FOTOS: Tláloc II-TC, el robot que desentraña los secretos de Teotihuacán

El robot denominado Tláloc II-TC recorrerá en breve el último tramo del túnel subterráneo hallado en la Zona Arqueológica de Teotihuacan, el cual conduciría a una cámara de principios de nuestra era, por lo que se afinan todos los detalles para la exploración.

De acuerdo con el arqueólogo Sergio Gómez Chávez, director del Proyecto Tlalocan, Camino bajo la tierra, el robot será el primero en transitar los 30 o 35 metros restantes del conducto subterráneo y prácticamente todo se encuentra listo para esta misión.

Los arqueólogos acotaron que el túnel conduciría a una cámara de principios de nuestra era, donde probablemente los dignatarios de la ciudad prehispánica eran investidos o pudieron haber sido sepultados, destacó en un comunicado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Tras las mejoras en el diseño, se realizan pruebas con el robot a partir de los 76 metros ya excavados del conducto subterráneo, en un suelo en desnivel, arenoso y lleno de grandes piedras, indicó el investigador.

Subrayó que esto representa la tercera ocasión a nivel mundial que un robot funciona como una herramienta eficaz para una estrategia de excavación, tras las exploraciones arqueológicas en Egipto y el recorrido de Tlaloque I, también dentro del túnel bajo el Templo de la Serpiente Emplumada o de Quetzalcóalt.

“Con el nuevo robot podremos conocer las condiciones de la cámara que se encuentra al final del túnel”, sostuvo el arqueólogo sobre las posibilidades que ofrece esta exploración.

Para el ingeniero en robótica, Hugo Armando Guerra Calva, la experiencia previa con Tlaloque I fue clave para modificar el diseño del nuevo robot y ahora el control y las cámaras de video de Tláloc II-TC operan sin cables.

El robot presenta extensiones para sortear las irregularidades del terreno y la transmisión de movimiento se da por medio de orugas de tracción, con lo que tendrá un mayor margen de maniobra, precisó Guerra Calva.

Además, cuenta con tres mecanismos independientes, el primero es el vehículo transportador y escáner, que al desplegar los brazos alcanza una longitud superior al metro y sirven para sortear los obstáculos.

El escáner fue colocado en la parte más alta del carro, destacó el coordinador del grupo de ingenieros y programadores que colaboran en este proyecto, que cuenta con el apoyo de Tcholinser NG, investigador de Hong Kong, quien participó con el equipo que diseñó el robot Djedi, utilizado en Egipto para explorar la Gran Pirámide.

Al tomar medidas desde 10 cm hasta cinco metros por encima de la altura del vehículo, el escáner generará un mapa detallado del recorrido, así como de la cámara al final del túnel, cuya longitud se ha calculado en poco más de 100 metros.

Los ingenieros Alberto Álvarez y Francisco Castañón, encargados de la programación y ejecución del diseño del robot, explicaron que “existe un margen de error de entre 10 y 15 centímetros sobre el valor real de la medida, pero aún así, podremos determinar la existencia de paredes o de una cámara entre los 100 y 120 metros, como suponen los arqueólogos”.

En ese sentido, apuntaron que “el video nos proporciona imágenes del estado que guarda esta parte del túnel, inclusive en los trabajos de prueba observamos grietas en la bóveda”.

Tláloc II-TC 

También se incluye un robot “insecto”, de 40 centímetros con los brazos extendidos y que porta una cámara infrarroja, el cual desciende por instrucciones giradas desde una computadora y su misión es realizar la exploración a nivel del suelo.

Así como un robot con cuatro hélices que le permiten mantenerse suspendido en el aire y tomar imágenes con cámaras de video, aunque sólo será utilizado en exteriores debido a las corrientes de aire dentro del túnel y al espacio reducido, por lo que podría utilizarse en otra etapa.

Mientras se alistan los últimos detalles para la exploración, arqueólogos y restauradores del INAH finalizaron la exploración y recuperación de un par de ofrendas encontradas adelante del metro 50.

