Estilo de vida

Resistir al pánico

Columna de Massimo Recalcati

El pánico, como reacción colectiva, surge por infección psíquica y no viral. Las tropas se desordenan cuando el líder ha sido abatido; la masa reunida en una plaza se derrumba cuando se anuncia la presencia de un peligro inminente.

El cuerpo colectivo, preso del pánico, se desmiembra; la masa presa del pánico es una masa destrozada, fragmentada, extraviada. Ha perdido la ilusión de unidad, que implica sentirse cohesionada e identificada bajo el mismo signo. El pánico erosiona la solidez eufórica de la masa, regresándonos a nuestra indefensión individual.

Esto sucede, como está sucediendo en estos días, con la difusión en nuestras ciudades del coronavirus, cuando la señal de peligro se torna roja o indica una presencia extremadamente cercana de la amenaza. Y entonces, frente a dicha proximidad, una posible reacción es aquella de la irracionalidad del pánico.

Es la otra cara de la negación o del obstinado rechazo a tomar nota de la presencia del carácter objetivo del peligro. Si negar la presencia de la amenaza refleja un comportamiento de fuga y evitación de la angustia, la reacción presa del pánico termina por amplificar desmesuradamente el peligro en sí mismo.

Una multitud presa del pánico tratando de escapar de la fuente de la amenaza -por ejemplo, un incendio que sorpresivamente explota en un teatro- con su misma fuga desorganizada multiplica la gravedad del peligro del que le gustaría escapar. En otras palabras: el pánico siempre alimenta al pánico fuera de toda proporción. Esto es lo que está sucediendo con la epidemia del coronavirus.

Ello pone en evidencia la otra cara de la masa. Mientras que estar juntos, reunidos en torno a una misma pasión o un mismo ideal, infunde una sensación de identidad y de seguridad, hoy, en el tiempo del riesgo difuso del contagio, nuestro semejante se dibuja como un potencial “portador-infectado”, fuente de enfermedad y de muerte. Si, como lo ha enseñado Freud, la euforia de la masa implica la cancelación del pensamiento crítico, que favorece la regresión a una condición ilusoria de omnipotencia, el pánico colectivo se genera, en cambio, por el desmoronamiento de la masa, por su repentina pulverización, no por la omnipotencia sino por la impotencia.

La euforia provocada del sentirse parte de un cuerpo único se transforma traumáticamente en su contrario: cada individuo busca salvarse a sí mismo no viviendo más con el semejante, como sucede en la masa, como prolongación de la propia identidad, sino como su amenaza mortal. El pánico enceguece: la masa que se desmorona huyendo lo más lejos posible de la fuente de la amenaza, tiende siempre a alimentar el caos y la destrucción. El problema se complica en el caso de cada virus, por el hecho de que la fuente de la amenaza nunca se puede localizar, sino que se propaga entre nosotros de una manera impredecible.

Lo que ahora nos espera es una gran prueba de civilidad: contener las reacciones irracionales de pánico no significa negar la gravedad de la situación, sino intentar transformar la masa agitada y perdida por el pánico en un mismo colectivo civil, capaz de reaccionar racionalmente a la amenaza que se avecina.

Seguir las reglas básicas de salud indicadas por la ciencia, sin caer en el escape irracional del pánico y sin invocar medidas políticas más catastróficas que la epidemia, conlleva la difícil transformación de la emocional e irracional masa en un colectivo civil. Es una gran prueba a la que cada uno de nosotros debe comprometerse hoy: resistir a la tentación del pánico, responder a la amenaza con sentido de responsabilidad, no solo considerando el horizonte de la propia vida individual, sino advirtiendo la participación consciente en una acción civil colectiva que afecta toda la vida de nuestra comunidad.

Texto publicado originalmente en el diario italiano La Repubblica, Resistere al panico (23 febrero 2020). Traducido al español por Camilo E. Ramírez, con autorización del autor.  

Destacado psicoanalista italiano, profesor, escritor e investigador. Algunos de sus libros traducido al castellano: Las manos de la madre (Anagrama, 2018), Ya no es como antes: elogio del perdón en la vida amorosa (Anagrama, 2015) ¿Qué queda del padre? (Xoroi Edicions, 2015) La hora de la clase (Anagrama, 2016) El complejo de Telémaco (Anagrama, 2014)

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