Oswaldo Sánchez: Aunque Oswaldo fue obra de las fuerzas básicas del Atlas, fue vendido al América en 1996 dándole un giro total a su carrera, sin embargo el propio arquero confesó años después que su verdadera afición de toda la vida era por el Gu
Luis García: Aunque el artillero no saltó al profesionalismo con las camiseta del América, sí pasó muchos buenos momentos enfundado en la casaca azulcrema, por ello cuando llegó a Guadalajara en 1998, muchos aficionados no entendieron a la directiva
Ricardo Peláez: El atacante surgido de la cantera americanista se vistió de los colores rojiblancos a partir de 1998 y hasta el 2000, donde logró el subcampeonato en el Verano de 1998 cuando perdieron la Final frente a Necaxa. Después de su retiro, el
Carlos Hermosillo: El artillero saltó al profesionalismo con el América en 1983 convirtiéndose en un referente de las Águilas, aunque posteriormente iría a Bélgica para militar en el Standard de Lieja, pero no tuvo la fortuna que esperaba y volvió
Joel Sánchez: Aunque el “Tiburón” nació en Chivas y estuvo de 1991 a 1999, después tuvo un paso por el América por un año para después regresar al Guadalajara donde nuevamente tuvo que ganarse la confianza de los aficionados tapatíos. Por lo q
Gustavo Nápoles: El “Gusano” también tiene una historia similar a la del “Tiburón”, ya que salió de Chivas para partir al Atlante y posteriormente enrolarse con el América donde jugó en el Verano del 99, sin embargo volvió al Guadalajara ha
Javier Aguirre: El “Vasco” empezó su carrera con el América en 1979 para después tener un andar por el futbol mexicano e incluso por España, pero tras su regreso en 1987 se enroló con el Guadalajara hasta 1993 cuando concluyó su carrera. Foto:
El caso de Ángel Reyna no es el único. Guadalajara ya le ha abierto las puertas a elementos que no sólo han tenido pasado americanista, si no que vieron “nacer” su carrera profesional en la institución que se erige como el acérrimo rival del rebaño sagrado, por ello hacemos este recuento de algunos futbolistas que pasaron de los colores azularemas, al uniforme rojiblanco. En una clara muestra de que cuando el dinero toca a la puerta, no hay identidad que impida cambiar de aires, aunque sea con el equipo de la rivalidad más enconada.
