A veces nos parece mentira que una masa rigurosa del color rosado, compuesta de nervios y células, sea la sustancia de la que están hechos los sueños, los miedos y el conocimiento.
Este órgano, formado por más de 10 mil millones de neuronas que están organizadas de una manera por demás compleja, tiene áreas específicas que son determinantes para que el ser humano funcione como tal. Por ejemplo, la corteza cerebral —que en los humanos está mucho más desarrollada que en el resto de los animales— juega un papel fundamental en los procesos de abstracción y conceptualización.
Zurdos y derechos
El cerebro está compuesto por dos hemisferios comunicados por un amasijo de nervios denominado corpus callosum o cuerpo calloso. El hemisferio izquierdo es especialista en funciones analíticas como, por ejemplo, la aritmética, mientras que el hemisferio derecho se especializa en funciones que requieren patrones más complejos, como identificar caras familiares y reconocer melodías. Sin embargo, la mayor parte de las actividades mentales complejas involucran el funcionamiento conjunto de ambos.
Las personas «derechas» tenemos en el hemisferio izquierdo la mayor parte de las funciones lingüísticas, pero es curioso notar que no TODAS, como lo demuestran casos en los que individuos a los que se les ha extirpado una parte del hemisferio izquierdo conservan cierta capacidad para comprender la lengua.
De la misma manera se ha comprobado que si un individuo «derecho» sufre algún daño en el hemisferio derecho pierde la capacidad de entender bromas y analogías, es decir, no puede entender frases como «eso está gruesísimo» o «es un tipo muy pesado» sino sólo en el sentido literal. Otro indicio de que el lenguaje es el resultado conjunto del trabajo de ambos hemisferios, es el hecho de que los individuos que son zurdos no tienen su capacidad ingüística en el lado derecho, como se esperaría —al revés—, sino que la tienen repartida en ambos hemisferios.
Las zonas del cerebro
Además, cada hemisferio muestra ciertas estructuras o áreas llamadas lóbulos que tienen una función específica. Esto fue descubierto gracias a estudios comparativos de gente que sufre algún daño cerebral y pierde ciertas capacidades.
Uno de los casos más antiguos y famosos es el de Paul Broca, un neurólogo francés del siglo XIX que estudió al mismo paciente por los más de 20 años que estuvo hospitalizado por daño cerebral. Broca observó que aunque el individuo era incapaz de hablar entendía todo lo que le decían, también notó que al final de su vida el paciente tenía parálisis en la pierna y en el brazo derechos.
Cuando murió, Broca examinó su cerebro y se dio cuenta de que estaba severamente dañado
en el lóbulo frontal izquierdo, por lo que llegó a la conclusión de que es en esa área del cerebro en donde debe encontrarse la habilidad de hablar.
Existen otros estudios como los de escucha dicótica en donde puede verse cómo aquellas personas que son «derechas» tienen una mayor capacidad en el oído derecho para escuchar números, palabras y claves —como la clave Morse— y una mayor capacidad en el oído izquierdo para escuchar melodías y sonidos ambientales, como el canto de los pájaros.
Esto nos lleva a preguntarnos: si el hemisferio izquierdo está conectado al oído derecho ¿por qué entendemos lo que oímos a través del oído izquierdo? Bueno, esto se debe principalmente a dos razones: la primera, porque aunque el sistema es contralateral sigue habiendo conexión entre un lado del cerebro y el oído del mismo lado; la segunda es que el hemisferio derecho tiene la capacidad de recibir información del oído izquierdo y transmitirla al hemisferio izquierdo a través del cuerpo calloso.
Se han realizado también estudios con pacientes a los que se les ha extirpado el cuerpo calloso como tratamiento a una epilepsia muy severa. Éstos se llaman estudios de cerebro dividido y nos han revelado varias cosas. Una de ellas es que aunque el hemisferio derecho muestra cierta habilidad para comprender el lenguaje, es mudo.
