Multiforo Alicia, el final de una era de contracultura

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Una fila de personas vestidas de negro, con tatuajes y perforaciones, serpentea frente a un edificio de dos pisos en una gran avenida de la Ciudad de México. Sobre sus cabezas, un grafiti dice “Alicia”.

En el interior decorado con vinilos y carteles, un joven revisa una lista de nombres y pone un sello en la mano de aquellos que están registrados.

La escena podía parecer algo habitual de un club nocturno un viernes cualquiera, pero para quienes hacían fila era casi un ritual de despedida: la última oportunidad de entrar al que fue durante décadas epicentro de la contracultura de la capital mexicana.

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Después de 27 años, el Multiforo Cultural Alicia cerró sus puertas el 12 de marzo. Para muchos, es el final de una época y la consecuencia de la gentrificación en la ciudad en los últimos años.

“Al principio éramos un lugar chiquito, incómodo, muy punki”, dijo Ignacio Pineda, de 60 años, fundador del Alicia. “No había gente, no había público”.

“Yo no quería un bar de moda, quería un lugar de abajo, para la gente”, agregó.

Durante décadas, la escena musical de México estuvo asfixiada bajo el gobierno del Partido Revolucionario Institucional, el PRI.


Después de la brutal represión del ejército a las protestas estudiantiles de 1968 (por la que un número indeterminado de manifestantes fueron asesinados), las autoridades mexicanas hostigaban a cualquiera con pintas de subversivo. El pelo largo era una de las pistas. Unos años después, con los reportes sensacionalistas de un concierto de 1971 en la ciudad de Avándaro, al que llegó mucha más gente de la esperada, no se permitieron grandes conciertos de rock durante aproximadamente una década, y el género musical quedó recluido a lugares pequeños y oscuros conocidos como “hoyos funky”.

En 1994, en Chiapas, en el sureste mexicano, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se sublevó contra el gobierno para exigir mayores derechos para los pueblos indígenas. El movimiento zapatista desencadenó la participación política de muchos jóvenes mexicanos. Esta nueva generación buscaba medios para expresarse y la música y los espacios culturales como el Alicia se convirtieron en sus lugares de encuentro, de fiesta y de lucha social.

En 1995, Pineda fundó el local con un grupo de amigos, que rápidamente lo abandonaron. Eso le hizo plantearse cerrar el local. Pero la emergente escena musical mexicana hizo que Pineda pudiera sacarlo adelante.

Comenzó invitando a bandas de hardcore punk, surf, rock, ska, hip hop y garage, y el público lo siguió. Al mismo tiempo, Pineda organizaba charlas y conferencias para abordar temas sociales y políticos.

“Siempre nos consideramos un espacio político, más que un antro.”, dijo a AP. “Hicimos algo que nadie hacía”.

Pronto, el Alicia se convirtió en uno de los pocos espacios liberales, anarquistas y autogestionados de la Ciudad de México.


Abraham “Muñeko” Torres, líder de Nana Pancha, una de las bandas de ska más destacadas de México, tocó por primera vez en el Alicia cuando tenía 16 años.

Ahora, con 43 años, recuerda con cariño que los punks lo abucheaban para quitarlo del escenario después de que el pedal de su batería se rompiera en medio de un concierto. Pero nunca dejó de tocar. Su forma de despedirse del lugar que le permitió convertirse en el músico que es ahora fue tocar en ese mismo escenario por última vez. Y fue como revivir su primer concierto.

Luces azules, rojas y rosadas bailaban sobre su pelo, teñido de un amarillo brillante, y sobre una multitud de jóvenes mexicanos haciendo slam.

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Gritaron, entre muchas, una de las canciones más famosas de la banda, dedicada a los 43 estudiantes mexicanos que fueron secuestrados y desaparecidos en 2014.

“Gracias al Alicia, un montón de otras bandas aprendimos a hacer los conciertos, a generar nuestros propios espacios”, dijo Torres. “Y eso es lo que significa para nosotros, significa nuestro lugar seguro y también nuestro lugar de aprendizaje que nos enseñó que podíamos vivir de la música”.

Desde finales de la década de 1990 y hasta mediados de la del 2000, en la Ciudad de México se gestó un importante movimiento musical de conciertos autogestivos que hizo énfasis en no depender de ninguna productora comercial. Todo desde la difusión, el boletaje, la seguridad, la producción y la ejecución, era realizado entre las bandas y colectivos de jóvenes politizados.

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Era la época dorada del ska mexicano. La influencia punk de Alicia fue un antecesor de este movimiento.

La pequeña sala de conciertos cobijó a destacadas bandas mexicanas como Panteón Rococó, Sekta Core, Botellita de Jerez, Lost Acapulco y Tijuana No! y recibió a artistas internacionales como Manu Chao, Ska-P y Banda Bassotti.

Fernando Rodríguez, de 32 años, tenía 15 cuando entró por primera vez al Alicia y tenía claro que no podía perderse uno de los últimos conciertos de la banda mexicana de punk-rock Seguimos Perdiendo en el recinto.

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“El Alicia es uno de los mejores espacios para disfrutar de una banda de cerca”, dijo Rodríguez. “Este lugar ha significado mucho para el rock mexicano”.

El nombre del foro proviene de una estación de radio contracultural italiana de la década de 1970, Radio Alice, y de “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carrol, su logotipo tenía un gato sonriente. El espacio se inspiró en los centros sociales autogestionados instalados en espacios ocupados por la izquierda en Italia en la década de 1980 y espacios similares llamados gaztetxes en el País Vasco, en el norte de España.

“Eso es lo emotivo, pensar que van a haber generaciones que ya no van a conocer el Alicia o que ya no va a ser su primer concierto ahí”, dijo Torres.

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Una de las principales razones por las que Pineda decidió cerrar es porque no le gusta cómo ha cambiado el vecindario alrededor del lugar. Una ola reciente de nómadas digitales, en su mayoría de los Estados Unidos, ha aumentado la gentrificación. Los residentes y negocios de larga data han sido reemplazados por hospedajes de AirBnB y cafeterías hipster.

La Roma, un barrio históricamente de clase media en la Ciudad de México, ya no es lo que solía ser, agregó.

En una de las últimas noches del Alicia, Pineda entraba y salía del lugar con una boina y un par de botas Dr. Martens desgastadas. Subía las escaleras y se sumergía una vez más en un mar de fans del ska y el pelo teñido. En un momento dado, se asomó desde la cabina de sonido, observando lo que forjó durante casi tres décadas.

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Vecinos, que alguna vez menospreciaron el espacio, se acercaron para decirle a Pineda que lo extrañarían a él y al Alicia.

En 27 años, sólo dejó de trabajar 10 días, era el proyecto de su vida.

“Yo creo que saldrán más cosas. No creo que esto se pare. Esto es un movimiento independiente y es cultura”, dijo Pineda. “Quizá venga algunas noches aquí a la banca (frente al Alicia), a tomarme unos mezcales y a llorar”.

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