Por Connie Molina
Explica la Escuela de Medicina de Harvard (HMS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos que:
“Según expertos en psicología el azúcar activa una parte del cerebro que produce las llamadas “hormonas del bienestar” como son la serotonina y la dopamina que se relacionan con sensaciones que producen felicidad, euforia, placer y satisfacción y en donde podemos llegar hasta a sentir amor... Para estimularlas bastan gestos simples como meditar, hacer ejercicio, reír y enamorarte.
Un sábado cómo tantos, aunque diferente, Mayela se sentó cómodamente a tomar su café de la mañana, curiosamente esta vez tendría tiempo de planear que quería hacer durante el día y no cómo otros en los que corría igual que lo hacía entre semana para aprovechar al máximo el único día en que podía hacer actividades cómo ir al salón, tintorería, banco o lo que fuere.
De repente escuchando un programa en dónde se hablaba de relaciones de pareja sintió que el tiempo le caía encima como cascada, volteó hacia atrás algunos años para preguntarse en qué momento habían pasado no una sino dos o tres décadas sin estar en una relación de pareja.
Claro que había tenido amores pasajeros no por eso menos apasionados o satisfactorios, pero un amor de esos en los que no solo compartes los momentos, el cuerpo y las ideas; sino el alma, de esos ya casi se había olvidado, todo lo tenía guardado en el cajón de las experiencias pasadas.
Había aprendido a disfrutar de su soltería, de la compañía de sus amigas y amigos, sus hijos, y demás personas que se cruzaban por el camino, había hecho terapias, cursos, trabajado en su amor propio, en su desarrollo profesional y personal, es más estaba en un momento de su vida en que podría decir que se sentía plena, así que eso de los amores le había dejado de hacer ruido hacía algún tiempo ya.
Lo que escuchó le hizo pensar que tal vez ahora estaba justo en ese momento en que tal vez podría atreverse a elegir y decidir por ella misma si quería estar o no en una relación de pareja, justo ahora que por aras del destino o “que se yo” acababa de conocer a cierto personaje que no le era para nada indiferente y que le había recordado lo que era eso que sabía a “un poquito de azúcar para el alma” ….
Crecemos con un montón de creencias locas de cómo debe de ser una relación de pareja que solo nos dejan un sufrimiento enorme y que nos hacen renunciar a quienes somos y a lo que realmente queremos. “Que sí venimos a este mundo para encontrar a nuestra alma gemela, a nuestra media naranja, que sin pareja no valemos, etc.”; nos enseñan a ser complacientes, a no decir lo que queremos, a callar lo que nos molesta, a renunciar a lo que no nos hace felices con tal de encajar con el otro.
Nos relacionamos y formamos vínculos esperando que el otro sea nuestro padre y madre, queremos que sea nuestro terapeuta, la medicina que cure nuestras heridas más profundas, los traumas infantiles y que además nos llene en todos sentidos; entonces dejamos de sentir y así se nos puede pasar no una, ni tres, o cinco décadas, sino toda la vida cumpliendo expectativas que ni siquiera son nuestras.
Sería bueno tener en cuenta que el exceso de azúcar, así como el no reconocer nuestras emociones, pueden contribuir a problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión.
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