Por Edna Bujanos W.
¿Voy al gimnasio o me quedo a ver mi serie? ¿Me separo o sigo tratando de salvar la relación? Todo el tiempo estamos tomando decisiones. La mayoría de las ocasiones son decisiones superficiales que no nos generan cambios en nuestra vida cotidiana, por ejemplo, si elijo desayunar chilaquiles o unos huevos revueltos.
Otras son decisiones trascendentales que cambian el curso de nuestra vida, como decidir cambiar de ciudad o país de residencia o quedarte en el mismo lugar. Éste tipo de decisiones nos llevan a una contienda constante entre la certeza de haber tomado la decisión correcta y la duda de si hicimos bien.
Sin embargo, hay una pregunta que nos ayuda a reafirmar o modificar la decisión: ¿Qué quiero realmente para mí? Quizá te suene egoísta, más es extremadamente necesaria.
Pero, ¿qué es la toma de decisión? Es un proceso en el que uno elige por una opción después de haber evaluado los pros y los contras de la misma iniciativa; para poderla tomar es necesario tener un conocimiento previo al respecto, lograr interpretar los hechos así como evaluar los valores involucrados en dicha situación.
También, hay que considerar la rapidez o la lentitud con la que se toma la decisión ya que puede deberse a varios factores como la importancia que le demos, la capacidad de reflexión o la impulsividad de la persona, entre otros.
¿Te parece que todos tomamos decisiones de la misma manera o depende de nuestro estilo, de nuestra personalidad? Los mecanismos cerebrales utilizados por cada uno de nosotros son los mismos pero la forma en cómo realizamos el proceso depende del estilo personal de cada individuo.
Carl Jung, psicólogo suizo, refiere que la personalidad tiene distintos matices y que a la hora de tomar decisiones uno puede optar entre dos estilos diferentes: el tipo pensamiento o el tipo sentimiento.
El tipo pensamiento se caracteriza por buscar una visión más clara y objetiva de las circunstancias: utiliza la lógica y el análisis. Esta enfocado completamente en la tarea, lo importante es analizar en forma objetiva la situación, piensa en causa–efecto. El punto en contra es que es excesivamente crítico, analítico y que poco toma en cuenta a las personas y sus sentimientos.
El tipo sentimiento prefiere tomar las decisiones a partir de los valores personales, se preocupa por encontrar puntos en común y toma en cuenta a todas y cada una de las partes, valora a las personas involucradas en el proceso por encima del objetivo a lograr. El asunto adverso es que cede ante el temor de que los otros lo dejen de procurar.
No es solo decir sí o no a la acción, sino evaluar el tema desde todos los aspectos, vale la pena reflexionar en la siguiente frase del neurólogo Antonio Damasio: “Para tomar una buena decisión tenemos que aplicar sentimientos a los pensamientos”.
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