Algarabía

Del gaznate a los nachos: delicatessen de butaca

Por Babel

La combinación palomitas-soda no es fortuita, desde sus inicios espolvoreaban las palomitas de sal en exceso para causar sed ilustrado por Sr. Calceta

Decía Julia Child que la vida por sí misma es una auténtica comilona, así que hay que aprovechar todos y cada uno de los momentos que tenemos para hacerlo, incluso cuando compramos un boleto para ver el último estreno de nuestro director favorito. Piénselo, ¿qué sería de las idas al cine sin el respectivo combo con el que acompañamos una película?

Ahora, lo que comemos dentro de una sala de cine se ha convertido en algo tan importante como lo que pasa en la pantalla, sólo hace falta recordar las palomitas que estuvieron ahí cuando nos tomaron la mano por primera vez; el refresco que alguien nos derramó cuando intentaba pasar por entre las butacas o las cervezas que metíamos de contrabando con nuestros cuates.

Pareciera que le entramos a los combos y paquetes para añadirle una experiencia de sabor a lo visual, una que ha cambiado con el tiempo, pues no es lo mismo aquello que nuestros padres o abuelos se llevaban o compraban y lo que actualmente se consume. Hagamos entonces una arqueología de los delicatessen que nos han acompañado cuando se apagan las luces y comienza la acción.

El dúo magnífico: palomitas y refresco

¿Cómo es que algo tan simple y fácil de hacer como las palomitas le hizo frente a un problema tan gordo como la recesión en los EE. UU.? En los años 30, las palomitas de maíz se popularizaron gracias a que los dueños de los cines se sirvieron de ellas para evitar la bancarrota. Verá, todo era ganancia, no sólo porque ingresaba el boleto de entrada, sino también por el consumo dentro de las salas.

Las palomitas —o rosetas, cotufas, pipocas o simplemente popcorn— tienen una doble ventaja: son fáciles de producir y tienen un costo muy bajo, por ello no tardaron en ser las primeras compinches, junto con las sodas de sabor, de las proyecciones.

Desde la década de 1950 hay dos gigantes productores de refresco que pelean la preferencia de los consumidores, y ninguna de las dos marcas tenía tanta popularidad en el mercado hasta su inclusión en las dulcerías de los cines, lugar que aprovecharon para publicitarse.

La combinación palomitas-soda no es fortuita, pues desde sus inicios los productores espolvoreaban las palomitas de sal en exceso para causar sed y, por ende, incentivar el consumo de refresco, y no sólo eso, ese olor tan característico a mantequilla recién derretida tiene el mismo fin. ¡Bien jugado ese balón!

Gaznates y muéganos

Quizá no a todos nos tocó verlos en los anaqueles, pero los gaznates y los muéganos, esos dulces típicos de la gastronomía mexicana, solían ser muy solicitados en los cines desde los años 30 hasta los 80.

Los muéganos, originarios de Huamantla, Tlaxcala, son rectángulos de masa de harina, agua, manteca, anís y sal, cubiertos de caramelo, que agregaban el toque dulce a la tarde de nuestros padres y abuelos. Y los gaznates, un cono de masa frita relleno de merengue que debe su nombre a la semejanza de su forma con la de la garganta, eran de los dulces más queridos en México, por lo que se llegaba a decir: «un cine sin gaznates no es cine».

Hot dogs

¡Oh, qué sería de las salas de cine sin el seductor olor de un hot dog calientito! Este amigo culinario pareciera simple a la vista: una salchicha tradicionalmente a la plancha o al vapor servida en un esponjoso bollo alargado partido por la mitad, que puede acompañarse de mostaza, cátsup, cebolla, mayonesa, jitomates y chiles jalapeños en conserva.

El término dog, ‘perro’, se ha usado como sinónimo de «salchicha» desde 1884 debido a que sus fabricantes usaban carne de perro. Según un mito popular, el nombre completo hot dog se lo debemos al cartonista Thomas Aloysius «tad» Dornan, quien quiso dibujar a los vendedores de este alimento durante un juego de beisbol de los Gigantes de Nueva York en el Polo Grounds. Los vendedores gritaban: «¡They’re red hot! Get your dachshund sausages while they’re red hot!», pero al no saber cómo escribir dachshund simplemente escribió hot dog, y… lo demás es historia.

