Segunda y última parte
La entrega pasada tocamos el aspecto de las consecuencias de El Niño en el planeta; ahora mencionaremos los estragos que causa en nuestro país. Según datos también del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, se prevé una disminución de las precipitaciones en el centro y sur de la república, lo que podría propiciar condiciones de sequía.
También afectaciones en el impacto de los huracanes: cuando El Niño se presenta, la formación de estos meteoros se reduce en zonas cercanas al Golfo de México y El Caribe, pero aumenta en el Pacífico.
Sobre el aumento de la temperatura tan elevado que vivimos en los últimos dos meses, afirma el Instituto que también se relaciona con El Niño. Junio fue el mes más caliente a nivel mundial, en un poco más de 0.5 grados Celsius, superando ampliamente el récord de junio de 2019.
Sin embargo, otro de los daños colaterales devastadores de este fenómeno que la población resiente directamente tiene que ver con la salud de las personas en distintas regiones de la república, especialmente en cólera y dengue.
Se han detectado casos de cólera en Colima y Mexicali y los especialistas opinan que esta infección tiene que ver directamente con la ingesta de agua contaminada, como consecuencia de que los cambios climáticos pueden provocar una afectación en la calidad del agua purificada, el aumento de la lluvia, e inundaciones que contaminan los mantos acuíferos.
Por lo que se refiere al dengue, este es causado por la picadura del mosquito Aedes aegypti y las grandes precipitaciones fluviales provocadas por El Niño ayudan a que este insecto mejore sus áreas de crecimiento que va directamente con la transmisión de la enfermedad en zonas tropicales.
La pregunta es: ¿Qué se debe o se puede hacer para prevenir los efectos de El Niño? Más que respuesta, amables lectores, existen recomendaciones. Los expertos señalan que es crucial que los gobiernos, incluido el mexicano, estén preparados para hacer frente a los impactos, cada vez más graves, de este fenómeno.
Esto implica, dicen ellos, implementar medidas de adaptación y resiliencia, fortalecer sistemas de alerta temprana, promover prácticas agrícolas sostenibles y tomar acciones para mitigar los efectos negativos en la población y en los ecosistemas.
¡Muy bien en el discurso! Sin embargo, amables lectores, en la realidad las cosas son muy distintas, al menos en nuestro país. ¿Cuántas de estas medidas se realizan en México? ¡Ninguna! Al contrario, se va en contra de apoyar a la ciudadanía para mitigar los efectos de El Niño.
Va un ejemplo que se da en el sector del campo mexicano, tal vez uno de los más afectados por el calentamiento global y las sequías que provoca. El gobierno federal retiró el subsidio al campo, lo que deja en plena indefensión a los agricultores que no tienen recursos para adquirir tecnología que les ayude a contener los efectos del cambio climático: sistemas de riego eficientes, ayuda satelital de detección de olas de calor, programas de conservación de suelo.
Es crucial que se retome la política de subsidios al campo y que no quede en mera petición que se pierda en el laberinto de los discursos mediáticos de palabras huecas. Por lo pronto, que El Niño nos agarre confesados.
Hasta la próxima.