Si yo fuera Presidente, respondería a Cuarón

Monterrey hoy.

De niño alcancé a escuchar aquella canción de “Si yo fuera Presidente, así fuera por un día…”.

Alfonso Cuarón ha obtenido un espacio en los medios de comunicación al plantear 10 preguntas al Presidente, a propósito de la reforma energética. Éstas son algunas preguntas que, en el supuesto de que yo fuera mandatario, no veremos publicadas.
 
¿Cuándo bajarán los precios del gas, gasolina, combustóleo y energía eléctrica?
— Respuesta Presidente (yo): No hay mucha forma de que los energéticos bajen. La gasolina debería ser más cara, tal como en realidad nos cuesta. Cada vez que un mexicano va a la gasolinera, el gobierno le da unos 2 pesos por litro. Para mejorar, tendríamos que quitar este subsidio. Se brinda un subsidio en la electricidad también. ¿Qué sucede? Tenemos en el sindicato de la CFE una de las cargas económicas más grandes, pero necesitamos cada uno de sus votos. Ellos no pagan la luz, como muchos otros mexicanos. Tendríamos que hacer que todos pagaran, y eso sería impopular.
 
¿Existen planes para desarrollar tecnologías e infraestructuras de energía alternativa en nuestro país? 
— Es probable que uno de los mayores aciertos de mi administración sea que el presupuesto para ciencia y tecnología casi se ha triplicado. Con esta inversión, esperamos que la comunidad científica dé respuestas a esta pregunta.
 
De la reforma aprobada derivarán contratos multimillonarios. En un país con un estado de derecho tan endeble como el nuestro, ¿cómo podrán evitarse fenómenos de corrupción a gran escala?
— Cómo se nota que usted no vive en este país. ¿Habría incentivos para un diputado de ganar 150 mil pesos netos o de un alcalde de ganar 50-60 mil? Tanto dinero como esto puede parecer, es muy inferior a la inversión que un político hace en una campaña, con frecuencia de su bolsa. Sería un ataque a la política mexicana evitar la corrupción a gran escala. Las transnacionales petroleras en el mundo tienen tanto poder como muchos gobiernos.

¿Qué medidas se tomarán para evitar que el proceso democrático de nuestro país quede atrapado por financiamientos ilícitos y otras presiones?
— Su pregunta es tan interesante como divertida. La respuesta simple es que hemos diseñado la reforma justamente para ser presionados por estos intereses. Las posibilidades de enriquecimiento lícito en México son tan pequeñas, que simplemente no habría mayor incentivo a legislar sin estos grandes intereses.

¿Cómo asegurar que las utilidades no se canalicen a la expansión de la burocracia sino que lleguen al propietario original de esos recursos, que es el pueblo mexicano?
—Mi garantía es que el Estado no se engrosará en la cantidad de recursos humanos, lo cual es probable que garantizara mayores servicios a los mexicanos. Las utilidades tendrán un fin privado, que para eso hemos operado políticamente con el concurso de todos los partidos.

Dos experiencias desastrosas son la quiebra de 1982 y las reformas discrecionales de Salinas. ¿Qué nos garantiza que esas experiencias no se repitan? ¿Cree realmente que el Estado mexicano tiene los instrumentos para llevarlas a cabo con eficacia, sentido social y transparencia?
—Hemos aprendido que tenemos que darnos prisa a extraer utilidades privadas porque no sabemos por cuánto tiempo gobernaremos. El resto es solamente candidez de su parte.
 

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