NUEVA YORK (AP) — Finalizados los homenajes, los discursos, los montajes en video, las ovaciones de pie y su nombre coreado por multitudes, parece apropiado que fuera Serena Williams quien definiera cuál sería su legado.
Por eso, la última pregunta en la conferencia de prensa después de su último match en el US Open —y, como parece claro, de su carrera— le dio la oportunidad de decir cómo quiere que se la recuerde.
“Creo que realmente aporté algo, y aporto algo, al tenis. La indumentaria distinta. El festejo con el puño. La intensidad frenética. Creo que ‘pasión’ es la palabra adecuada. Seguir adelante a través de los altibajos”, dijo el viernes por la noche. “Podría decir mucho más. Pero, honestamente, estoy tan agradecida por este momento... y que soy Serena”.
Eso expresa tan bien lo que es ella.
Williams, que este mes cumple 41 años, no dijo palabra sobre el hecho de pertenecer a la elite del deporte ni mencionó las estadísticas que definen lo que hizo con la raqueta en la mano.
Los 23 títulos de Grand Slam que definen el éxito en este deporte. Otros 50 títulos en distintos torneos. Los 14 títulos de Grand Slam en dobles con su hermana Venus. Las 319 semanas como número uno del ránking. Los cuatro oros olímpicos.
Claro que es imposible evaluar a Williams sin tener en cuenta su lugar en el panteón de las superestrellas, tan digna como cualquiera —hombre o mujer, de esta generación u otra, de este deporte o cualquier otro— de ostentar el título de “Más Grande de Todos los Tiempos”.
“Sin duda, es una grande de todos los tiempos. Y eso no lo dice todo”, dijo Martina Navratilova, ganadora de 18 títulos de Grand Slam quien por cierto también merece ese título.
Pero Williams es mucho más que eso.
Ninguna mujer afroestadounidense había ganado un título de Grand Slam desde Althea Gibson en los años 50 hasta que llegó Williams y ganó su primer US Open en 1999, cuando tenía 17 años. En las más de dos décadas trascurridas desde entonces, Williams y Venus, ganadora de siete Grand Slam, tienen el mérito de haber inspirado a Coco Gauff, Naomi Osaka y quién sabe cuántas más a jugar al tenis, y a muchas más a cambiar sus opiniones sobre lo que se puede o no se puede lograr.
“Encarna el concepto de que ningún sueño está fuera de alcance”, dijo Alja Tomljanovic, su vencedora el viernes. “Puedes hacer lo que sea si crees en ti misma, si amas lo que haces y tienes un increíble sistema de apoyo a tu alrededor”.
Pero hay más.
Ganó un Grand Slam estando embarazada, superó problemas graves de salud después de dar a luz a su hija Olympia en 2017 y después regresó al tour para alcanzar cuatro finales más de Grand Slam.
Tiene una firma de capital de riesgo que ha recaudado más de 100 millones de dólares.
“Todas la miran y tratan de ser como Serena”, dijo la francesa Caroline Garcia, 17ma en el mundo, que ha llegado a la cuarta ronda del US Open. “Estoy segura de que será así durante muchos años”.
Williams vestía como quería en la cancha de tenis. Reaccionaba a su manera, durante y después de los matches. Decía lo que se le daba la gana, a veces hablaba de temas sociales, a veces no, pero siempre daba la sensación de que la decisión era suya.
Claro que no faltaban detractores. Los que se preguntaban si hacía las cosas bien. Los que consideraban que fue un error que su padre, Richard, mantuviera a sus hijas alejadas del circuito junior.
Pero parece que no les fue nada mal, ¿no?
“Decididamente, la echaré de menos en las canchas”, dijo Tomljanovic, expresando el pensamiento de muchos. “No será lo mismo”.
No, sin duda el tenis no será lo mismo sin Williams.
Pero no hay problema. Ya es hora, como escribió Williams, de “evolucionar”, dejar atrás sus días de jugadora y dedicar sus energías a ser mamá, empresaria y lo que sea que le depare la vida.
Como dijo Williams después de su último golpe con la raqueta: “Me aguarda un futuro tan brillante”.