Macondo, el lugar mágico e imaginario creado por Gabriel García Márquez, fue sacudido por la muerte del Nobel colombiano, un hecho que enluta hoy a Aracataca, su tierra natal y en la que se inspiró para dar vida a ese pueblo mítico.
Las calles de este pueblo de unos 38.000 habitantes y enclavado en lo más caluroso del bajo curso del río Magdalena, en el norte de Colombia, que normalmente permanecen solas, están desde ayer llenas de propios y extraños que quieren visitar los lugares en los que vivió el autor de “Cien años de soledad”, clásico del realismo mágico.
Cuando se conoció la noticia del fallecimiento de Gabo, a los 87 años en Ciudad de México, Aracataca se llenó de tristeza, las campanas de la iglesia de San José, donde fue bautizado, tocaron en señal de duelo para avisar la mala nueva y la Alcaldía decretó cinco días de luto.
Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, pueblo al que su padre, Gabriel Eligio García Martínez, había llegado tres años antes para trabajar como telegrafista y donde conoció a la que se sería su esposa y madre de sus once hijos, Luisa Santiaga Márquez Iguarán.
El joven Gabo, como le dicen sus paisanos, vivió hasta los diez años con sus abuelos en esa casa grande del pueblo, hoy convertida en museo, a donde acude la gente para recordar pasajes de los libros que el Nobel escribió con una prosa mágica sin igual.
En la verja de entrada, cruzada en señal de duelo por una cinta de color morado con la frase “Aracataca, tierra del realismo mágico” y otra con las fechas “1927-2014”, al lado de cuatro banderas, una corona de flores amarillas y un retrato en blanco y negro del autor, se asoman numerosas personas para ver algo de lo que marcó la vida del hijo ilustre del pueblo.
“‘Cien años de soledad’ marcó un hito en la historia de todos los cataqueros, nos marcó como un referente a nivel universal y por eso nos sentimos muy orgullosos de la obra de García Márquez”, explicó a Efe el profesor de literatura Robinson Mulford, defensor de la teoría “garciamarquiana”.
Hay también quienes en voz baja le critican por no haber hecho más desde el punto de vista material por su pueblo, pero el profesor Mulford opina que al Nobel hay que verlo desde el punto de vista intelectual, por el legado que deja para el mundo.
“Esa pluma magistral de García Márquez no se vuelve a repetir porque con los destellos mágicos del arte ha transformado la imagen de Colombia en el mundo y hoy nos ven de una manera diferente, nos respetan”, afirmó el profesor de literatura.
Tras señalar que García Márquez, con su obra maravillosa que le valió el Premio Nobel de Literatura de 1982 “limpió la imagen de un país que se está desangrando poco a poco”, Mulford insistió en la admiración que se le debe profesar.
“Tenemos que estar orgullosos de que Gabito nunca negó su tierra”, dice, lo cual se reafirma en un verso que está pintado en un mural en la entrada del pueblo según el cual el Nobel comprendió que “entre la nostalgia y la realidad estaba la materia prima de su obra”.
De los viajes que García Márquez hizo al pueblo después de que su familia se fue de Aracataca, dos fueron fundamentales en su vida y obra.
El primero fue a comienzos de marzo de 1952 con su madre para vender la casa de los abuelos, viaje que se convirtió para él en un regreso a sus orígenes familiares, que plasmaría luego de forma magistral como ficción en su obra.
El otro, que fue el último, lo hizo el 30 de mayo de 2007, después de 25 años de ausencia, a bordo del “tren amarillo” que aparece en sus obras y que ocho décadas antes recorría la zona bananera del norte de Colombia en tiempos de esplendor.
Fue a ese otro viaje al recuerdo con motivo de sus 80 años de edad, los 40 de “Cien años de soledad” y los 25 del Nobel.
En esa ocasión lo acompañaron su esposa, Mercedes Barcha, y medio centenar de familiares y amigos, entre ellos su coetáneo, el célebre compositor de música vallenata Rafael Escalona (1927-2009).
En la verja de la casa museo algunos de sus paisanos colgaron hoy fotos con Gabo de ese viaje, al lado de un cartel de despedida en el que estaba escrito a mano: “Gabo, te marchaste pero dejaste un legado grande; en el mundo entero con tu inteligencia diste a conocer en tus obras literarias al Macondo de las mariposas amarillas el cual representa a tu pueblo natal”.
Los cataqueros ahora esperan que su pueblo que por muchos años ha permanecido en el olvido de los gobiernos regionales y nacionales cobre un nuevo aire y puedan salir de la pobreza y el anonimato en que han estado, solamente roto por ser la tierra que vio nacer a García Márquez.