Jalisco

Se cumplen 33 años de las explosiones del 22 de abril en Guadalajara

Las explosiones de 1992 son uno de los eventos más trágicos registrados en la era moderna de Guadalajara

Este accidente ocasionado por la acumulación de hidrocarburo en las cloacas de la capital de Jalisco provocó la muerte de cientos de tapatíos y la desaparición de miles más. ESPECIAL
Explosiones del 22 de abril de 1992. Este accidente ocasionado por la acumulación de hidrocarburo en las cloacas de la capital de Jalisco provocó la muerte de cientos de tapatíos y la desaparición de miles más. ESPECIAL

Es la mañana del miércoles 22 de abril de 1992 y los tapatíos que transitan las calles del sector Reforma lo hacen de forma habitual para cumplir con sus actividades del día. Algunos vienen desde otras colonias a trabajar en las importantes calles de la zona conocidas por su variedad de comercios, los cuales van desde la venta de refacciones automotrices hasta ferreterías, tlapalerías y llanteras próximas a grandes avenidas como la Calzada Independencia, Jesús González Gallo y la avenida Revolución. Otros sólo van de paso en el transporte público, y algunos más, posiblemente la mayoría, son lugartenientes.

Desde días anteriores el fuerte olor a gasolina proveniente de las cloacas de vialidades altamente transitadas como Gante, Río Nilo y la Calzada del Ejército no deja dormir a los vecinos, quienes comienzan a sospechar que algo no está bien en el subsuelo de colonias como Analco, Olímpica y Atlas. Las alcantarillas parecen expedir humo, y el agua que brota de los grifos de los hogares se siente más espesa y deja un profundo olor al hidrocarburo en cualquier objeto que es enjuagado con este.

Los reportes hechos a las autoridades para atender esta situación han sido medianamente escuchados, y eventualmente los bomberos han acudido a los puntos con más quejas para supervisar que todo se encuentra en orden, pero sólo se han limitado a abrir algunas alcantarillas y suministrar agua a presión para dispersar la concentración del combustible. Sin más inconvenientes, han pedido a los vecinos de las referidas colonias no alertarse, pues no había nada de que preocuparse.

“Yo tenía a mi hija en el taekwondo en [la calle] 5 de febrero, entonces, cuando la recogí, pasé por una calle que se llama Río Poo, y estaban ahí unos [elementos] de Protección Civil y Bomberos, y les pregunté que qué pasaba, y me dijeron: ‘algún desocupado tiró thinner en el drenaje, y estamos echando agua’”, recuerda la señora Irma García, quien por entonces, y ahora, es vecina de la colonia Olímpica de Guadalajara.

A más de tres décadas de la mañana que lo cambió todo

Eran las escasas de 10 de la mañana del miércoles 22 de abril cuando Irma, quien vivía sobre la calle Río Nazas, se encontraba planeando lo que desayunaría con sus hijas, cuando de repente sintieron como si la tierra bajo sus pies se hubiera absorbido por unos breves instantes:

“Eran vacaciones, y me acuerdo que mis hijas y yo nos levantamos tarde y apenas estaba viendo qué iba a darles yo de desayunar y de repente sentimos como si se chupara la tierra, y luego el estruendo. Afortunadamente no habíamos salido ni mi hermana mayor ni yo a la tienda, sino nos hubiera tocado ahí”, recuerda. “En Boulevard y Río Bravo es en donde llegó la explosión”, agrega, haciendo referencia a una de las 10 explosiones que despertaron a la ciudad.

Tras enterarse de que a escasos metros de su casa había estallado una de las calles que tanto ella como sus hijas solían recorrer, recuerda que se apresuró a vestirse y salió de su domicilio con ellas de la mano. Los vecinos comenzaban a ser enviados y reunirse a lo que en su momento fue el estadio de Los Charros ubicado entre la avenida Revolución y la Calzada Olímpica.

