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FOTOS: El "boom" de los cines privados en Cuba

Las calles del centro de La Habana lucían oscuras y silenciosas cuando una pareja de recién casados subió por una escalera gastada hasta llegar al tope de un viejo edificio, listos para disfrutar de su escapada ocasional al cine.

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Dubied Arce y su esposa Dayelin Pérez abrieron una puerta estrecha e ingresaron a un ambiente con fresco, con pantallas a todo color y el sonido de una melódica canción de música country proveniente de una pantalla de televisor montada en la pared.

A la derecha había una sala de cine privada, con una pantalla de más de 5 metros (200 pulgadas), un proyector de alta definición 3D, cómodos sillones de cuero y un sofá que pueden ser ocupados por una veintena de espectadores. A su izquierda, consolas de videojuego Xbox, conectadas a pantallas planas, traídas por cubanos desde el exterior.

Muchos cubanos están discretamente abriendo salas de cine privadas en las partes traseras de sus cafés o salas de juego, aprovechando las ambigüedades de las reformas económicas recientes y estableciendo una forma de empresa privada que no había sido prevista por las autoridades que dictaron las nuevas leyes.

“Es muy tranquilo el ambiente, ahora por lo menos hay más opciones”, dijo Pérez, de 27 años, mientras comía sus palomitas de maíz y esperaba junto con su esposo y otras cuatro personas que empezara la película, la obra de terror “Saw 3D”.


Los salones de películas 3D y de videojuegos son tan populares que el gobierno no puede ignorarlos. Las autoridades dijeron el domingo que iban a regular esas actividades, generando temores de que el gobierno se apresta a poner fin a esta incipiente forma de empresa privada.

“Todavía no hay una información concreta de que lo vayan a permitir o no. Pero tampoco vinieron para decir que no es permitido. No han dicho nada”, expresó el administrador de un salón de video del centro de La Habana que habló a condición de no ser identificado debido al nebuloso status legal del negocio. “No se sabe”.

El presidente Raúl Castro ha legalizado empresas independientes a pequeña escala en casi 200 áreas de la economía desde que asumió el cargo en el 2010, en un esfuerzo por estimular a la economía cubana. La incipiente apertura ha generado unos 436 mil puestos de empleo, pero viene acompañado de impuestos y normas para regular a un sector privado que comienza a competir con el sector público.

Estas salas de cines y de juegos no son mencionadas específicamente en las nuevas leyes. Sus propietarios usualmente son dueños de restaurantes o cantinas que añaden esas nuevas secciones.

El órgano del Partido Comunista Juventud Rebelde publicó el domingo un artículo de 3.260 palabras sobre las salas de videos según el cual las autoridades están hablando de la necesidad de hacer algo

”¿Qué hacer: prohibir o regular?”, preguntó el viceministro de Cultura Fernando Rojas en el artículo. “Creo que se trata de regular, a partir de una premisa fundamental: el cumplimiento por todos y todas de lo que establece la política cultural”.


El diario dijo que Rojas cree que las salas de video promueven ” mucha frivolidad, mediocridad, seudocultura y banalidad, lo que se contrapone a una política que exige que lo que prime en el consumo cultural de los cubanos sea únicamente la calidad”.

”No obstante, nuestro interés no es limitar estas ofertas, sino lograr que se promuevan, repito, productos culturales de mayor calidad“, insistió.

La mayoría de las salas de video ofrecen grandes éxitos de Hollywood, como “Star Trek”, “La era del hielo” y “Guerra mundial Z”. Cobran precios bajos por la tarde y en las películas de horror de la medianoche. Las salas oficiales de cine de Cuba generalmente ofrecen películas más pretenciosas en teatros mal mantenidos. En las salas de La Habana, por ejemplo, se está exhibiendo actualmente “La llave de Sarah”, una película francesa del 2010 sobre el holocausto judío.

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El éxito de las salas privadas, con sus status legal indefinido, genera un problema a las autoridades, que tratan de mejorar las condiciones del cubano común autorizando algunas formas de iniciativa privada pero protegiendo al mismo tiempo las empresas del estado.

Las salas de cine emplean cada vez más gente y ofrecen espectáculos que compiten exitosamente con los cines estatales.

“En el gobierno están seguramente los que quieren más inversión privada y mejor servicio al consumidor y los que representan los intereses y las industrias tradicionales”, comentó Richard Feinberg, senior fellow de la Brookings Institution que estudia la iniciativa privada en Cuba.

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“Es una competencia fascinante, que determinará el futuro de Cuba”, agregó.

Algunas salas solo tienen un televisor, una consola de DVD, un puñado de anteojos de 3D y aproximadamente una docena de sillas en el garage o la sala de estar de una casa de familia. Otras, como la que visitaron Arce y Pérez, están diseñadas por profesionales.

Aixa Suárez, ex agente de compras de una empresa estatal, dijo que un televisor LG 3D de 140 centímetros (55 pulgadas) y una consola de juegos Xbox que le compró su hermano en la Florida le permiten mantener a su madre, su padre y sus hijos de 16 y nueve años.

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A los adolescentes les cobra entre uno y dos dólares, dependiendo de la hora, para que usen los videojuegos o vean una película en su casa. Esos ingresos superan los 45 dólares al mes que percibía como salario estatal. Pero más importantes que los ingresos es la sensación de independencia que tiene, indicó.

“No tengo jefe. Soy la jefa”, dijo Suárez. “No tengo un horario estricto. Para mí la mayor ventaja es esa. Eso es suficiente”.

En la sala de cina más moderna hay equipo por valor de 100 mil dólares, traído por viajeros procedentes de Canadá, donde vive el propietario del sitio, un cubano emigrado, según el administrador, quien no quiso dar más detalles ante la posibilidad de que el gobierno decrete ilegales estas actividades. Las entradas para ver películas son de cuatro dólares, que incluyen una bebida y palomitas de maíz. Los ocho empleados reciben un porcentaje de las ganancias. Se calcula que tomará tres años recuperar la inversión.

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El empleado Junior Armenteros, de 26 años, dijo que dejó la universidad cuando le faltaba un año para recibirse en tecnología de la información. No conseguía trabajos interesantes hasta que fue contratado por la sala de cine, donde discute con los otros empleados sobre temas de interés común, como las computadoras, los videojuegos y los teléfonos celulares.

“Este negocio es pionero”, comentó. “Hay otros salones de cine 3D pero sin la calidad de estos salones”.

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