Rusia conmemorará el centenario de la muerte de Vladimir Lenin en línea con los recordatorios de los últimos años al líder comunista: en silencio y desde el distanciamiento marcado por el actual dirigente del país, Vladimir Putin, quien señalara en su día la doctrina de la “revolución global” defendida por el líder bolchevique como “la bomba atómica” que acabaría destruyendo “el edificio ruso”.
Vladimir Lenin murió el 21 de enero de 1924 a la edad de 53 años en su residencia de Gorki en la región de Moscú, sin instrucciones escritas sobre el método y el lugar de su entierro.
A los pocos días de su fallecimiento, y vista la voluntad popular, los dirigentes soviéticos comenzaron los planes para embalsamar el cadáver de Lenin a largo plazo. El mausoleo es, desde 1990, patrimonio mundial de la UNESCO y lo visitan aproximadamente 450 mil personas cada año, según estimó en 2017 el comandante del Kremlin, Sergey Khlebnikov.
No obstante, a pesar de esta relevancia popular, en la arena de la historia Putin ha reducido a Lenin a un mero ejercicio de debate sobre el lugar de reposo definitivo de sus restos mortales. En 2019, el presidente ruso se pronunció sin mucho interés sobre el tema.
“Me parece que debería quedarse donde está, más que nada porque todavía hay bastante gente que vincula sus vidas y sus destinos a ciertos eventos del pasado”, manifestó antes de pasar página al tema. “Mejor no darle muchas vueltas. ¿Para qué? Lo que tenemos que hacer es mirar hacia el futuro y desarrollarnos no dinamismo”, añadió en comentarios recogidos por la agencia TASS.
De momento no hay previstos más eventos conmemorativos que el recordatorio organizado por el Partido Comunista de Rusia para este próximo domingo en el mausoleo de Lenin a las 11.30 (hora local), donde diputados y líderes del partido depositarán coronas de flores ante la momia del líder bolchevique.
Será una celebración que contará con el beneplácito implícito de Putin, quien ha decidido no enfadar a los nostálgicos y a los simpatizantes de un partido que a día de hoy es la segunda fuerza en la Duma de Rusia, si bien a una enorme distancia de la Rusia Unida de Putin.
En 2016, el periodista Mijail Zigar explicó a ‘The Guardian’ esta postura ambivalente. “Realmente no existe una postura oficial del Kremlin a este respecto dado que no pueden identificarse con Lenin porque era un revolucionario, como tampoco existe una narrativa oficial sobre lo que ocurrió en 1917.
Es demasiado difícil, y es demasiado complejo, pero entienden que es importante de cara a la formación de la conciencia nacional rusa, tal y como la entendemos hoy”.
Así las cosas, “Putin quiere evitar cualquier decisión que acabe desatando unas fuerzas que no pueda controlar”, explicó en 2017, durante el centenario de la Revolución de Octubre, a la emisora internacional estadounidense Radio Free Europe la experta Anna Arutunian, autora del libro ‘La Mística de Putin’. “En momentos tan emocionales como estos una mala decisión podría repercutir en un incremento del respaldo al Partido Comunista”, añadió.
No obstante, Putin rara vez ha desaprovechado la oportunidad de manifestar su radical oposición al concepto de estructura nacional abanderado por Lenin, quien apostó por la concesión del mismo rango jurídico a todas las repúblicas soviéticas.
“Tenía muchas ideas sobre la autonomía de las regiones y es verdad que gobernar de acuerdo a tus ideas es correcto, pero siempre cuando esa idea arroje los resultados adecuados, y esa idea es la que acabó desembocando en la caída de la Unión Soviética”, hizo saber el presidente en 2016.
“Las fronteras se definieron de manera absolutamente arbitraria y no siempre justificada”, argumentó, antes de poner específicamente el caso de Ucrania como ejemplo. “La región del Donbás fue transferida a Ucrania bajo el pretexto de incrementar allí el porcentaje de proletariado para reforzar el apoyo social: eso fue un auténtico sinsentido”, añadió.
Con todo, Putin también declaró en ese momento que no albergaba ningún tipo de rechazo al dispuesto Partido Comunista de la Unión Soviética. “Mi carné anda por alguna parte. No es que fuera un comunista por ideología, pero tampoco lo fui por obligación”, remachó.