“Era terrible, todo lo que es ahí Río Bravo, Gante. Yo me acuerdo que ahí en la calle de Gante había una vecindad, y me acuerdo que en vacaciones los niños salían ahí a jugar desde las 10 de la mañana. Pues todo eso desapareció. Eso fue muy difícil, la verdad. Mucha gente conocida, los señores de la tienda y así que desaparecieron. Ya no supe yo qué pasó con ellos”, explicó.

Oficialmente se sabe que fueron por lo menos diez explosiones por acumulación de hidrocarburo en el drenaje del sector Reforma. ESPECIAL/ GOBIERNO DE MÉXICO
Guadalajara: Explosiones del 22 de abril de 1992. Oficialmente se sabe que fueron por lo menos diez explosiones por acumulación de hidrocarburo en el drenaje del sector Reforma. ESPECIAL/ GOBIERNO DE MÉXICO

En otro punto de la ciudad, Luis Servín, quien por entonces, tenía 48 años, se encontraba en la oficina de su trabajo ubicada en Zapopan, a unos 10 kilómetros de la colonia Analco cuando, asegura, sus compañeros y él escucharon “un trueno muy fuerte”. Serían, aproximadamente, las 10:30 de la mañana:

“Un compañero salió y dice: ‘oigan, algo pasó por el [parque] Agua Azul. Que una explosión, y muy grande. Y hasta cerraron con la [calle] de R. Michel’”, recuerda. “Supimos que había una detonación muy fuerte, que habían explotado las calles. Era un corredero de gente para todas partes”.

“Hubo quien fue inmediatamente, pero dijeron: ‘No, no se puede entrar. Explotó la calle completamente. Hay gente muerta encima de las casa, enterradas entre el escombro que cayó. Hay carros arriba de las casas. Y lo más potente es que al cruce de una de las calles explotó. La tierra se salió. Fue tan profundo el hoyo que un camión lleno de pasajeros se hundió con todo y pasaje’. No se sabe si esos [pasajeros] murieron todos. Iba lleno, y ya no los volvieron a ver porque había tierra, piedras, ramas de árboles. Gente llorando, gritando para un lado y para el otro”, narra el señor Luis, quien tenía su domicilio a unas cuadras del parque “La Penal” y San Juan Bosco.

Aunque el número oficial de fallecidos es de 212, vecinos que la ciudad que presenciaron el trágico episodio y sus consecuencias hablan de cientos de cadáveres tanto en la superficie como bajo los escombros. ESPECIAL
Guadalajara: Explosiones del 22 de abril de 1992. Aunque el número oficial de fallecidos es de 212, vecinos que la ciudad que presenciaron el trágico episodio y sus consecuencias hablan de cientos de cadáveres tanto en la superficie como bajo los escombros. ESPECIAL

“Allá por la casa, por la [calle] 54, que era por donde vivíamos en ese tiempo, pasaba la gente. No dos ni tres. Hazte de cuenta que había explotado algo y corría la gente en cantidades gritando, y [diciendo]: ‘Sálganse, porque va a explotar’ y sabe qué tanto. Yo hasta después pasé por ahí, y pues no, estaba espantoso, pero ya no te dejaban entrar, estaba acordonado todo”, agregó.

“Yo conocí a varias personas por ahí y a muchas ya no las vi. Uno que sí era contador [compañero de su trabajo] dice: ‘pues mi papá se fue en eso. Y así, cosas tan crueles que se quedaba uno que no sabía qué hacer”.

“Duró mucho tiempo en recuperar la tranquilidad la gente, porque andar por esa calle te daba escalofríos. Sentías sabe qué”, resalta.

