MADRID, 21 (EUROPA PRESS)
El Sahel se ha convertido ya en el epicentro del terrorismo yihadista a nivel mundial y las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico que operan en la región tienen su vista puesta ahora en los países del Golfo de Guinea, en cuyas zonas fronterizas se ha venido detectando la presencia de combatientes y donde ya se han producido ataques. En este contexto, los expertos alertan de la amenaza mientras los gobiernos locales tratan de contenerla por todas las vías posibles.
"Esta región debe considerarse a día de hoy como uno de los principales frentes de interés a la hora de contener el avance del yihadismo en el continente africano", sostiene Carlos Igualada, director del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), en el 'Anuario del terrorismo yihadista 2022'.
El avance del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, la filial de Al Qaeda) y Estado Islámico Sahel (antiguo Estado Islámico en el Gran Sáhara) "ha obligado a adoptar medidas urgentes a algunos de los países de esta región en materia de contraterrorismo sin que de momento hayan tenido avances suficientes como para contener esta amenaza", subraya.
Por su parte, la investigadora de OIET Marta Summers, especializada en el Sahel, admite que "la llegada de este tipo de violencia a estos países es fuente de especial preocupación, ya que económicamente son más fuertes que sus vecinos septentrionales" Malí y Burkina Faso, los dos países donde hubo más víctimas de terrorismo en 2022, según el Anuario.
Países como Togo y Benín, los más amenazados, pero también Costa de Marfil y Ghana, "cuentan con importantes debilidades estructurales" que los grupos yihadistas pueden aprovechar para expandir su actividad. Summers cita entre otros "la juventud de la población, la falta de oportunidades económicas y educativas, las disputas étnicas, la diferencia entre las condiciones de vida de las poblaciones del norte y el sur o los continuos conflictos por el dominio de tierras" entre agricultores y pastores.
COMPONENTE RELIGIOSO
También hay un importante componente religioso, según resalta Jonathan Guiffard, experto en el Sahel del Institut Montaigne. "Al contrario que el Sahel, los países del golfo de Guinea cuentan con amplias poblaciones cristianas y las elites en ocasiones están inclinadas a marginar a los musulmanes", resalta en un reciente artículo.
En el caso de Benín y Togo, los musulmanes representan menos del 20% de la población. La discriminación de los musulmanes es algo que los yihadistas han demostrado que saben explotar en su beneficio para atraer nuevos reclutas.
Por otra parte, Guiffard llama la atención sobre el hecho de que las organizaciones musulmanas tradicionales en estos países "son sufíes en su naturaleza y más o menos próximas al Gobierno" por lo que se están viendo desafiadas por los jóvenes, "más receptivos a las expresiones fundamentalistas y revolucionarias del Islam", como el salafismo que preconizan los grupos yihadistas, que pueden aprovechar para explotar estas tensiones.
IMPORTANCIA DE LOS PARQUES NATURALES FRONTERIZOS
La incipiente presencia de yihadistas en el sur de Burkina Faso, en la frontera con Benín y Togo, ha quedado constatada por los cada vez más frecuentes ataques que estos han cometido en el norte de ambos países. La franja que componen los parques naturales de la W, Arly y Pendjari en esta zona se han convertido en un importante corredor para los movimientos de los yihadistas.
Su ubicación en la frontera entre varios países --Benín, Níger y Burkina Faso--, "la cobertura que ofrecen sus bosques y su vegetación de la sabana, y su relativo aislamiento, lo convierten en un espacio operativo crítico", resalta la organización Global Iniciative, centrada en la lucha contra el crimen trasnacional organizado, en un nuevo informe.
Aunque tanto para Al Qaeda como para Estado Islámico el principal atractivo de la zona es "como refugio, los combatientes también se presentan a sí mismos como sistema alternativo de gobierno a sus residentes" aprovechándose de que muchos habitantes viven de la economía ilegal y el contrabando de todo tipo de productos en esta región y no quieren que esto cambie.
JNIM, el grupo más presente en la zona, según el informe, ofrece a la población local la posibilidad de seguir con sus actividades ilícitas sin problemas "a cambio de aceptar al grupo como fuerza gobernante" y en general no se dedica a cobrar impuestos por todo ese tráfico ilícito más allá del 'zakat', las donaciones obligatorias que hacen los musulmanes.
LOS GOBIERNOS DE LA REGIÓN PASAN A LA ACCIÓN
Conscientes de todas estas circunstancias, los gobiernos de los países costeros han venido emprendiendo acciones para intentar evitar lo que ha ocurrido en sus vecinos del norte, donde además a la inestabilidad provocada por el terrorismo se ha sumado la concatenación de golpes de Estado tanto en Malí como en Burkina Faso.
En el caso de Benín, las fuerzas de seguridad han pasado en los últimos meses a la ofensiva frente a los yihadistas en la parte septentrional. El presidente del país, Patrice Talon, ha incrementado el gasto militar y ha buscado también la ayuda de Ruanda, cuyo presidente, Paul Kagame, prometió el apoyo de su país en una reciente visita.
Por su parte, Togo sufrió su primer ataque yihadista en mayo de 2022 al que han seguido más. Su presidente, Faure Gnassingbé, reconoció recientemente que "la lucha será larga" pero culminará con la victoria. Para ello, se ha procedido a decretar el estado de emergencia en el norte, se ha incrementado el gasto en defensa y refozado la seguridad y al mismo tiempo se ha lanzado un programa de desarrollo para la región de Sabana, la más pobre del país y la más amenazada.
Costa de Marfil fue el primer país de la región en sufrir el azote del yihadismo, con el ataque de Grand-Bassam, cerca de Abiyán, en el que murieron catorce personas en 2016. El país volvió a ser objetivo de una ola de ataques entre 2020 y 2021 que llevó al Gobierno a la acción, reforzando la seguridad pero apostando también por impulsar proyectos de desarrollo y tratando de generar oportunidades para los jóvenes para evitar que vean en el terrorismo una salida.
Desde junio de 2021 acoge además en Jacqueville la Academia Internacional de Lucha contra el Terrorismo (AILCT), financiada principalmente por Francia y por la UE, y que busca convertirse en referencia en el continente. Por ella han pasado ya unos 1.000 militares, gendarmes y policías de 26 países africanos.
Por su parte, Ghana no ha registrado hasta el momento ningún atentado pero las autoridades temen que el conflicto entre dos grupos enfrentados por el poder en Bawku (norte), que se ha recrudecido en los últimos meses, pueda ser aprovechado por los yihadistas apostados del otro lado de la frontera.
En este sentido, el Gobierno desplegó el pasado mes de abril 1.000 efectivos de las fuerzas especiales en la frontera con Burkina Faso para reforzar la seguridad. A esto se suma un programa económico especial para el norte.
Los expertos han venido alertando del fracaso que ha supuesto el enfoque securitario como respuesta a la amenaza yihadista en el Sahel. En este sentido, Guiffard apuesta por "fortalecer la cohesión social" lo que pasa por regular el pastoreo --uno de los principales puntos de fricción entre los fulani, tradicionalmente pastores y a los que se vincula con los yihadistas, y otras etnias dedicadas a la agricultura--, desarrollar infraestructuras públicas, destinar fondos para la educación y el empleo, entre otros.
Este tipo de acciones contribuirían a "inmunizar a la población contra las tentaciones de unirse al movimiento yihadista, particularmente persuasivo". "Es imperativo no subestimar al adversario", previene el experto del Instituto Montaigne.