Algarabía

La colonia Roma

Por Pilar Sicilia y Sicilia

Las plazas principales de la colonia Roma, todas muy bellas, son: Río de Janeiro, Miravalle, hoy Cibeles Foto: Diego Simón Sánchez | Cuartoscuro

AUN CON TODAS LAS MODIFICACIONES Y DETERIOROS QUE HA SUFRIDO —DEBIDO A FENÓMENOS DEPLORABLES COMO LAS RENTAS CONGELADAS, TERREMOTOS Y EJES VIALES, ENTRE OTROS— LA ROMA TIENE TODAVÍA EDIFICIOS Y CALLES ÚNICAS, Y SIGUE SIENDO UNA DE LAS COLONIAS DE MAYOR TRADICIÓN, RENOMBRE Y BELLEZA EN ESTA QUE ALGUNA VEZ FUE NOMBRADA LA CIUDAD DE LOS PALACIOS.

Dice Guillermo Tovar y de Teresa, cronista de la Ciudad de México:1 «La colonia Roma fue el espacio de la ilusión. El reducto urbanístico de una edad que inició cuando cambió el siglo, cuando se iniciaron las guerras y vino la Revolución.»

Esta colonia es, sin duda, un símbolo del Porfiriato, época en la que se pretendió embellecer la capital para colocarla al nivel de cualquier otra del mundo, con sus casas, edificios y construcciones afrancesadas, muy a la altura del nuevo siglo. Su innovador diseño incluía calles amplias, de 20 metros de ancho o más, bordeadas de grandes árboles, al estilo de los bulevares parisinos, de ahí avenidas como Álvaro Obregón, Orizaba y Veracruz, entre otras.

La otra cara de la ciudad, en tanto, estaba conformada por barrios pobres, cercanos al Centro, como Tepito y Candelaria, donde vivían familias enteras hacinadas en cuartos de viejas vecindades.

La parte elegante de la ciudad estaba iluminada con faroles importados de Berlín y en ella comenzaban a circular los primeros automóviles. Entonces, las familias acomodadas asistían al teatro Nacional a admirar a Virginia Fábregas y a Luisa Tetrazzini. Eran miembros del Jockey Club y del Club Americano.

La colonia Roma se construyó en los terrenos Potreros de Romita, un viejo pueblito de los alrededores, en donde no había más nada, que compró en 1902, don Edward Walter Orrin —empresario inglés dueño de un famoso circo—, gerente de la compañía Terrenos de la Calzada de Chapultepec, S. A., y que se convirtió en el primer fraccionamiento en forma en la Ciudad de México.

Los límites de la colonia Roma han variado con el tiempo, pero en resumen podría decirse que son: al norte, la avenida Chapultepec; al oriente, la avenida Cuauhtémoc; al sur, la calle de Coahuila, parte de las avenidas Álvaro Obregón y Yucatán; y al poniente, la avenida Veracruz. La colonia cuenta con un total de 178 manzanas, siendo muy grande, en comparación con otras.

Sus calles tomaron el nombre de ciudades y estados de la República; se dice que Orrin los eligió como remembranza de las giras que hizo con su circo por todo el país.

La Roma no fue la colonia de los más ricos —ésos vivían en Reforma—, sino de una clase social que, estallada la Revolución, no pudo salir del país y «se quedó con el sueño de seguir viviendo como en tiempos de don Porfirio», como nos dice Tovar y de Teresa.

Entre los primeros pobladores de la colonia Roma se encuentran Cassius Clay Lamm —constructor de algunas de las primeras residencias, entre ellas la que hoy conocemos como Casa Lamm. Otros personajes históricos que habitaron aquí son el poeta Ramón López Velarde, en el número 73 de la avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, que en la actualidad es el Museo Casa del Poeta Ramón López Velarde. Y en el número185 de la entonces avenida Jalisco vivió el general Álvaro Obregón, en la avenida que hoy lleva su nombre.

La colonia Roma se distinguió por sus magníficas residencias y espléndidos edificios de apartamentos, por sus avenidas y por la calidad de sus servicios públicos —alumbrado, pavimentos, jardines—, apartamentos «que dieron a la ciudad la sensación de ser moderna» Conviene destacar que los estilos arquitectónicos preponderantes en la colonia Roma tradicional fueron tres: el Art Nouveau, el estilo ecléctico, el Art Déco y el racionalismo europeo.

El Art Nouveau surgió en las últimas décadas del siglo XIX, en Bélgica. Sus características son la imitación de las líneas flexibles, ondulantes y caprichosas de la naturaleza, vegetales, tallos, flores o mariposas, pulpos, alas de murciélagos y dragones. En México tenemos algunos ejemplos sobresalientes de este estilo, como la fachada del Palacio de Bellas Artes y varias casas de la avenida Álvaro Obregón.

El ecléctico o híbrido, que mezcla varios estilos como medieval, árabe y gótico, mediante composiciones libres y caprichosas, está ejemplificado en la fachada del edificio Río de Janeiro, al que le dicen el Castillo de las Brujas. También ecléctico es el pequeño castillo feudal en la calle de Orizaba 126, construido en 1910; la Parroquia de la Sagrada Familia, en cuya capilla bautismal reposan los restos del padre Miguel Agustín Pro, miembro de la Compañía de Jesús y quien fuera acusado injustamente y fusilado por el asesinato de Álvaro Obregón.

A partir del final de la década delos años veinte, empezó a manifestarse el Art Déco. Éste se caracteriza por el empleo de formas y líneas geométricas tanto en los relieves de piedra como en las puertas y ventanas, emulando la revolución de las máquinas y el progreso, posterior a la Primera Guerra Mundial. Edificaciones de Art Déco son características de la colonia Condesa, pero también encontramos algunas en la Roma.

Unos años después entró a la colonia el racionalismo de las vanguardias europeas —Le Corbusier, Gropius, Bauhaus—, dejando su huella en varias de sus casas, que distinguimos por su forma más moderna y cuadrada, sus ventanitas redondas y sus barandales lisos de fierro.

Uno de los inmuebles que sobresalió por méritos propios fue el famoso Toreo de la Condesa (1907-1946), que estaba localizado en las calles de Durango y Salamanca, donde actualmente está el Palacio de Hierro.

Las plazas principales de la colonia Roma, todas muy bellas, son: Río de Janeiro, Miravalle —hoy Cibeles—, Romita, Ajusco y Tabasco —hoy Pushkin.

La trama de la novela Las batallas del desierto, de José Emilio Pacheco, se ubica en la colonia Roma, al igual que su adaptación cinematográfica: Mariana, Mariana, y muchas películas de la Edad de Oro del cine mexicano, como Los olvidados, de Luis Buñuel.

Cada época ha destruido lo que le precede porque no ha sabido respetar su pasado ni desplazarse sin buscar nuevos espacios. Es una pena ver en lo que la Roma se ha convertido: en una zona comercial inhóspita, atravesada por arterias desiguales y mal planeadas, demolida y destruida en gran parte «un barrio abortado por la modernidad reciente y abandonado a su suerte […] debido a la pésima concepción de especuladores y mercachifles favorecidos siempre por esos irresponsables que parecen no amar la ciudad».1

1 Éste y varios de los datos fueron tomados del libro Colonia Roma de Edgar Tavares López, México: Editorial Clío, 1996.

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