En redes sociales se ha podido observar la buena relación que Erika Buenfil mantiene con su hijo Nicolás. Sin embargo, lo que muy pocos saben es el proceso que esta ha llevado para poder guiar al joven por el camino del bien, hasta convertirse en la persona que es hoy en día.
De esta manera, la famosa decidió romper silencio para hablar un poco del sacrificio que ha hecho para poder criar a su hijo como madre soltera, sobre todo por el hecho de que, en ese entonces, Buenfil se encontraba en la cima de su carrera como estrella de telenovela.
Erika Buenfil explica lo difícil que ha sido ser madre soltera
Erika Buenfil empezó contando que, a pesar de su edad al momento de embarazarse, todo el proceso se dio de manera exitosa.
“Yo me embarazo de 39 años, (una edad) difícil, porque aparte pues ya no estás tan chava, pero bendito Dios con salud, y no tuve un embarazo feo, sí fue cesárea, pero forzosa, ya tenía una edad en la que mis músculos no eran tan flexibles como cuando estás muy joven”.
La artista también detalló que, en ese entonces, no pudo seguir trabajando para poder criar a su hijo, teniendo dificultades económicas por este motivo, pues, además, tampoco contó con el apoyo de Ernesto Zedillo Jr. para cuidar y mantener a Nicolás.
“Fue bien difícil porque yo estaba sola, hice todo lo necesario para formar una familia, no se me dio, el no tener trabajo entonces te limita el no tener entradas de dinero, precisamente para lo más básico, que su escuela, vivir ¿no?, olvídate de privilegios, sino que coma bien, los doctores, que va creciendo, que la escuela, que los zapatos, que el uniforme, que los libros, todo ese tipo de cosas”.
Por otro lado, ‘La Reina de TikTok’ confesó que no se guarda rencor al padre de su hijo, ya que, este le dio el regalo más preciado que pudiera tener.
“No, ni le tengo rencor, ni le deseo nada malo, al contrario, me hizo el mejor regalo del mundo, que es poder ser mamá de un niño hermoso”.
Además, dijo que más allá de todas las dificultades, el mirar al pequeño en sus brazos era lo que la hacía volverse más fuerte.
“Y su mirada, su sonrisa, su olor, sus manitas, decía yo ‘él no sabe, y no tiene por qué saberlo’, y seguimos adelante, y estoy muy bien, y estoy a todo dar, fue lo mejor que me pudo haber pasado”.