A las vedettes que destacamos en México, durante los años 70 y principios de los 80, se les denigró calificándolas como mujeres de cascos ligeros, pero nunca lo fuimos, afirmó Wanda Seux.
“Decían que cobrábamos por hacer de todo, pero nuestro único pecado fue haber sido las estrellas de la vida nocturna del país. Aquellas a las que no sólo querían ver los hombres, pues las mujeres también nos admiraban”, aseguró.
A través del documental “Bellas de noche”, que se estrenará a nivel comercial en octubre próximo, la productora y directora María José Cuevas, dijo, “redefinió el concepto de la vedette y nos dignificó”.
Se presentó hace unos meses durante la edición 11 de la Gira Ambulante con los testimonios de Olga Breeskin, Wanda Seux, Lyn May, Princesa Yamal y Rossy Mendoza.
“Pero ahora que todo el público lo vea, comprenderá la vida de cada una de nosotras, sabrá la parte humana de nuestro ser y dejará de criticarnos”, sostuvo Seux en entrevista con Notimex.
“Es un ejemplo de vida lo que tratamos de plasmar en esta película, pues yo padecí cáncer de mama en 2010 y sufrí como nadie tiene idea. Aunque salvé la vida, las pastillas de quimioterapia que me dieron, me provocaron cirrosis hepática.
“La gente se va a reír y llorará cuando conozcan nuestra historia. Y cuando salgan del cine pensarán: ‘si ellas pudieron, por qué yo no voy a poder’”.
Wanda Seux tiene 68 años. Nació en Paraguay pero creció en Argentina. Llegó a México en 1976 siendo ya una vedette, pero con una propuesta diferente, pues su espectáculo era tipo Las Vegas y París, con números parecidos a los de Shirley MacLaine en “Gypsy” o Liza Minnelli en “Cabaret”.
“Prácticamente llegué a innovar lo que era la vedette en México, fui un parteaguas. Había muy buenas vedettes, pero pobres. No tenían producción y la mía era de nueve mil dólares. En aquel entonces, un departamento en México costaba 10 mil dólares, por lo que ya se pueden imaginar la calidad de mi ‘show’”.
Su vestuario era fastuoso, con plumas, chaquira, pedrería y colores. Lo mandaba a hacer con los modistos del Teatro Nacional en Argentina y cuando se desgastaba, lo desechaba para crear uno nuevo, pero nunca le hizo remaches.
“Las bailarinas que me acompañaban también lucían a todo lujo, yo no escatimaba en nada y cada seis meses cambiaba el concepto, porque el público merecía respeto y si yo ganaba muchísimo dinero, lo menos que podía hacer era retribuirle con un gran espectáculo”.
Cuando Olga Breeskin vio a Wanda Seux, “comenzó a invertir en animales y entonces, todas empezaron a motivarse y a presentar cosas extraordinarias”.
“Yo empecé a lanzar cuchillos y boleadoras de fuego. La gente quedaba impactada y al final, todos subían al escenario para pedirme autógrafos.
“Todos querían vernos y más las mujeres, quienes ya no se conformaban con que sus esposos las llevaran a cenar para festejar algo, ellas querían ir a un centro nocturno y se embobaban con nuestros bailes.
Los espectadores llegaban con vestuario de gala, ahora hasta de mezclilla van al teatro”, lamentó.
Era el México de esplendor durante la noche. El México de vida nocturna; el México de cero inseguridad, dijo.
“Para darle la vuelta a una manzana, hacías 50 minutos porque todo avanzaba lento, pues habían bares y centros de espectáculos en todos lados. Cuando terminaba la variedad en uno, el público se pasaba al lado. La Zona Rosa era un lugar de vida y no de prostitución”, subrayó.
Wanda Seux fue la estrella del Bar Capri en el Hotel Regis. De ahí saltó al Folies Bergère y después, durante cuatro años estuvo en el Marraquesh, que era propiedad de la empresa Televisa.
“Había vedettes de primera, segunda, tercera y cuarta, pero yo siempre fui de primera, lo mismo que Olga Breeskin, Lyn May, Princesa Yamal y Rossy Mendoza. A todas nos iban a ver los políticos de la época y regalaban los cheques que una les pidiera.
“A mí me decían: ‘ponle los ceros que quieras’. Pero nunca lo hice porque seguramente me iban a cobrar el favor y yo no estaba para conceder favores, yo ganaba muy bien con mi trabajo, no necesitaba hacer cosas extras”.
Tan bien le iba en lo económico, que Wanda Seux invirtió su dinero en casas que aún conserva en Argentina, Brasil, Paraguay y México.
“El resto se lo daba a mi madre. Ella lo gastó en viajes, recorrió el mundo entero por lo menos en cuatro ocasiones y sí, se me fue todo en ella, pues a mi madre le quemaba el dinero en las manos; incluso, no llegué a tener ni para comer”.
Ante esa situación y debido a que comenzaron a cerrar los centros nocturnos, Wanda Seux admitió que, para sobrevivir y evitar vender sus casas, llegó a trabajar como empleada doméstica.
“A mis amigas les ayudaba a hacer la limpieza, a sacar al baño a sus perros o cepillarlos y me daban un dinerito. Así como llegaron las riquezas, se me fueron, pero lo preferí a irme por el camino fácil. La vida me enseñó que el vago se muere de hambre, pero si tienes una educación en la que sabes lo que es bueno y lo que es malo, sales adelante y yo sigo aquí”, concluyó.
Wanda Seux informó que luego del estreno del documental “Bellas de noche”, las vedettes que participan harán un espectáculo en conjunto que presentarán en Estados Unidos y América Latina.
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