Cardenales de todo el mundo comenzaron el lunes la primera de varias reuniones en el Vaticano previas al cónclave en el que elegirán al nuevo papa, en medio de escándalos dentro y fuera de la Iglesia, y mientras aún reverbera la renuncia de Benedicto XVI.
Los prelados, con sus característicos capelos rojos, entraron en el Vaticano el lunes por la mañana. Los periodistas y camarógrafos pululaban alrededor de los clérigos mientras sus asistentes les abrían paso entre la multitud.
“Un papa latinoamericano es posible ¡Todo es posible!” dijo el cardenal portugués José Saraiva Martins al entrar.
El tema central es fijar la fecha para el cónclave y fijar los procedimientos previos, como cerrar la Capilla Sixtina a los visitantes y despejar el hotel Vaticano de huéspedes. También deberán verificar que no haya micrófonos ocultos, para que nadie trate de escuchar las conversaciones secretas de los cardenales.
Sin embargo, es posible que los cardenales no logren acordar una fecha el lunes. El decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Angelo Sodano, ha dicho que la fecha no se decidirá hasta que todos los cardenales hayan llegado a Roma.
El primer día de análisis estuvo afectado por nuevas revelaciones escandalosas: el cardenal escocés Keith O’Brien admitió que incurrió en conducta sexual indebida que no corresponde a un sacerdote.
O’Brien renunció la semana pasada como arzobispo de St. Andrews y Edimburgo. Dijo que no participaría en el cónclave después que cuatro hombres denunciaron que él actuó de manera inapropiada con ellos. Se trató de la primera vez que un cardenal se coloca al margen de un cónclave a causa de un escándalo personal.
Otro tema que ha captado la atención general es una reunión de los tres cardenales que realizaron la investigación sobre la filtración de documentos confidenciales de la oficina del sumo pontífice.
Los medios noticiosos italianos han difundido versiones con fuentes anónimas del presunto contenido del documento preparado por los cardenales, las cuales el Vaticano ha calificado como “falsas”.
Aunque los reportes no sean ciertos, la filtración de datos por parte del mayordomo de Benedicto XVI confirmó un gran nivel de disfunción dentro de la burocracia del Vaticano, con intrigas, disputas de poder y acusaciones de corrupción, nepotismo y favoritismo al más alto nivel de la jerarquía eclesiástica.
En una de sus últimas audiencias antes de su renuncia, Benedicto XVI se reunió con los tres cardenales que prepararon el informe, quienes decidieron que su documento se mantendría en secreto. Sin embargo les autorizó a que respondieran preguntas de los cardenales sobre su contenido.
Otro tema que deben abordar los cardenales es la razón por la que están aquí: la renuncia de Benedicto XVI y sus implicaciones. Su decisión de poner fin a una tradición de 600 años y jubilarse en vez de continuar en el cargo hasta la muerte podría alterar el concepto del papado y a los cardenales no les asusta sopesar las implicancias que esto tiene para el próximo pontífice.
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