En estos días, muchos mexicanos se pondrán frente a la pantalla para aprovechar a ver series con motivo de las vacaciones de Semana Santa y Pascua. Pero hay películas que no pasan de moda y regresan a la televisión, y todos los años, por Semana Santa, volvemos a ver el gran clásico Marcelino, pan y vino, una cinta que se estrenó en 1955.
La historia narra la vida de Marcelino, un huérfano que crece en un monasterio. Un día le da un trozo de pan a una vieja figura de madera de Jesús, que en realidad toma el pan y se lo come. Obteniendo un deseo concedido por su donación: Marcelino desea ver a su madre.
El niño que protagonizó la cinta era Pablito Calvo, que a los 5 años, hizo llorar con su papel y a lo largo de su vida estuvo consciente de haber marcado a varias generaciones.
Quién no recuerda aquella mítica escena con el crucifijo de la pared encarnándose en Jesús ante la mirada atónita de un niño angelical. Muchos lloraron con Marcelino, pero su fama también atravesó fronteras y la película fue laureada en festivales internacionales como Berlín o Cannes.
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El pequeño con sus expresivos ojos y rostro angelical se robó los corazones de la audiencia, con una cinta que es icónica.
Uno de los principales diálogos de la cinta se centra en:
¿Y cómo son? ¿Qué hacen las madres?
—Dar, Marcelino, siempre dar.
—¿Y qué dan?
—Dan todo. Se dan a sí mismas, dan a los hijos sus vidas y la luz de sus ojos, hasta quedarse viejas y arrugadas.
—¿Y feas?
—Feas, no, Marcelino. Las madres nunca son feas.
De la fama al olvido
Pablito Calvo realizó más películas, pero ninguna superó a Marcelino, pan y vino. El actor español falleció repentinamente un martes 1 de febrero de 2000, víctima de un derrame cerebral, cuando tenía 50 años. Sus restos fueron incinerados en Alicante, donde residía.
Interpretó ocho películas antes de retirarse del mundo del cine al alcanzar la adolescencia. Desde 1986 vivía en Torrevieja, donde regentó varios negocios relacionados con la hostelería y bienes y raíces.