Nachos

Corría el año de 1943, en la ciudad fronteriza de Piedras Negras, Coahuila. El famoso Club Victoria estaba por cerrar sus puertas, cuando un grupo de «morras gringas» entró al salón a refrescarse y a comer algo. El entonces capitán de meseros, Ignacio «Nacho» Anaya, quiso complacer a las damas, sin embargo, el restaurante había cerrado y el cocinero había desaparecido, por lo que tuvo que improvisar con lo que tenía: totopos, un poco de queso amarillo Wisconsin, rodajas de jalapeños en vinagre y ¡voilá!; nacía una estrella.

Al preguntarle —en perfecto inglés— al mesero el nombre del platillo —quien por supuesto, se quedó mirando con cara de Ignacio «nohablouncarajodeinglés»—, éste sólo alcanzó a reconocer la palabra name y contestó con el hipocorístico de su nombre: Nacho. Haga usted la relación.

Doce años después de este afortunado incidente, se declaró oficialmente a Piedras Negras como «cuna del Nacho». Desde entonces, cada octubre se celebra en esa ciudad el Festival Internacional del Nacho, conocido también como Nacho Fest.

Toblerone

¿Quién no esperaba ansiosamente ir al cine para poder comer un chocolate delicioso? El Toblerone es un chocolate suizo que comenzó a venderse desde 1908. Su particularidad —aparte de su turrón hecho de chocolate, miel y almendras, que es la clave de su éxito— radica en el envoltorio, con forma de prisma de base triangular de diferentes tamaños; por dentro, la barra de chocolate también tiene la forma triangular de una barra dentada —similar a las que se utilizan en algunos dispositivos mecánicos— con las letras del nombre del chocolate grabadas en cada uno de sus dientes.

Toblerone nació a partir del esfuerzo de Theodor Tobler y Emil Baumann, unos chocolateros suizos que estaban permanentemente en la búsqueda de nuevas recetas para el negocio de la familia. El nombre del producto también fue una buena combinación del apellido Tobler y la palabra torrone, que en italiano significa ‘turrón’.

ICEE

El ICEE es una bebida carbonatada helada de origen estadounidense que ha estado en el mercado desde 1965. Este refrescante brebaje, cuyo sabor más famoso y favorito es el de cereza, tiene más de 200 mil máquinas alrededor del mundo: más de la mitad en las salas de cine. Fue inventado en 1958 por Omar Knedlik en Kansas, por pura casualidad: colocaba botellas de refresco en el refrigerador hasta que éstas se congelaban y después las servía a sus comensales, ¡imagínese cuán refrescantes resultaban en temporada de calor!

Sus bebidas congeladas se empezaron a popularizar a tal grado que se dio cuenta de que era necesario hacer una máquina que sacara el producto de manera directa, así que se acercó a The Mitchell Company para desarrollar la máquina y después de cinco años, vio la luz la primera Máquina ICEE.

Dulces Escalona

Y en el intermedio… ¡chocolates Escalona! Quizá tampoco le tocaron esos tiempos, pero durante las proyecciones había un intermedio, de 10 minutos o más, para estirarse o para dejarse ir con todo a la dulcería y comprar pasitas con chocolate Escalona, una marca que estuvo en los iluminados anaqueles desde 1937.

Don Adolfo Escalona tuvo la visión de vender sus productos en las dulcerías de los cines ya empacados en bolsitas, pues en ese entonces se pesaba el producto al momento de su venta; logrando así mayores ventas para las dulcerías. Con entusiasmo, calidad y una dedicada atención a sus clientes, se convirtió en proveedor exclusivo de golosinas en diversas cadenas de exhibición cinematográfica.

Ya sean palomitas, gaznates o helados, la comida no es, y nunca lo ha sido, una mera actividad biológica sino una manera de acrecentar el placer de nuestros sentidos, y qué mejor que combinarla con la proyección de una buena historia.

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