Por Norma Magaña R.
La culpa es una emoción mal llamada negativa, dado que sus implicaciones, motivos, recursos, arrebatos, también son benéficos.
Sí, la culpa nos detiene cuando hemos cometido algún acto que va contra nosotros mismos, de otros, de nuestros valores, ideales u objetivos, sueños… la variedad de transgresiones es infinita.
Sin embargo, cambiando la narrativa, también nos invita a revisar el porqué de lo vivido, acontecido, sentido, experimentado. Nada más aterrador que darnos cuenta del error cometido. Va en detrimento del amor propio, de la paz personal y de las relaciones con los implicados. Aún cuando sea algo que sólo nos afecta a nosotros, internamente estará al acecho para presentarse a la mínima oportunidad.
Nos roba el aliento, y toma tiempo de nuestro diario vivir, por lo tanto, algunas acciones resultan necesarias:
- Analizar que la provoca, cuáles sentimientos me generó el momento o la situación; que me llevó a actuar de esa manera, cuáles son las implicaciones de mi actuar, de que otra forma hubiera podido reaccionar.
- Con las respuestas puedo descubrir su raíz, que toca en lo profundo de mí, a qué eventos me refiere, por qué me engancho; lo cual me lleva a cómo prevenir ese tipo de reacciones, y como ser resiliente en futuras ocasiones.
- Elegir una persona de confianza, con quien compartimos un vínculo cercano, leal, de confianza, capaz de escuchar sin juicio, ni afán por resolverla, aligera la carga, y pone en perspectiva los hechos.
- Escribir sobre el hecho, los detalles, las implicaciones, las posibles opciones, las salidas viables, la reparación (si fuera el caso), permite autodistanciarnos (tomar distancia, dicen que los toros se ven mejor desde la barrera), ver con algo de objetividad el evento, resta cargas al tener una perspectiva diferente.
- Si, todo lo anterior es insuficiente para expresarla, buscar ayuda profesional, es recomendable.
La culpa nos permite indagar dentro de nosotros, es una emoción que nos alerta en situaciones incómodas, en lugar de negarla, toca sentirla y permitirle expresar lo que nos quiere decir, así podremos aprender a gestionarla, y también a tomar responsabilidad de nuestros actos.
Sin embargo, también existe la culpa por hechos no atribuibles a nuestro actuar, (como el abuso, la violencia física, psicológica o sexual, la omisión de cuidado, la violencia intrafamiliar, el divorcio de los padres o la pérdida de un miembro de la familia a temprana edad, por citar algunos); cuando aún no sé es capaz de entender que sucede, ni mucho menos enfrentar este tipo de situaciones, la culpa puede quedar enquistada, atribuyéndonos, sin desearlo, la responsabilidad indirecta de los actos de otros; tornando nuestro actuar a modo sobrevivencia, en estado de alerta (inconsciente la mayor parte del tiempo), pues en nuestro cerebro se activa un swicht, encendido por esas experiencias, que no se apaga a voluntad, sino que responde de manera mecánica inconsciente a los estímulos que percibe como amenazantes, generando culpa y desasosiego profundo, en cuyo caso es indispensable buscar ayuda profesional, a fin de liberarla de la mejor manera posible.
En C7 Salud Mental te brindamos la oportunidad de encontrar los nudos emocionales que te impiden estar bien.
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