Fernando Zárate, coordinador de Operación Territorial de la campaña de Mikel Arriola en respuesta a César Cravioto
¿De qué tamaño es nuestra democracia y nuestros candidatos cuando la –casi- única herramienta que tienen para convencer a un ciudadano de votar por ella (él), es que las encuestas lo favorecen?
Tristemente, eso es lo que ocurre hoy en México. Existen ciertos políticos y politólogos que afirman con frases comunes y enunciados triviales como “este arroz ya se coció”, intentando expresar que la Presidencia de la República y la Jefatura de Gobierno están decididas en favor de un partido político sin argumento alguno más que la afirmación que en las encuestas va adelante.
El día de ayer leí con atención una columna publicada en Publimetro y entraña un verdadero absurdo por las siguientes razones:
Acudir hoy a casas encuestadoras, con la historia que hemos tenido de errores garrafales en elecciones presidenciales del año 2006 y 2012, gubernaturas y hasta elecciones locales parece más bien una necedad por un lado, y por el otro el incentivo de una industria que ha alimentado a verdaderos fantoches electorales que han aprendido a vivir del sistema democrático generando “percepciones” y de paso una industria de miles de millones de pesos, que se han equivocado tanto y tan profundo en metodología, tamaño, y hasta modelo de preguntas que al día de hoy es más fácil creer en una vidente, o astróloga.
En segundo lugar, darle el peso que le pretenden dar a encuestas niega per se la existencia de acto más importante del ser humano: la voluntad, de decidir, de actuar y de pensar, especialmente sobre qué tipo de gobernante desea el ciudadano en el único momento que puede decidir con tranquilidad su futuro, que es cuándo está frente a la boleta en una urna para el efecto, en un acto absolutamente solemne.
Además, quién afirme que las encuestas determinan nuestro futuro cómo destino fatal, niegan o pretenden negar que los vecinos de ésta ciudad analizan desde el arranque de las campañas y hasta el último día, incluso el último minuto el perfil, capacidad, sensibilidad y precisamente el comportamiento de los candidatos, entre los que incluyen un proyecto de gobierno, trato justo y digno al resto de los participantes, y sobre todo el respeto al intelecto humano.
Sobretodo, pensar que la única fortaleza de un candidato son las encuestas revelan el valor (o debilidad) más importante del candidato, que es la popularidad. Grave error, porque un ciudadano que se respeta y que respeta al proceso democrático no basa su decisión en números, sino en empatía, experiencia y claridad de ideas que transmiten los candidatos. Para un ciudadano la defensa de su vida, patrimonio, seguridad, salud, entre otros es el factor determinante.
Mikel Arriola y José Antonio Meade en sus distintos ámbitos podrán no ser los más populares para las encuestas, pero si son los más capaces, honestos, íntegros y sobre todo que comprenden lo que la Ciudad de México y el país requiere. Por ello, las encuestas y que sus adversarios las utilicen cómo único instrumento de fortaleza sobre ellos, hablan más de sus debilidades por la falta de ideas y todos los elementos que la posibilidad que tienen de ganarles.
Me recuerda una definición que expresó alguna vez uno de los principales críticos sociales norteamericanos en la que señala que “un paranóico es alguien que sabe muy poco de lo que ocurre en realidad” y es lo que muchos candidatos y opinólogos reflejan de manera nítida en éste proceso.