La turbulencia cultural y social de los años 60 y 70 en los EE. UU. no podía traducirse ni contarse bajo los métodos periodísticos convencionales. La tradición, que para entonces apelaba por la objetividad como fuente única de información, daba pobres y vergonzosos acercamientos a la realidad. Contra esto, un grupo de periodistas con vocación literaria creó una nueva forma de relatar la vorágine de esos tiempos.
Hay distintas versiones acerca del origen del término «gonzo», una de las más aceptadas hace referencia a la jerga irlandesa del sur de Boston, que le llama así al último que queda en pie tras una borrachera maratónica.
Este «nuevo periodismo»1 se hermanó con la literatura, en particular con la narrativa, y usó de ella la postura de un narrador en primera persona que tomaba parte de los sucesos que relataba; por tanto, la subjetividad y la experiencia del autor fueron las herramientas esenciales que utilizaron para acercarse a la realidad.
Estos periodistas se convirtieron en la voz de millones de estadounidenses que por primera vez se reconocían en esas líneas impresas. Hunter S. Thompson (1937-2005) llevó al límite esta innovadora forma de relatar hechos; su estilo fue conocido como «periodismo gonzo».
El origen
Thompson era un hombre rudo de Kentucky que tenía debilidad por las armas, las drogas, el alcohol y, sobre todo, por las letras. Desde que inició su labor como periodista deportivo se caracterizó por ser irreverente y provocativo, por atentar contra los cánones del periodismo tradicional, atacar las buenas costumbres y manifestar sus firmes creencias políticas.
A diferencia de los reporteros de su época, Hunter no daba la nota con complacencias, sino que apuntaba ahí donde a nadie más le gustaba mirar.
Tras algunos trabajos mal pagados y varias de sus crónicas rechazadas, el escritor tuvo su primera oportunidad en 1964, en el diario de corte liberal The Nation, donde se le encargó hacer una crónica sobre un grupo de motociclistas considerados como criminales llamado Hells Angels —Los Ángeles del Infierno—.
Thompson tuvo contacto con este grupo de forajidos, bebió con ellos, les abrió la puerta de su casa y, ya ganada la confianza, pudo escribir la crónica «The Motorcycle Gangs: Losers and Outsiders», publicada un año después. A partir de este retrato íntimo y atípico, tuvo varias ofertas para completar su investigación en un libro sobre ellos; Random House compró los derechos de Los Ángeles del Infierno: una extraña y terrible saga (1967).
Puro periodismo gonzo
Luego de este suceso en su carrera, Thompson fue encomendado por la revista Scanlan’s Monthly a escribir una crónica sobre el Derby de Kentucky. Lo mandaron junto con el ilustrador británico Ralph Steadman para dar una nota arriesgada, muy a su estilo, sobre esta carrera que se celebra cada año, entre millonarios, caballos purasangre y apuestas. El viaje resultó una gran borrachera, en la que ni siquiera tuvieron oportunidad de ver la carrera.
De regreso a Nueva York, Hunter apenas contaba con unas notas que había escrito en su cuaderno y el editor de la revista le pedía con urgencia la crónica. Así que se encerró en una habitación de hotel y escribió sobre sus aventuras en tierras sureñas.
El texto salió publicado en junio de 1970 con el título «El Derby de Kentucky es decadente y depravado», y con los créditos: «Escrito por Hunter S. Thompson e ilustrado con lápiz de ojos y lápiz labial por Ralph Steadman». La crónica, que nada hablaba de las carreras, era una crítica divertida y mordaz de la sociedad sureña. Gustó y sorprendió tanto que su estilo fue bautizado como «puro periodismo gonzo» por el editor de la revista The Boston Globe, Bill Cardoso.
El periodismo gonzo tuvo sus mejores momentos con las crónicas que Thompson publicó en la revista Rolling Stone, y su momento más explosivo con la publicación de la novela Miedo y asco en Las Vegas, ilustrada por su ya colega Ralph Steadman, publicada en dos entregas para dicha revista por primera vez en 1971.
En ésta ya no sólo el periodista se vuelve parte de la narración, sino que, por medio de la ficción —a través de la creación de personajes/seudónimos—, logra decir y hacer lo inimaginable. Su estilo es psicodélico y caótico, en el que el humor, la irreverencia y la narrativa periodística se mezclan para hablar del fin del sueño americano.