En esta contienda electoral somos testigos de una campaña que, en otros tiempos, habría resultado absurda y no habría merecido mejor atención que la mofa y el desprecio. Sin embargo, los bajos estándares políticos y el nulo análisis cívico que caracterizan a México desde hace tres sexenios, permiten que hoy veamos en medios electrónicos, prensa y por supuesto en las redes sociales, una propuesta electoral sin sentido que aun así lidera las preferencias: la del partido “morena”.
Hoy, en todos los municipios del país, el partido “morena” va por calles y plazas ofreciendo al electorado más homicidios y más desapariciones; menos medicinas y menos vacunas; más robos al erario, y más privilegios para la casta gobernante. Y lo hace sin el menor rubor: ofrece que “siga la transformación”, cuando la seguridad, la salud y la educación han sido demolidas por su gobierno; habla de un “segundo piso”, cuando sus obras de infraestructura colapsan antes de ser inauguradas; habla de “combate a la corrupción”, cuando personajes prominentes de su administración son exhibidos justamente como ladrones.
El régimen federal emanado de “morena” ha fallado en casi todo, y amenaza con fallar pronto en lo que aún funciona con medianía, pero al electorado no parece molestarle mucho. Y pasa igual en muchos ambientes locales: los gobiernos estatales abanderados por “morena” han desmantelado la seguridad de sus gobernados en tiempo récord; Colima, Quintana Roo y Zacatecas son entidades que hoy se pudren en violencia y dolor bajo el membrete guinda, pero eso no impide que en sus calles se vean personajes promoviendo el voto por los responsables del desastre.
¿Cómo es posible eso? ¿Por qué los culpables de una tragedia tan amplia pueden andar por las calles haciendo campaña para que el desastre continúe? Un partido cuyos gobiernos estatales y municipales, junto con el federal, han fracasado en forma tan dolorosa para los ciudadanos, no debería recibir el menor beneficio de la duda; no debería gastar dinero público para promoverse, sin ser visto con desprecio; no debería pedir el voto de sus propias víctimas, sin recibir un indignado rechazo. Y, sin embargo, sus candidatos y matraqueros aparecen en las calles y las redes sociales pidiendo con criminal descaro que los vuelvan a votar; no para corregir su desastre sino para que el mismo continúe; así, sin matizar: “que siga la transformación”.
En el viejo modelo político mexicano, previo a la normalidad democrática que conquistamos el siglo pasado, el partido en el poder buscaba reinventarse en cada elección para ser validado por un nuevo período; para ello convertía al presidente saliente en un paria, en el responsable absoluto del desastre, y presentaba a su pretendido sucesor como un compendio de virtudes que habría de corregir el rumbo. Hoy, en esta intentona fallida por restaurar aquel viejo modelo, el régimen de “morena” ya ni siquiera pretende venderle al electorado esa puesta en escena: en el colmo del descaro, ofrece más de lo mismo que ha enlutado millones de hogares en México.
Y la sociedad mexicana, absurdamente, no sólo lo tolera, sino que un sector de ella lo aplaude. Un sector amplio, por cierto; uno que podría regalarle seis años más a “morena”, para que termine de destruirnos. Es trágico.
CAMPANILLEO
Así visto, quizá tenga sentido que la oposición nacional busque mimetizarse con el régimen: en una de esas votan por ella, creyendo hacerlo por él.