Una burbuja es hermosa, redonda; aísla, flota y encanta a propios y extraños, pero así como se formó de manera tan perfecta, tiene corta vida y explotará en cualquier momento; es más, cuando menos lo esperamos, a veces nos explota en las manos.
Y si hacemos una metáfora respecto a la política en México, podríamos decir que el síndrome de la burbuja política afecta terriblemente a los gobernantes en turno, incluso a legisladores y funcionarios del Poder Judicial, a la mayoría; pocos cuentan con la madurez para tener completamente los pies en la tierra.
¿Qué horas son?, preguntó Porfirio Díaz
Una de las tantas frases y anécdotas del general Porfirio Díaz retrata de la cabeza a los pies a muchos de los colaboradores de políticos poderosos; se dice que Díaz preguntó en alguna ocasión “¿qué hora es?”, y tuvo una respuesta contundente: “la que usted quiera, señor presidente”.
Parecería que el ser humano que logra concentrar mucho poder en sus manos no lo utiliza para mejores relaciones entre sus semejantes, sino para puros actos de sometimiento y lucimiento personal. “El poder es el mejor afrodisiaco”, se le escuchaba decir a Henry Kissinger, político estadounidense de origen alemán, conocedor de los más oscuros secretos de la Casa Blanca.
Y es que la clase política en general vive en su propio país de “las maravillas”, en su “burbuja”; con altos sueldos, prestaciones, seguros, chofer, partidas “secretas”, comidas en lujosos restaurantes y un extenso séquito de colaboradores, que parecería que tienen la orden de enaltecer a su jefazo y a decirle que todo está bien, aunque los municipios, los estados o el país se estén cayendo a pedazos.
¿Alguien quisiera salir de la burbuja alguna vez? Muchos se quedan en ella hasta que les explota en la cara o en las manos; otros reaccionan a tiempo y salen para vivir la realidad de nuestro país y entender que se llega a esos cargos para servir, para resolver y no para ser estúpidamente adulados por sus zalameros sirvientes disfrazados de colaboradores.
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Enloquecer de poder
Sin embargo, este tema de enloquecer por el poder no es exclusivo de la clase política, es parte de la naturaleza del ser humano, nos guste o no. Ejemplos hay muchos, desde el cadenero de un antro, que deja entrar a quien le dé su gana, con actitud de prepotencia, hasta el elemento policiaco que utiliza la fuerza de manera injustificada para someter; incluso desde una persona que atiende en la caja de una tienda hasta el periodista que “charolea” con su acreditación para que el policía de tránsito no lo multe. Insisto, ejemplos hay muchos y son cotidianos. Ya lo he escrito en otras entregas de esta columna: los políticos corruptos o prepotentes no son extraterrestres, no aparecieron por generación espontánea tampoco, ellos salieron de una sociedad convulsionada, que en su mayoría padece estos problemas: la corrupción, el egoísmo y la prepotencia, en general.
Thomas Hobbes ya lo decía
En el Leviatán, de Thomas Hobbes, se encuentra esta metáfora de la necesidad de someterse a un fuerte poder para protegerse. El Leviatán era un “hombre artificial”, la soberanía de “un alma artificial”, y las leyes civiles, “cadenas artificiales”, lo cual implica que ninguno de los ordenamientos sociales y políticos creados por los seres humanos son naturales, sino más bien autoimpuestos. Teoría refutada por el propio Frans de Waal de una manera rotunda, al decir: “los humanos no se volvieron sociales en un momento específico, sino que descienden de ancestros sociales que siempre vivieron en grupos”. Pero ya nos estamos metiendo en terrenos filosóficos, que sólo han sido citados en esta entrega para entender que las problemáticas mencionadas tienen raíces profundas.
Los peligrosos aduladores
Esto de la burbuja, espero que lo tengan bien entendido tanto el presidente, Andrés Manuel López Obrador, como el gobernador, Silvano Aureoles, pero aún más, el alcalde, Raúl Morón Orozco, quienes sin entrar en la paranoia, sí deben darse más baños de pueblo, pero no a modo, como las puestas en escena que le preparan a AMLO, sino realmente escuchar a la gente. No puedo dejar de mencionar que los tres funcionarios mencionados cuentan con colaboradores que son leales a toda prueba y capaces en sus encomiendas, pero también hay aduladores ineficaces incrustados en sus círculos cercanos, sin duda (no se diga en la 74 Legislatura, donde se da de manera superlativa).
Engels
Recordar que desde 1884 Federico Engels describía en su gran obra El origen de la familia, la propiedad y el Estado, “el poder público se separe del pueblo, defiende los intereses de la minoría explotadora de la sociedad, es ejercido por personas que hacen del gobernar una profesión”, hoy en día se aplica más que nunca.