Opinión

¿Qué es el Burnout?

El siglo XX fue un siglo donde el hombre vivió en la represión de una sociedad disciplinaria, guiada por el deber ser

El siglo XX fue un siglo donde el hombre vivió en la represión de una sociedad disciplinaria, guiada por el deber ser. La negatividad fue la pauta que impulsó lo prohibido, el NO, la certeza de no salirse de aquello que se esperaba de él.

Entramos al siglo XXI con el esquema de una sociedad del rendimiento. Soltamos las cadenas de la opresión para entrar en la positividad encarnado la frase de “Sí se puede”.

Con el evangelio del desarrollo personal en una mano y el culto de la capacidad de rendimiento en la otra, encaramos una manera de enfrentar lo cotidiano, que incluye la forma en que abordamos los conflictos.

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Para quien está viviendo en modo de rendir, no puede haber cabida para los sentimientos negativos. La alabanza al rendimiento, nos priva de ellos, así nos escapamos de los conflictos, echando mano de los antidepresivos que rápido lo vuelven a uno capaz de funcionar y generar nuevamente rendimientos.

Pero pronto la fatiga alcanza los huesos y comienza un estado de deterioro que incluye la falta de motivación debido al agotamiento. Se vive en modo de fracaso y cuando el anhelo de aquello que el éxito había prometido no llega; todo se derrumba.

Competimos con nosotros mismos y caemos en la destructiva trampa de tener que superarnos constantemente, hasta que aparece el burnout como resultado.

El tránsito de una sociedad disciplinaría a una sociedad de rendimiento, dio como resultado el paso a la depresión como enfermedad. El siglo pasado, dio paso a la locura, a la histeria y a los asesinos.


Hoy los habitantes del planeta ya no somos sujetos de obediencia, somos ciudadanos de logros, creándonos como empresarios de nosotros mismos.

Ya no es un estado, ni un síndrome; es una enfermedad. Se acompaña de la sensación de alcanzar un objetivo que no se alcanza. La máxima eficacia y toda la energía que se pone ahí, desgasta y por más que uno trabaja, no hay un punto de reposo gratificante.

Se sufre un colapso psíquico, incapaz de estar a la altura, nos matamos a base de buscar la autorrealización. Nos volvemos víctimas y victimarios de nosotros mismos. Ya no hay un otro que nos esclaviza, ahora nos colocamos los grilletes, inmersos en la ilusión de habernos liberado de la prohibición, de la imposición.

Así en este siglo de la positividad, impera una sociedad sobrexcitada que acaba teniendo rasgos autodestructivos. Nos ataca el cansancio, encerrados en el mundo digital que nos envuelve y al no poder movernos, perdemos el principio de la realidad.

Así la autoexploración que vivimos acompañada de una sensación falsa de libertad, nos lleva a participar en una guerra, donde no hay vencedores.

El rendimiento se contrapone a los rituales y ceremonias, pues dejan de ser operacionales, ya que son un impedimento para la optimización del tiempo y le restan efectividad a la producción. El espacio para el ocio, la fiesta y la relajación se ve entonces empobrecido.


Hoy no tenemos herramientas para enfrentar el conflicto así lo anestesiamos con drogas, alcohol, redes sociales y experiencias. Vivimos en la época de los optimistas.

El apego empobrecido da como resultado una fragmentación abrazada por la automatización. Una incapacidad de convertirnos en nosotros mismos. No es el exceso de responsabilidad lo que nos enferma, es el mandato de lograrlo, convirtiéndolo en un mandamiento.

Por C7 Salud Mental

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