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Ryland Whittington tiene seis años. Al nacer, los doctores anunciaron a sus padres que era una niña, pero cuando empezó a hablar, Ryland aseguró que los médicos -y su cuerpo- estaban equivocados. “¡Soy un niño!”, gritaba molesto a sus padres. La familia Whittington publicó este video para narrar la vida de Ryland, su hijo transgénero. A continuación el clip:
TRADUCCIÓN
A principios de 2007 nos sorprendió la noticia de que Hillary estaba embarazada con nuestro primer hijo. Nos dijeron que tendríamos una niña. Decidimos llamarla Ryland y planeamos para recibirla. Era sana, hermosa y feliz. Alrededor de su primer cumpleaños descubrimos que Ryland era sorda. Nuestros corazones se rompieron pero pronto le colocaron implantes cocleares.
Con mucho trabajo, Ryland aprendió a oír y a hablar. Creímos que habíamos superado nuestros retos más grandes pero Ryland tenía más cosas que compartir con nosotros. Tan pronto como Ryland pudo hablar, solía gritar: “¡Soy un niño!”. Comenzó a mostrar aversión a todas las cosas femeninas.
Era más fácil llamarla un marimacho. Hubo quienes nos dijeron que sólo era una fase. El problema es que las fases terminan y esto sólo se hacía más fuerte.
Ryland comenzó a exhibir grandes cantidades de vergüenza. Dijo: “Cuando la familia se muera, me cortaré el cabello para poder ser un niño”. Llorando, preguntó: “¿Por qué dios me hizo así?”. Tenía sólo cinco años pero debíamos comenzar a escucharla. Algo estaba pasando dentro de Ryland. Buscamos la ayuda de profesionales y expertos, además, investigamos tanto como pudimos. Todos llegamos a la misma conclusión: Ryland es transgénero. Aunque nació con la anatomía femenina, su cerebro se identifica con el de un niño.
A través de nuestra investigación, descubrimos una perturbadora estadística: el 41% de las personas transgénero han intentado suicidarse por la falta de aceptación social. El promedio nacional [de Estados Unidos] es de 4.6%.
No estábamos dispuestos a arriesgarnos. Por el bien de Ryland, nos recomendaron permitirle transformarse tan pronto como fuera posible. Cortamos su cabello. Comenzamos a llamarle “él”. Cambiamos su habitación.
Enviamos una carta a amigos y familia explicándoles el cambio. Perdimos algunos, pero los que realmente importan se quedaron con nosotros. Lo que hemos aprendido es que la mayoría de los niños descubren su “verdadero género” entre los tres y los cinco años de edad. La identidad de género de Ryland no fue ocasionada por nuestra forma de ser padres, la estructura de nuestra familia u otros factores ambientales.
En comparación con las terribles cosas que algunas personas deben sobrevivir con sus hijos, esto no es nada. Él está sano, es guapo y ¡EXTREMADAMENTE feliz! Decidimos ser padres sin compromisos.
¡Esta es nuestra familia y este es nuestro INCREÍBLE hijo!