El martes pasado fue el Día Internacional del Internet, la herramienta tecnológica que cambió al mundo y nos puso en la vía de la siguiente revolución industrial, basada en lo digital y en la economía de la información y del entretenimiento
De acuerdo con los datos que se dieron a conocer para México, el reto sigue siendo el mismo de hace un lustro, aunque con ciertos avances: la cobertura en los hogares y el acceso al servicio en amplias zonas del país, específicamente en regiones rurales.
Aunque se le hizo mucha publicidad, la reforma llamada estructural en materia de telecomunicaciones no redundó en una mayor inversión en infraestructura o en un plan de inversión privada que llevara internet a todos los rincones de nuestra nación.
Hoy, a pesar de que existen 85 millones de teléfonos móviles en México, y esta es la forma más utilizada de accesar a la red, menos de la mitad de los hogares cuentan con internet, un 25% tiene una computadora a la mano y solo las ciudades consideradas grandes por población gozan de un servicio de calidad.
Si uno de los principios de los negocios es no romper lo que funciona, en el campo de las telecomunicaciones la regla ha sido, tristemente, no invertir más, si el mercado da lo suficiente para la industria.
Sin embargo, el potencial de un país de cerca de 130 millones de habitantes no puede descansar solo en la telefonía celular y en el consumo de dispositivos móviles. Tampoco en la visión corporativa que se orienta en los ingresos por publicidad y en el cobro de datos para navegar. El internet, por su origen, es también un servicio público y una herramienta para el desarrollo que no tiene paralelo.
Con base en las cifras mencionadas, las mujeres han superado a los hombres (entre muchos rubros de la vida cotidiana) en el tiempo de navegación; pero todavía no en el comercio electrónico, mientras que las y los jóvenes pasan mucho tiempo en la red entreteniéndose, a la par de que con ello alimentan una industria billonaria de videojuegos.
Las compras en línea han superado expectativas, después de un auge provocado por la pandemia, pero están lejos del promedio de otras naciones desarrolladas. No así los delitos cibernéticos, que ahora confirman, por su incidencia anual, el surgimiento de un sector criminal asentado ya en el ciberespacio que, entre todos, sociedad y gobierno, debemos combatir.
Ante la aparición de aplicaciones avanzadas de inteligencia artificial, cuestionadas por sus mismos creadores respecto de los riesgos que representa su alcance, y de otras funcionalidades, reducir la brecha digital es un reto para cualquier gobierno del mundo. Y eso solo se logra acercando la señal a la mayoría de la gente.
El plan de dotar de señal al país fue una iniciativa del Gobierno de México, la cual significó la inversión en una compañía, Altan, que tiene la misión de colocar las miles de atenas necesarias para enlazar a la República como nunca sucedió en las estrategias privadas que tuvieron como base la rentabilidad.
Solo que esa renta siempre es más atractiva cuando se amplía la base de usuarios y de consumidores potenciales; aunque no es el único objetivo, porque hay uno social que es la inclusión digital de millones de mexicanos.
Lo importante es que las telecomunicaciones son un campo y una industria en la que el consumo y el sentido social se benefician entre más cobertura se pueda alcanzar. Es un bien y es un derecho ciudadano, de los que todos nos beneficiamos.
El Inegi, una institución confiable y respetada, cuenta con muchos datos actuales acerca del lugar en el que estamos en acceso a internet y hasta dónde podríamos llegar si como sociedad demandamos que el mercado y la dimensión social caminen al mismo paso.
Por lo pronto, como consumidores debemos insistir en el mejor servicio posible y en el acceso a redes cada vez más rápidas y modernas, así como en una navegación segura y políticas corporativas respetuosas de nuestra privacidad, uso de datos personales, y buenas prácticas de comercio electrónico.
Internet no puede quedarse nada más en proporcionar entretenimiento o en comprar bienes y servicios, su verdadero beneficio es el intercambio libre de conocimiento, información fidedigna y el contacto inmediato con gente que está a miles de kilómetros.
La siguiente etapa de la Humanidad será tecnológica y por ello nadie puede quedarse rezagado. Pasan los años y los avances en ese punto preciso, la desigualdad digital, todavía quedan a deber. Hay que cambiarlo.