El director del proyecto, Sergio Gómez Chávez, destacó la importancia simbólica de estos depósitos de una antigüedad aproximada de mil 900 años, ya que corresponden al lapso cuando el túnel se hallaba en funcionamiento.

En un principio, indicó el arqueólogo, se planteó que en este lugar se realizaban rituales en los cuales “los gobernantes adquirían la investidura para ejercer el poder en la ciudad, en el plano terrenal”.

Advirtió que “el hallazgo de estos elementos, entre ellos un par de petates de cestería muy fina (materiales que no se habían registrado anteriormente en Teotihuacan), reafirma que personajes de alto rango, sacerdotes o los propios gobernantes, bajaban al túnel con estos fines”.

Las ofrendas extraías recientemente, precisó, “datan de alrededor de 100 después de Cristo; esto lo sabemos por la profundidad a la que se encontraron (a 15 m), sobre lo que alguna vez fue un piso y corresponden a los eventos más antiguos registrados dentro del conducto subterráneo”.

Mencionó que “en estratos superiores localizamos elementos de otras épocas, y más arriba los que fueron integrados como relleno para clausurar el espacio hace al menos 1,700 años”.

Tras las investigaciones, se ha comprobado que el túnel fue clausurado en dos ocasiones por los propios teotihuacanos, indicó Gómez Chávez, quien agregó que en la primera, se levantaron muros para bloquear el acceso, los cuales fueron derrumbados después con la finalidad de depositar algo muy importante al final del conducto, en la cámara principal.

“Quizás depositaron el cuerpo inerte de un personaje importante de la metrópoli, o una gran ofrenda, pero eso solamente podrá corroborarse cuando se llegue y explore la gran cámara localizada al final”, apuntó.

A esto corresponderían las ofrendas ubicadas entre los metros 56 y 58, en las que destaca una instalada sobre un par de petates en buen estado de conservación (de 1 m x 40 cm, y otro de 30 x 40), con diversos objetos, huesos de venado, recipientes de cerámica Anaranjado Delgado, otras con los atributos del dios Tláloc; caracoles, cuchillos y puntas de proyectil elaborados en obsidiana y pedernal.

De acuerdo con el arqueólogo, “estas oblaciones concuerdan con el simbolismo atribuido al túnel que recreaba la geografía sagrada, el inframundo”.

Por ello, La Ciudadela con el Templo de la Serpiente Emplumada (deidad que otorgaba el poder) pudo haber funcionado como un escenario para llevar a cabo ritos de legitimación de las estructuras de poder.

En ese sentido, el arqueólogo Jorge Zavala señaló que en las ofrendas se han registrado materiales destruidos intencionalmente con fines rituales, así como otros completos, acomodados cuidadosamente en las esquinas de los muros.

Destacó que en una sección del túnel, se depositaron lo que al parecer fueron máscaras con un soporte de madera, recubiertas con incrustaciones de serpentina, concha, cristal de roca, jade y cuarzo.

Finalmente, Alfonso Cruz, responsable del Área de Restauración de la zona arqueológica, explicó que para extraer los petates de su contexto fue necesario hacer, in situ, una limpieza superficial y otra fina, además de aplicar materiales compatibles con las fibras para darles rigidez.

El INAH destacó que a más de dos años de haber comenzado la exploración del túnel bajo el Templo de la Serpiente Emplumada, la quinta temporada será decisiva para los investigadores.

Esto debido a que tras los 30 o 35 metros que restan para llegar a lo que posiblemente sea una cámara principal, faltan por explorar dos más, descubiertas entre los metros 70 y 72.

Por ello, la exploración de las cámaras intermedias, norte y sur, localizadas con un georradar y que están recubiertas de un polvo mineral compuesto de magnetita, pirita y hematita, se llevará a cabo de forma paralela al avance hacia la cámara central. 

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