Opinión

Ola de prevención

Lo inevitable no necesariamente deriva en fatalidad. Es decir, estamos ante una ola de contagios por una variante de este tipo de coronavirus que es altamente transmisible, pero que no ha demostrado una mortalidad mayor en el mundo, ni en el país.

Es cierto que los casos cercanos se han multiplicado, pero lo es también que la mayoría experimenta síntomas leves o molestias que en algunos días desaparecen. La clave, de nuevo, ha sido la vacunación y las medidas sanitarias que tristemente tratamos a veces igual que como se toca un acordeón: por momentos relajadas y por otros más estrictas.

La diferencia consiste en que ahora que conocemos familiares y amigos que se han infectado, o nosotros mismos estamos atravesando por ello, cambiamos nuestra postura acerca de la pandemia y, además de exigir que todos se cuiden, somos presa del pánico sobre las consecuencias que nos pudiera traer la enfermedad.

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Es una línea muy delgada la que divide el miedo de la alerta y este virus la ha borrado en más de una ocasión; nuestra tarea como sociedad es reducir ese pánico colectivo y ayudar a que quienes están enfermos sepan que las probabilidades de recuperación son mayores que en ningún otro momento de esta contingencia.

Eso no quiere decir que dejemos de cuidarnos o que no estemos atentos a los indicadores que nos permiten evitar una hospitalización. Tenemos que seguir vigilando la temperatura, la oxigenación, el aislamiento y el periodo de cuarentena que señalan los médicos y las autoridades sanitarias.

Hoy existen más posibilidades de entrar en contacto con el virus y desarrollar la enfermedad; no obstante, también contamos un alto índice de vacunación nacional y mucha información científica que le da a las y los médicos mejores herramientas para tratarnos. Así ha sucedido con algunos tipos de cáncer y con el VIH, que han pasado de ser una condena a enfermedades que, tratadas bien y a tiempo, pueden garantizar una vida normal.

Se trata de tomar conciencia y buscar poner las cosas en un justo medio sin olvidarnos que cualquier situación sanitaria de este tipo significa vidas y no podemos estar satisfechos de que se pierda una sola, por eso podemos ayudar mucho si desde nosotros volvemos a ajustar las medidas de protección y nos enfocamos en que permanezcan varios meses más.


Para lograrlo no necesitamos de la supervisión de ninguna autoridad, porque cuidarnos es una tarea personal y social que debe iniciar en nuestros hogares. A esta altura de la pandemia ya sabemos qué hacer y cómo, solo requerimos de disciplina y de compromiso para llevar a cabo una ola en sentido contrario que frene la dispersión del virus.

Es un movimiento en sentido contrario que reduzca las posibilidades de estar en lugares cerrados y poco ventilados, sin sana distancia o con un cubrebocas mal puesto; todo lo que ya hemos vivido, pero que no suspenda las actividades que retomamos para que la economía no se detenga y los empleos, fundamentales antes y ahora, permanezcan.

Es generar una ola de prevención y al mismo tiempo de adaptación con el virus. Acudir por el refuerzo de la vacuna y construir rutinas seguras que nos permitan avanzar con salud, no hace diferencia si hemos pasado por la enfermedad o todavía no.

Winston Churchill decía que el éxito no era definitivo y que el fracaso no era fatal, era el coraje para seguir adelante lo que contaba. Creo que estamos en esa etapa de la pandemia: la del acumular el coraje y la prevención necesarias para el último tramo de este periodo tan difícil.

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