Cinco siglos han pasado desde la caída de Tenochtitlan, la gran capital mexica cuya magnificencia pudimos conocer a través de códices y relatos y de cual, pudimos ser testigos presenciales apenas hace conocer sus huellas que pudimos apreciar con nuestros propios ojos apenas hace 43 años; lo que nos demuestra que aún quedan inumerables huellas por descubrir.
El punto más sagrado y clave de Tenochtitlan es precisamente, el Templo Mayor, localizado en el Centro Histórico de la Ciudad de México; muy cerca de la Catedral Metropolitana y junto al Palacio Nacional. Fue el principal centro ceremonial y político de la Gran Tenochtitlan.
El descubrimiento accidental de la diosa Coyolxauhqui, el 21 de febrero de 1978, fue la primera huella de la Gran Tenochtitlan que arqueólogos descubrieron. Reveló la ubicación exacta del sagrado edificio de los mexicas, el cual fue destruido tras la Conquista de los españoles, y cuyos restos habían permanecido ocultos durante siglos bajo los cimientos de construcciones virreinales y decimonónicas.
Testigo fiel y puerta de entrada para la civilización que fundó México, el actual Museo del Templo Mayor abrió sus puertas un 12 de octubre de 1987. Su objetivo es exhibir las piezas encontradas en las excavaciones derivadas del Proyecto Templo Mayor, y con ello complementar la visita de la Zona Arqueológica.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien fue fundador y director de 1978 a 1982 del Proyecto Templo Mayor, trató de separar dos conceptos que reflejan la ideología mexica. El Templo Mayor estaba dividido en dos: la capilla dedicada a Tláloc, dios de la lluvia, y la capilla dedicada a Huitzilopochtli, dios de la guerra.
Tenochtitlan y la zona del Templo Mayor fue solamente la capital de un imperio mayor, conocido también como el Imperio de la Triple Alianza, conformada también por Texcoco (Hoy, en el Estado de México) y Tlacopan (Tacuba, actualmente entre las alcaldías Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, en la Ciudad de México)
México-Tenochtitlan se caracterizó por sus calzadas, las cuales dieron forma y mantienen los trazos en la actual Ciudad de México. La Calzada Tepeyacac, que cruzaba de norte a sur desde el cerro del Tepeyacac hasta el islote de Nonoalco-Tlaltelolco; Tlacopan, que partía hacia el poniente hasta el Templo Mayor (siguiendo el trazo aproximado de la actual Calzada México-Tacuba); Nonoalco, que conectaba a la ciudad de Tlatelolco con tierra firme; Ixtapalapan, que partía del Templo Mayor hacia el sur y Tenayocan, que conectaba el islote de Tlaltelolco hasta Tenayocan en el norte.
4 PREGUNTAS CON
Perla Pérez Recamier Arqueóloga de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
¿Cómo podemos entender Tenochtitlan en la Ciudad de México actual?
Para empezar, Tenochtitlan se podría entender de muchas maneras. El gran tamaño que tuvo lo sabemos por los caminos y calzadas hacia el Templo Mayor, que es justo donde establecieron su capital y que es justamente nuestra actual ciudad capital.
El Templo Mayor es lo más grande y lo más explorado. Fue descubierto en 1978 por obras de la Comisión Federal de Electricidad y desde entonces se sigue trabajando. Fue en 1991 cuando Eduardo Matos asumió el proyecto de ir ampliando las excavaciones en busca de más cosas del Templo Mayor. Es muy importante mencionar que ahí surge el Proyecto de Arqueología Urbana (PAU) que, a la par del INAH, es un equipo especial que se encarga de estudiar solo la Zona Centro. Tienen asignado todos los rescates y proyectos que se abren ahí.
Aún se siguen haciendo estudios y creo que es una de las partes más importantes a destacar. Hay gente que piensa que ya se acabó todo, pero aún quedan muchos estudios, que van desde el tipo de roca de los vestigios, hasta el porque los hicieron, así como otros materiales como conchas o restos de animales.
Entonces, ¿no se conocía nada antes de 1978 del Templo Mayor?
Se le conocía por crónicas, pero realmente no sabía su ubicación. Se sospechaba que en algún lado tenía que estar, pero como que no teníamos nada referente. Esta obra fue el gran parteaguas para la arqueología nacional mexicana.