Por ejemplo, si al paciente se le tapan los ojos y se le da una llave, cuando está en su mano derecha la puede nombrar fácilmente —ya que el lado derecho está ligado al hemisferio izquierdo que puede procesar el lenguaje—, pero si está en la mano izquierda, el paciente no puede decir de qué se trata; es decir, el hemisferio derecho sabe que es una llave, pero no puede ponerlo en palabras.
Afasia
La afasia es una enfermedad en la que el individuo pierde la capacidad de hablar como resultado de una lesión cerebral. Hay diversos tipos de afasia y cada uno de ellos revela diferentes vertientes en la estructura del cerebro y su relación con el lenguaje, como la que sufrió en mente propia y describió el psicólogo C. S. Moss, en la que puedes leer y pronunciar todas las palabras, aunque sin entenderlas, ya que no tienes la capacidad de procesarlas.
Al respecto, él escribe: «Esto hizo que en su momento perdiera mi capacidad de pensar en el futuro, de preocuparme por él, anticiparme a él o siquiera percibirlo, al menos con palabras».
Esta frase hace que surjan preguntas como: ¿Es posible que la capacidad para pensar en el futuro dependa del lenguaje? ¿Es el lenguaje el soporte del pensamiento abstracto? La respuesta más probable es sí.
Esta frase hace que surjan preguntas como: ¿Es posible que la capacidad para pensar en el futuro dependa del lenguaje? ¿Es el lenguaje el soporte del pensamiento abstracto? La respuesta más probable es sí.
Las afasias más comunes se dividen en afasia fluida y no fluida. Las personas que padecen afasia no fluida tienen una lesión en el frente del zurco central, por lo que muestran dificultad para producir el lenguaje, problemas de pronunciación y tienen que hacer un gran esfuerzo para reproducir los fonemas; por lo general, omiten muchísimas palabras como conjunciones, artículos, prefijos, sufijos, etcétera. Se trata de un discurso telegráfico.
Dentro de este tipo de afasia hay también varios subtipos, hay pacientes que tienen una inhabilidad total para reproducir el lenguaje, lo que se conoce como «afasia global» en la que no «hablan ni jota», hasta otros subtipos menos severos como la afasia de Broca, en la que además de no pronunciar todos los afijos los pacientes tienen una inhabilidad para reconocer si una oración es agramatical o no. Este tipo de afásicos están plenamente conscientes de su déficit y se frustran debido a él.
Por otro lado, las personas que tienen una lesión en la corteza que está a la izquierda del zurdo padecen afasia fluida o sensorial. Ellos sí son capaces de hablar y de reproducir fonemas, pero tienen problemas para seleccionar, organizar y monitorear su producción de lenguaje. El subtipo más famoso es la afasia de Wernicke —médico alemán que en 1874 publicó un tratado sobre la misma— en la que hay una lesión en el lóbulo temporal, en una zona que ahora se conoce como área de Wernicke.
Los afásicos de este tipo no tienen conciencia de su déficit; su entonación y su pronunciación son normales, pero su discurso no tiene sentido. En un diálogo sus respuestas no tienen nada que ver con las preguntas, por ejemplo:
e: ¿Me puede decir su nombre?
p: No, yo no. Estoy aquí ahora.
e: ¿Cuál es su dirección?
p: Pienso que puedo ayudar a estos, esto, usted sabe… llevar a cabo. Estamos viendo por él. Ése es mi papá.
Como puede verse en este diálogo —que reproducimos de un caso documentado por el propio Wernicke—, no hay conexión entre pregunta y respuesta. Parece que el paciente no entendiera, o fuera tonto o estuviera esquizofrénico. Por lo que se entiende, la afasia de Wernicke es resultado de un problema de comprensión, pero sin comprensión no hay lenguaje. Los pacientes han perdido contacto —de lenguaje y pensamiento— consigo mismos y, por ende, con el resto del mundo.
Corolario
Poco se sabe de la relación que tiene el cerebro con el lenguaje. Algunos de estos estudios tratan de darnos alguna luz sobre ello. Sin embargo, las preguntas apenas empiezan a formularse.