La senadora Xóchitl Gálvez se ha convertido, en apenas dos semanas, en la aspirante más reconocida a la candidatura presidencial por el Frente Amplio por México. Su estilo personal de comunicar, desenfadado y folclórico, ha sido bien recibido por los usuarios de redes sociales.
Su posicionamiento, sin embargo, no se debe tanto a la forma de su mensaje sino a la temática y profundidad que alcanza, las cuales se limitan a contestar lo que el licenciado López lanza desde la kermés de cada mañana. Esa estrategia, esa “lopezdependencia” que paga bien entre ciertos sectores a corto plazo, puede resultar dañina para la senadora a mediano plazo, cuando deba capturar la simpatía y el voto de la clase media.
La apuesta electoral del Frente y, quiero creer, de la senadora Gálvez, es por la clase media; así lo determinan la historia del Pan y la del sector priista que sobrevive bajo el membrete tricolor; así lo señala, también, el sofisticado proceso para elegir a su candidato: son los miembros de ese estrato social quienes tienen la alfabetización cívica suficiente para comprender lo que está en juego en 2024, al punto de participar en forma consistente desde un año antes de la elección.
Así entendido el segmento electoral del Frente, es mala señal que su aspirante más conocida sea alguien que se proyectó a nivel nacional tocando la puerta de López, y que hoy se limita a orbitar su discurso utilizando para ello un estilo y una imagen populistas. Sí, el populismo suele ser bien recibido en Latinoamérica, pero es precisamente en la clase media donde encuentra resistencia, y hoy en México, después de cinco años de destrucción populista, es aún más firme su rechazo a los planteamientos simplones y los discursos electorales abstractos: quien se refugie en ellos de cara a 2024, será visto con recelo por los votantes clasemedieros y no va a contar con su apoyo generalizado y decidido.
De tal suerte que hoy la senadora Gálvez ya debería ser capaz de nutrir su discurso con algo más que respuestas oportunas y pintorescas, dirigidas al también oportuno y pintoresco huésped de palacio nacional. Un intercambio así de fluido y estridente tiene, por naturaleza, muy poco sustento: es sabido que el tambor más ruidoso es también el más hueco; es sabido, también, que para discutir se necesitan dos, y que entre más se prolongue el intercambio, más equivalentes son sus participantes. Eso, en tanto que aspirante a candidata de la clase media, es veneno.
No propongo dejar sin respuesta los ataques de López; tampoco cambiar la imagen y estilo de la senadora Gálvez. Propongo que ella hable ya de otros temas, más cercanos y menos chocantes para el tipo de votantes que el Frente busca, y que las respuestas al régimen no pasen por su persona en cada ocasión, pues la hacen ver como un subproducto del discurso lopista, cosa que, quizá de algún modo, sea hoy.
De no evolucionar pronto el discurso de Gálvez, quedará constreñido sin remedio a los temas y tono que los guionistas de López elijan, y un discurso tan predecible y monocorde no va a inspirar ni a movilizar a suficientes adeptos; podrá ser cada vez más estridente y enardecer a los simpatizantes ya logrados, pero no permitirá ampliar el alcance. Cuidado con ese camino.
CAMPANILLEO
La clase alta no sufre mayor daño en un sexenio, aunque elija mal; la clase baja no goza de grandes avances en un sexenio, aunque elija bien. La decisión sexenal sólo es definitoria para la clase media.