La cirugía de tres horas del papa Francisco el miércoles generó una interrogante acerca de qué ocurre con el poder papal cuando un pontífice está inconsciente o incapacitado de otro modo y no puede encabezar a la Iglesia católica.
Mientras que muchos países regulan la transferencia de poder cuando un jefe de Estado queda incapacitado, y el Vaticano cuenta con normas de gobierno en caso de que un papa renuncie o fallezca, ninguna de esas regulaciones es aplicable a un pontífice enfermo, inconsciente u hospitalizado.
En otras palabras, el papa Francisco seguía siendo papa, totalmente a cargo de gobernar el Vaticano y la Iglesia católica de mil 300 millones de feligreses, incluso mientras se encontraba bajo anestesia general en una cirugía para corregirle una hernia en la pared abdominal. La Santa Sede indicó que no hubo complicaciones y que se prevé que esté hospitalizado varios días. No, el camarlengo —el funcionario eclesiástico encargado de asumir el gobierno de la Iglesia en caso de que el pontífice fallezca— no intervino.
“Un breve periodo de impedimento no genera ningún problema”, dijo Geraldina Boni, profesora de derecho canónico en la Universidad de Bolonia y consultora de la oficina jurídica del Vaticano. “La maquinaria de la curia continúa operando normalmente con la administración ordinaria”.
Es decir: el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, andaba muy ocupado en la calle el miércoles, presidiendo la inauguración de un centro de información para peregrinos que vendrán a Roma para el Jubileo de 2025. Poco después de que Francisco ingresó al hospital, el boletín diario del Vaticano fue dado a conocer al mediodía con los nuevos nombramientos de obispos por parte del pontífice.
“Huecos” en las reglas canónicas
“El papa sigue actuando, incluso desde el hospital”, dijo el padre Filippo Di Giacomo, experto canónico y comentarista. “Incluso cuando enfrenta momentos dolorosos como este, su poder actúa sobre la gente a la que le dio potestad ordinaria vicaria”.
El derecho canónico tiene cláusulas para cuando un obispo se enferma y no puede manejar su diócesis, pero ninguna en el caso del papa. El canon 412 dice que una diócesis puede ser declarada “impedida” si su obispo —debido a “cautiverio, expulsión, exilio o incapacidad”— no puede cumplir sus funciones pastorales. En casos así, el manejo diario de la diócesis pasa a un obispo auxiliar, un vicario general o alguien más.
Aunque Francisco es el obispo de Roma, no existe ninguna cláusula explícita para el papa si él a su vez queda “impedido”. El canon 335 declara simplemente que, cuando la Santa Sede está “vacante o impedida completamente”, no puede alterarse nada en el gobierno de la Iglesia. Pero no dice qué significa para el Vaticano estar “totalmente impedido” ni qué cláusulas podrían implementarse si alguna vez lo estuviera.
Recientemente, un equipo de abogados canónicos se dispuso a proponer normas para llenar ese hueco legislativo. Crearon una iniciativa canónica de colaboración colectiva en 2021 para elaborar una nueva ley de la Iglesia con el fin de regular la oficina de un papa retirado, al igual que normas para aplicar cuando un pontífice no puede gobernar, ya sea en forma temporal o permanente.
“Si la afección de un papa totalmente incapacitado persiste durante meses o incluso años, está claro que esto le causa un gran daño a la Iglesia y al bien de sus almas”, dijo Boni, una de los organizadores de la iniciativa. “Necesitamos normas que identifiquen a las personas u organismos para que atiendan los problemas que no pueden postergarse a largo plazo”.
El conjunto de ocho páginas de normas propuestas explica que, con los avances médicos, es totalmente probable que en un momento dado un papa estará vivo pero incapaz de gobernar. Alega que la Iglesia debe proveer la declaración de una “sede totalmente impedida” y la transferencia de poder por el bien de su propia unidad.
En caso de incapacidad médica, ¿quién se hace cargo?
Bajo las normas propuestas, el gobierno de la Iglesia universal pasaría al Colegio Cardenalicio. En el caso de un impedimento temporal, nombrarían una comisión para gobernar, con exámenes médicos períodicos cada seis meses para determinar el estado de salud del papa.
“Si, con todas las garantías y procedimientos posibles definidos, se verifica que la Sede de Roma está impedida por una incapacidad cierta, permanente e incurable de un papa, es necesario proceder a la elección de su sucesor”, declaró Boni en un correo electrónico.
No hay indicios de que Francisco esté efectuando avances sobre las propuestas, con las que se intenta cubrir el resquicio legal que la 25ta enmienda constitucional subsanó en Estados Unidos: supervisar la transferencia de poder en caso de que un presidente muera o quede incapacitado.
Sin embargo, Francisco reveló recientemente que ya había redactado una carta de renuncia si fuese a quedar incapacitado por alguna razón médica. En una entrevista en diciembre con el periódico español ABC, el pontífice dijo que le había dado la misiva al entonces secretario de Estado en la primera etapa de su papado, pero no sabía qué había sido de ella.
Por ahora, a menos que su carta cumpla con los requisitos legales, el poder papal sólo cambiaría de manos si él muere o renuncia. En ese momento entran en juego una amplia serie de ritos y rituales para gobernar el “interregnum”, el periodo entre el fin de un pontificado y la elección de un nuevo papa.
Durante ese periodo, conocido como la “sede vacante”, el camarlengo maneja la administración y las finanzas de la Santa Sede. En la actualidad el camarlengo es el cardenal irlandés Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Pero él no desempeña ningún papel ni deberes específicos si el papa está enfermo o incapacitado de alguna otra forma.
En 1965, el papa Paulo VI escribió cartas al decano del Colegio Cardenalicio en las que teorizaba que, si llegase a caer gravemente enfermo, el decano y otros cardenales deberían aceptar su renuncia.
En una misiva, publicada en 2018, Paulo VI mencionó una dolencia “que se presume es incurable o de larga duración y que nos impide ejercer suficientemente las funciones de nuestro ministerio apostólico”. La carta nunca fue invocada, ya que Paulo VI vivió 13 años más y falleció en el puesto.
Pero los expertos dicen que era improbable que la misiva de ese papa hubiese sido usada alguna vez porque el derecho canónico actual requiere una renuncia papal “manifestada en forma libre y adecuada”, como fue el caso cuando el papa Benedicto XVI anunció su renuncia en 2013.
Boni hizo notar las fallas en la carta de Paulo VI y dijo esperar que Francisco la haya tomado en cuenta en sus propias instrucciones. “Sólo espero que Francisco haya solicitado la colaboración de canonistas expertos”, manifestó.