la carey, es una especie de la familia de los quelonidos que tiene un cuerpo plano y sus extremidades en forma de aletas adaptadas para nadar en mar abierto.
Justo a la par del Parque Nacional se ubica el pueblo del mismo nombre, sobre una lengua de tierra de no m·s de 700 metros de ancho, por unos cinco o seis kilómetros de largo.
Un par de esculturas de pájaros enormes en sus perchas, ubicadas frente al desembarcadero principal, dan la bienvenida a locales y extranjeros a esta particular comunidad.
A un costado revientan las olas inquietas del Caribe y la otra orilla es acariciada por las aguas del río; en el medio se levantan casitas multicolores, fieles al estilo caribeño. Una escuela, un salón de baile, una pequeña plaza, tiendas de recuerdos para los visitantes y hasta un centro de acopio de desechos.
Todo lo que se consume en el pueblo de Tortuguero, desde los alimentos hasta los materiales de construcción y de higiene llega en lanchas; inclusive sus desechos son retirados del pueblo de la misma manera.
La única fuente de ingresos constantes para los aproximadamente mil pobladores de esta comunidad es el turismo. Actividades como tours por los canales, la pesca deportiva, la venta de artesanías y de comida típica, dan empleo a las familias que antes de la creación del Parque, en 1975, se dedicaban a la pesca artesanal o a la extracción de madera.
DE TORTUGAS, JAGUARES Y MUCHO MÁS
Además de la belleza escénica de los canales y de la abundancia de peces en sus aguas, Tortuguero es un imán que atrae a unos 140 mil turistas cada año por la posibilidad que ofrece de presenciar el desove de tortugas marinas.
A lo largo de prácticamente todo el año, cuatro especies toman las tranquilas costas del Parque para depositar sus huevos, de modo que los visitantes, siempre bajo la supervisión de los guardaparques, tienen la oportunidad de internarse en la oscuridad de una playa sin una sola luz artificial y presenciar el espect·culo natural.
Los visitantes forman grupos de 20 personas mientras los guardaparques y algunos voluntarios que patrullan la playa en busca de las nocturnas visitantes.
Cuando una tortuga sale del agua y empieza a cavar su nido, los turistas son conducidos en silencio hasta el sitio, donde, con la ayuda de luces especiales, observan por unos minutos el desove y luego, tal vez, podrán ver al enorme quelonio volver al mar con su andar lento pero constante.
Pero Tortuguero alberga muchos otros huéspedes: hasta ahora, los científicos han identificado 400 especies de árboles y más de 2 mil 200 especies de otras plantas.
También es el hogar de varios mamíferos en peligro de extinción como el jaguar, el mayor felino de América, el manigordo, otro felino más pequeño; la danta, el manatí, el delfín, el perezoso, el tolomuco (un mustélido) y tres especies de monos, entre otros.
Además, hay 405 especies de aves, aproximadamente la mitad de las que hay en toda Costa Rica y más de las que pueden encontrarse, por ejemplo, en todo el territorio europeo, y esta enorme diversidad se repite en anfibios, reptiles e insectos.
Nancy De Lemos. EFE