Hoy tristemente es muy fácil entender porque Cruz Azul suma ya casi 22 años sin ser CAMPEÓN y porque solamente ha conquistado un título en los últimos 39.
Y no me refiero únicamente al cese de Pedro Caixinha como su director técnico, ni al bajo rendimiento de varios de los integrantes de su poderoso plantel, ni tampoco a la mala posición en la tabla o al mal paso del cuadro cementero en el Apertura 2019.
Todo eso no es mas que la consecuencia, una vez más, de la lucha de poder entre los directivos de siempre, de aquellos que incluso se han disputado el control de la cooperativa y de los suculentos beneficios que ésta genera y que, por si alguien no lo sabe, son mucho, pero mucho mayores que los que podría haber dejado el equipo de la Noria a los representantes, intermediarios y dirigentes que han tenido que ver con la llegada y el paso, muchas veces penoso y efímero, de más de 150 jugadores durante su larga sequía de éxitos.
Fue realmente vergonzoso ver, como si fueran políticos, como el Director Jurídico, el oportunista Víctor Garcés y un acalorado y exhacerbado ex Presidente Deportivo, Ricardo Peláez, discutían en la pantalla de ESPN por defender su postura, su lugar e importancia en el equipo, sus decisiones, sus derechos y obligaciones, así como establecer su propia verdad de lo que sucede al interior de la institución celeste.
Nada difícil fue darnos cuenta que tan rota esta la relación entre la «vieja guardia» de la familia azul con el ex delantero, cuya forma de ser y de realizar su trabajo, de alta exigencia y rigidez, comenzó a incomodar desde hace varios meses a quienes se han sentido siempre, por sus nexos consanguíneos o familiares más que por sus méritos, con el derecho de opinar, decidir y elegir sobre el destino de un club como la Máquina, un «POBRE MILLONARIO» que no ha sabido aprovechar sus recursos para alcanzar sus metas, alargando cada vez más la espera de una nueva celebración, provocando incluso que hasta su afición, frustrada, decepcionada y desilusionada, haya comenzado a dejar su sitio en la tribuna, al no sentirse cabalmente representada por los que están en la cancha, ni por los que ocupan un exclusivo palco y que han demostrado buscar primero un beneficio personal.
Traiciones, golpes bajos, mentiras, calumnias, indiscreciones, intromisiones, poca claridad y falta de respeto son prácticas comunes entre los de pantalón largo al interior del equipo cementero, que podría no solamente perder la pasión de Caixinha o la dignidad de Peláez, sino también la poca credibilidad y esperanza que quedaba en la mente y el corazón de sus seguidores, confundidos con tantos nombres que se mencionaron para asumir el apetecible timón de un club que lucha contra sí mismo para seguir siendo merecedor de ocupar un sitio entre los llamados grandes.
Sea como sea, caiga quien caiga, pase lo que pase y llegue quien llegue, en Cruz Azul lamentablemente habrá consecuencias. Eso será inevitable.