Luis recuerda la impresión que causaba el número de calles que habían sucumbido bajo los pies de los vecinos del sector Reforma, las cuales, señala, se extendieron desde la Calzada Independencia, en el centro de la ciudad, hasta R. Michel y Río Nilo. También asegura que el tamaño de la tragedia no fue más grande debido a que en el cruce de la Calzada Independencia con la avenida Javier Mina ya se habían comenzado las obras de construcción de la línea 2 del Tren Ligero, lo que permitió que el hidrocarburo se disipase.

Gerardo Sánchez, quien por entonces tenía 13 años, recuerda que se encontraba con sus padres y hermanos en su casa ubicada en la colonia Tetlán cuando comenzó a difundirse en el radio las recomendaciones para mantenerse a salvo:

“Dijeron por el radio que toda la gente que estuviera en el centro, en las zonas de allá, que se fueran hacia el parque de La Solidaridad [al oriente de la ciudad] porque no se sabía si iba a haber réplicas”, compartió, asegurando que antes de la tragedia no se dimensionó lo que podría ocurrir.

Aunque el número oficial de fallecidos ascendió a 212, vecinos del sector Reforma y de voluntarios que intentaron acercarse a ayudar en las maniobras de rescate aseguran que esta cifra se queda “corta” comparada con la cantidad de cuerpos que lograron ver enterradas entre los escombros. Entre estos fallecidos, teoriza Luis, teme que se hayan podido encontrar amigos suyos que eran, al igual, que él, originarios de Puruándiro, Michoacán. Desafortunadamente, cree que podrían haberse encontrado al interior de su domicilio, ubicado en una de las calles que más afectadas se vieron en este trágico episodio: “Ya no los volví a ver”.

Aunado a esta familia, recuerda también con pesar que tampoco volvió a ver a otras personas que vivían en esta zona. “Los fui a buscar y no los encontré. No supe de ellos. Ya después no fui para allá”.

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Guadalajara: Explosiones del 22 de abril de 1992. ESPECIAL

Se les pidió evacuar: Cosío Vidaurri

Cecilia Sánchez, una de las hija de Irma, recuerda con enojo el momento en que escuchó al entonces gobernador de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri (1929-2019), declarar que se les había pedido a los vecinos de estas colonias que evacuaran la zona, lo cual, afirma Cecilia, nunca ocurrió:

“Yo me acuerdo perfectamente que una vez que mi papá va por nosotros a Jardines de la Paz íbamos pasando justamente por Juárez y 16 de Septiembre y había una rueda de prensa con Cosío Vidaurri, porque era el gobernador [de Jalisco] en ese entonces, y estaba diciendo que a nosotros se nos había dicho desde la noche anterior que evacuáramos que porque eso iba a explotar y no es cierto, en ningún momento”, detalla.

“Me acuerdo que Cosío Vidaurri metió retroexcavadoras a horas de haber pasado eso y llegó Salinas de Gortari [expresidente de México] y lo paró en seco que porque podía haber víctimas todavía vivas, y que con eso los podía matar, cercenar”, añade.

Gerardo, quien después se licenció como arquitecto, también reflexionó sobre el problema que supuso el comenzar a retirar los escombros a contrarreloj para evitar focos de infección contra toda posibilidad de que hubiera personas aún atrapadas.

“En este tipo de cuestiones al tercer día ya tienes que meter máquinas porque tienes que retirar el escombro. Tienes que retirar los cuerpos [vivos o muertos] se empiezan a descomponer, entonces pueden ser focos de infección”, ahondó.

A 33 años de una de las tragedias más mortíferas de la era moderna de Guadalajara, los tapatíos que la recuerdan desde diferentes puntos de la ciudad lo hacen con empatía y solidaridad hacia con las personas que perdieron familiares y amigos en este episodio que, aseguran expertos, se pudo evitar.

Con más de diez kilómetros de tierra removida por los estallidos, aunque se habla oficialmente de apenas de unos desaparecidos y mil 800 heridos, lo cierto es que en la memoria colectiva de La Perla Tapatía estas cifras no reflejan ni la mitad de lo que verdaderamente se vio en las calles.

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