Vietnam se encuentra de luto este viernes, un día después de que se confirmase que los 39 migrantes encontrados muertos en un camión de Essex (Inglaterra) el pasado 23 de octubre eran vietnamitas, en su mayoría de zonas pobres y rurales.
El Gobierno vietnamita confirmó anoche la identificación de las víctimas y expresó sus condolencias a los familiares y amigos de los emigrantes, que pagaron hasta 40 mil dólares a los traficantes de seres humanos en busca de una vida mejor en el Reino Unido.
El extraordinario crecimiento económico de Vietnam desde que comenzó a abrir la economía a finales de la década de 1980 se ha producido sobre todo alrededor de las grandes urbes y ha dejado de lado a las provincias más rurales y pobres, donde la única esperanza a menudo es emigrar a la gran ciudad o al extranjero.
Miles de vietnamitas se arriesgan incluso a un viaje caro e incierto para alcanzar tierras europeas, como los 39 muertos en Essex, que procedían de provincias del centro y norte de su país.
“Cientos de miles migran a las periferias industrializadas de Hanói y Ho Chi Minh. Decenas de miles van a otros países del Sudeste Asiático o Asia. Y unos poquitos miles van a Europa, lo que cuesta un dineral y es muy difícil de organizar”, declaró a Efe Nicolas Laínez, investigador asociado del Centro para el Sudeste Asiático de París.
Lejos de las principales urbes, donde el salario medio dobla al que se percibe trabajando en el campo según Naciones Unidas, sin atracciones turísticas y azotadas todos los años por tifones y temporales cada año más dañinos por la crisis climática, las poblaciones de provincias como Nghe An y Ha Tinh se acostumbraron desde los tiempos de la guerra fría a emigrar a la Europa comunista para salir adelante.
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Mimi Vu, experta en tráfico y trata de personas residente en Ho Chi Minh, explica a Efe que el programa de emigración a países del bloque del Este puesto en marcha por el régimen comunista de Hanói a partir de 1975 alumbró en esta zona una “tradición” que se ha mantenido hasta nuestros días.
Sin llegar al caso extremo de Vuong, muchas familias que animan a sus hijos a emigrar aspiran a una vida más acomodada que, una vez pagada la deuda con las redes de tráfico de personas, les permitan lucir pequeños lujos como un automóvil o construir una casa nueva.
“Lleva ocurriendo más de 30 años y además ahora se envía el dinero para que la familia monte un negocio. Vietnam sigue siendo uno de los países donde más remesas llegan, depende de ellas para mantener la economía”, dijo Vu.