Un sábado soleado en la Escuela de Paracaidismo de Tequesquitengo (Morelos). Las aeronaves calientan motores. También lo hacen los intrépidos visitantes que van a tirarse al vacío en tándem o en solitario.
El tándem es la modalidad más extendida de un deporte que genera adicción. Rémi Angeli, francés de 27 años originario de Avignon (Francia), es instructor de paracaidismo en el aeródromo de la escuela Expresión Libre, en esa localidad de México. Aparece descalzo y con una sonrisa explayada. Un tatuaje en la espalda que muestra a Peter Pan suspendido de la luna y otro con pequeñas estrellas en el brazo demuestra que su modo de vida está en el cielo.
“No existe un perfil definido para practicar este deporte. Solo hay que querer vivir la aventura y tener un gran deseo de volar”, comenta a Efe antes de ponerse a punto para el próximo vuelo.
Cualquier persona en buen estado de salud puede disfrutar de esta experiencia. Eso sí, no deberá pesar más de 100 kilos, ni menos de 35. El avían tardará 20 minutos en alcanzar los 3 mil metros de altitud para efectuar el salto.
En ese vuelo viajará Fabián Llinares, valenciano de 28 años residente en México desde hace tres años y que comparte con el profesor francés un tatuaje en el brazo compuesto por estrellas que no son fugaces como sí lo son los 60 segundos cayendo al vacío. Pero, ¿por qué algunos deciden experimentar una sensación tan extrema?
ADRENALINA Llinares, coordinador de Programa de Desarrollo Empresarial en Oxfam GB en Ciudad de México, lo explica así en conversación con Efe: “Quería superar el miedo a saltar, saber lo que es estar en el aire como un pájaro”. Este joven español sintió “velocidad y calma a la vez, amplitud, libertad, adrenalina pura, felicidad y alegría”. Un coctel de optimismo puro y duro. Unas sensaciones que también buscaba Jaime Campos, de 27 años y nacido en Baja California. Campos acudió con su pareja para lanzarse por primera vez en su vida. Acusaba nerviosismo y un subidón de adrenalina. Armando Ortiz, de Mérida, Yucatán, lleva más de 20 años enseñando a tirarse en paracaídas. Con más de 4 mil 500 saltos, asegura que “cada uno es único. Siempre es excitante y al aterrizar siempre estás temblando como si fuera la primera vez”. Ortiz también cree que el placer aumenta al ver cómo disfruta la gente que practica este deporte. Lo sabe porque se lanza en tándem, es decir, agarrado mediante un arnés a la otra persona. Al volar en pareja se disfruta durante un minuto de la emoción de la caída libre y después, se planea por cinco o seis minutos con el paracaídas tipo “ala” hasta aterrizar suavemente en el suelo. De pronto, el paisaje, hecho un puzzle en la lejanía, se va acercando a su vista. Se abre el paracaídas y se puede decidir la velocidad a la que se desea ir. Y es que, en principio, durante la caída libre se alcanza una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora. Al abrir el equipo, ésta se reduce a unos 20. ACTIVIDAD DE ALTO RIESGO A lo largo de la historia de la humanidad muchos filósofos y científicos han intentado explicar por qué los seres humanos hacemos o no hacemos las cosas. Mario Torruco Salcedo, psiquiatra y psicoterapeuta especialista en adicciones, explica en entrevista con Efe que “a finales del siglo pasado, el científico norteamericano, Robert C. Cloninger, propuso un modelo biopsicosocial de la personalidad. En este modelo, Cloninger propone que la personalidad puede explicarse a partir de dos dimensiones: el Temperamento y el Carácter”. A su vez, prosigue Cloninger, cada dimensión está compuesta por subdimensiones; en el caso del Carácter: autotrascendencia, autodirección y cooperatividad; y dependencia a la recompensa, evitación del daño, persistencia y búsqueda de la novedad (BN), para el Temperamento. Cada una de las subdimensiones del Temperamento se ha visto asociada con ciertos neurotransmisores: serotonina, noradrenalina y dopamina. Y de acuerdo al aumento o disminución en la cantidad o “funcionamiento” de cada uno de ellos, es como se expresan en mayor o menor medida cada una de esas subdimensiones. Torruco Salcedo añade que “en el caso de la BN, se ha asociado a la dopamina, y las personas que tienen mucha BN se caracterizan por involucrarse en actividades novedosas o que impliquen peligro, justamente como aventarse en paracaídas o los deportes extremos”. La adrenalina es una hormona de acción, secretada por las glándulas adrenales en respuesta a una situación de peligro o alerta. Dilata la pupila para tener una mejor visión, aumenta el ritmo cardiaco y puede estimular al cerebro para que produzca dopamina. Lo que está claro es que a quien decida lanzarse en paracaídas aire no le va a faltar. EFE