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Con casi cinco siglos de historia, la Plaza de Santo Domingo -recientemente llamada Jardín de la Corregidora- es una de las más bellas muestras de la arquitectura colonial y parada obligada para quien visita el corazón de la capital mexicana.
Fue construida a lo largo del siglo XVI como parte de la infraestructura religiosa de aquella época, por lo que este espacio obtuvo un lugar destacado en la Nueva España, el cual se mantiene vigente hasta la actualidad.
La historia
En sus primeros años, la plaza fue parte de lo que fue un solar de los frailes dominicos, quienes se establecieron en esa zona para construir el Templo de Santo Domingo, el cual quedó ubicado frente al Palacio de la Inquisición, actualmente ocupado por el Museo de la Medicina. En los alrededores estuvieron la Antigua Aduana y la Casa de Diego y Pedraza.
A lo largo de los años, la Plaza de Santo Domingo ha ganado fama como un lugar de gran dinamismo y una legendaria actividad comercial que se remonta a varios siglos atrás, por lo cual es considerada como uno de los espacios con mayor importancia en el Centro Histórico de la Ciudad de México, siendo únicamente superada por el Zócalo Capitalino.
De acuerdo con investigadores de la Nueva Guía del Centro Histórico de la Ciudad de México y del Fideicomiso Centro Histórico, durante el virreinato, en esta plaza se concentraron el poder religioso y político, los grandes comerciantes, además de que era punto de encuentro para todos los grupos sociales.
En el siglo XIX, Santo Domingo fue una verdadera romería: Su comercio convocaba, a todas horas, a quienes compraban y vendían de todo. Algunos puesteros incluso dormían en ella; pero las cosas cambiaron con el tiempo.
La explanada fue remodelada en varias ocasiones, y el paisaje cambió al derrumbarse el convento de Santo Domingo. La fuente de la que los vecinos del siglo XVII sacaron agua fue restituida por la que Agustín Paz diseñó y adornó en lo alto con un águila de bronce.
En su lugar, al iniciar el siglo XX, se colocó la estatua de Josefa Ortiz de Domínguez, esculpida por Jesús Contreras y Federico Homdedeu, por eso cambió de nombre a Jardín de la Corregidora, aunque la voz popular le sigue llamando Plaza de Santo Domingo. Se ubica sobre República de Brasil, entre República de Cuba y Belisario Domínguez.
Expertos del sitio web “elcentrohistórico.com.mx”, referencia para investigadores, profesores, estudiantes, turistas y público porque permite navegar por sitios emblemáticos, de arte, cultura, comercio, gastronomía, entretenimiento, hospedaje y mucho, más también documentan a la Plaza Santo Domingo.
Con el imponente templo dominico establecido hacia el norte, la Aduana y el Palacio de la Inquisición al oriente, la capilla de la Expiación al poniente y las casas principales (como la del Mayorazgo de Medina) hacia el sur, la Plaza de Santo Domingo llama la atención por el estilo arquitectónico que ostenta en cada columna.
Además, es referencia obligada para hablar del Portal de los Evangelistas, que era muy visitado por las personas que requerían los servicios del escribano dedicado a la redacción de todo tipo de documentos y textos.
Por esta última razón, la Plaza de Santo Domingo es la sede de innumerables negocios dedicados a la actividad editorial y tipográfica, herederos de la tradición comercial que siempre ha caracterizado a esa zona del centro capitalino. Caminar por la amplia plaza es como hacerlo sobre los pasos y las huellas de los mexicanos del México que ya no es hoy.
La revista electrónica “Travel by México” destaca que esta plaza se caracteriza porque en su marco se pueden admirar dos inmuebles de excepcional belleza. Uno es el Antiguo Palacio de la Inquisición que hoy en día es sede del muy conocido Museo de la Medicina.
El otro es la Iglesia de Santo Domingo que durante la época colonial se encontraba en estrecha relación con el Tribunal del Santo Oficio. Este conjunto conventual del siglo XVIII fue demolido en parte en 1861, quedando una mínima parte de su estructura. Su silueta se caracteriza por la torre que resalta la portada, es una muestra de barroco sobrio.
Por último y aunque difiere con otras fuentes sobre el nombre del autor, señala que se puede admirar una obra del artista italiano Henry Alciati, la escultura de Josefa Ortiz de Domínguez, promotora de la Independencia de México.
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