El escritor que acaba de fallecer, Mario Vargas Llosa, fue reconocido por su Premio Nobel de Literatura en 2010, cuyo nombre está ligado a la narrativa latinoamericana, al pensamiento crítico y al análisis de la sociedad contemporánea.
Pero pocos conocen su relación con el deporte, en especial con el futbol, disciplina que abordó desde una perspectiva más reflexiva que pasional.
En múltiples artículos y columnas de opinión, el autor de “Conversación en La Catedral” escribió sobre el futbol como un fenómeno social, capaz de movilizar masas, construir identidades colectivas y generar emociones profundas como las que produce una obra de arte.

Para Vargas Llosa, el deporte —y el balompié en particular— podía ser una especie de religión, un ritual donde los fanáticos proyectan sus anhelos, frustraciones y sueños.
En su ensayo “El futbol, una religión laica”, el escritor expuso cómo este deporte reemplazó en muchos sentidos el fervor religioso de otras épocas.
La devoción por un equipo, los cánticos, los estadios como templos, los ídolos deportivos como santos modernos, todo forma parte de una celebración que trasciende lo físico o competitivo.
Sin embargo, el autor también fue crítico con la comercialización extrema del deporte y su utilización con fines políticos. Para él, cuando el deporte se convertía en espectáculo vacío o en herramienta de manipulación ideológica, perdía gran parte de su valor cultural.
Aunque no se consideraba un fanático, Vargas Llosa confesó disfrutar del tenis como ejercicio personal.
Practicaba este deporte con regularidad, no por ambición atlética, sino como una manera de mantener el cuerpo en movimiento y liberar tensiones.
En sus novelas, el deporte rara vez fue protagonista, pero aparece de fondo en escenarios como el colegio militar de “La ciudad y los perros”, donde la disciplina física y el entrenamiento marcan el carácter de los personajes. Así, el deporte es parte del paisaje social que retrataba.
Vargas Llosa indicó que el deporte no es solo sudor y competencia: también puede ser una ventana para entender la cultura, la política y las sensaciones humanas.
Como todo buen narrador, sabía que detrás de cada gol hay una historia que vale la pena contar.