Los diestros Miguel de Pablo y Jesús Enrique Colombo dieron la cara en Colmenar Viejo (centro), España, con una seria, descastada y áspera corrida de López Gibaja, en la que Ángel Sánchez resultó herido con una cornada en la zona genital, de pronóstico leve, pero que le impidió continuar la lidia.
A Sánchez le tocó la cruz, primero por vérselas con un «tanque» de 645 kilos al que le faltó tracción para mover tanto peso, y también porque, tras mostrarse firme y lograr pases estimables por el derecho, el astado le acabó echando mano después de frenársele en un pase de pecho, propinándole una cornada en la zona genital.
El parte médico informó que el matador de 23 años presentó una herida por asta de toro en región peneana y fue intervenido quirúrgicamente bajo anestesia local y sedación y se recuperará en su domicilio.
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Miguel de Pablo hacía en su tierra el segundo paseíllo de la temporada. El primer toro marcó la querencia nada más saltar al ruedo, «cantando» después su mansedumbre en el caballo y al buscar definitivamente las tablas antes de que le pegaran el primer muletazo.
De Pablo intentó sujetarlo en la segunda raya, y ahí fue donde tuvo que esforzarse para tratar de imponerse en una labor porfiona, paciente y entregada ante un toro que se negó en redondo.
El segundo de su lote fue un toro sin raza, moviéndose al paso y con su peligro sordo, pues midió más que un sastre, reponía y se venia siempre por dentro. El diestro ofreció una importante dimensión, muy firme y sin aliviarse en ningún momento. Ese fue el mérito del madrileño.
Muy serio de hechuras, cuajado y cornivuelto, el primero del venezolano Colombo se dejó pegar en el caballo. Después de un tercio de banderillas en las que el torero exhibió facultades, la faena de muleta no acabó de despegar por la desrazada condición del toro, que se defendió ante las afrentas de Colombo, quien, pese a buscarle las vueltas, no llegó a resolver en lo artístico.
Debido al percance del compañero en cuarto lugar salió el reseñado como quinto, un animal muy ofensivo por delante, cumplidor en el caballo y con un buen galope para que Colombo volviera a mostrar músculo y variedad con los rehiletes.
En las manoletinas finales se escapó de milagro de la cornada, al resultar cogido de la chaquetilla. Tenía la oreja en la mano, pero lo echó todo a perder con el descabello.
Al sexto lo banderilleó con más desigualdad. Este toro se movió también pero muy informal, y Colombo volvió a estar por encima de las circunstancias en otra labor animosa, pero en la que de nuevo manejó con desacierto la tizona.
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