Es importante también decir que, actualmente, en el Templo Mayor ocurre un bufamiento que no podemos controlar. Debido a que se quitó peso de encima, y por el peso de los edificios aledaños, se está dando ese efecto geológico, que está lastimando mucho la zona por el tipo de suelo que tenemos. Se siguen asentando los edificios de alrededor y el Templo Mayor, sin el peso, sólo tiende a subir y se está abriendo. En nuestras búsquedas también salen esos daños colaterales.
Lugares más allá del Templo Mayor también fueron parte de Tenochtitlan. Con estos descubrimientos que aún quedan por realizarse, ¿crees que se puedan encontrar nuevas zonas?
Es muy complicado. Lo que más nos ayudaría para definir que una zona perteneció a Tenochtitlan o no serían los códices o cualquier lista que haya quedado escrita. O algún mapa escrito por los mismos tlacuilos [historiadores] mexicas. Pero aún así, hay otro problema que son las influencias. Hay sitios que no son mexicas, pero como tuvieron contacto con los mexicas, pues adoptaron influencias que se ven reflejados en su arquitectura o en actividades, como su forma de hacer cerámica. Comparando eso se puede ver qué tanta afiliación tienen con los mexicas o con otro grupo.
¿Por qué es importante que vayamos tras las huellas de Tenochtitlan?
Pues la importancia que tienen los restos es justo rememorar, tanto las huellas del pasado, como darse una idea de lo que te habla la historia. Adentrarte en ella y decir “No era un imperio pequeño. Era de tamaño grande y ve todo lo que tenían”.
Y precisamente, ante esta rememoración que se hace de la caída del imperio, podemos reflexionar que, en realidad, los españoles eran pocos. Lo que les dio ventaja fue que los mexicas ya habían hecho mucha enemistad con los muchos pueblos alrededor de ellos, a los cuales estaban sometidos y que vieron una solución en apoyar a los españoles.
Quien acabó con los mexicas fue, en gran parte, población de su mismo territorio, no de su misma filiación propiamente, pero sí del territorio. La guerra la habrán ganado los españoles, pero con muchísimos soldados -como los tlaxcaltecas- a los que fueron sumando a su paso.
5 lugares donde puedes encontrar pistas de Tenochtitlan
Por Perla Pérez Recamier
- Plaza Manuel Gamio. Justo debajo de la plaza ubicada entre la Catedral Metropolitana y la calle de Moneda, se encuentra el Cuauhxicalco, un edificio circular donde se piensa que enterraban a sus tlatoanis como Axayácatl, Tízoc y Ahuítzotl. También encontraron un árbol, que también es muy importante, porque lo encontraron in situ. Es precioso porque se siente mágico. Además, se escucha el nivel del agua que todavía corre ahí por la Ciudad de México. Te da la sensación del lugar sagrado en el que se está.
- Catedral Metropolitana. Tiene sus asentamientos, que también son parte del mismo Templo Mayor, pero de edificios aledaños. Existen ventanas arqueológicas que muestran los templos ubicados debajo de ella, entre los que destacan un gran templo mayor dedicado al dios Quetzalcóatl y un templo dedicado al dios Huitzilopochtli.
- Palacio Nacional. Aquí existen al menos tres ventanas arqueológicas, que revelan la importancia del recinto.
- Centro Cultural España. Gracias a los esfuerzos del PAU, hay edificios adaptados ya como como museos, por ejemplo el Calmecac, que se encuentra debajo de este edificio. Está super bien adaptado y tienen exhibiciones de algunas piezas que se encontraron ahí,
- Hotel Catedral. Aquí se encontró un templo de Ehécatl y un juego de pelota, así como una escalinata donde se cree que subían los jugadores. También se han rescatado ofrendas.
¿Por qué es importante conservar nuestro patrimonio?
por Veka Duncan, historiadora del arte
El patrimonio que tenemos es un testimonio muy tangible del pasado. En mi caso, que soy historiadora del arte, una parte importante de lo que estudiamos es precisamente esa cultura material que nos ha quedado de otros momentos históricos y que se nos ha legado a través del tiempo. Pero a veces puede haber un lado contrario y es la sobre patrimonización.
Tenemos que ser conscientes de que ese patrimonio que ha quedado es un testimonio o una huella que nos ha quedado del pasado y que nos permite un acercamiento a él. Muchas veces, estas cosas que vemos en la calle son casi como un documento que nosotros podemos leer y tener un acercamiento y un mejor entendimiento de los procesos históricos, sociales, políticos de otros momentos históricos. El problema es cuando esto lo llevamos a una franca exageración.
Esto es mucho más complejo en una ciudad como la Ciudad de México, que para mí, es el mejor ejemplo de una ciudad palimpsesto. Un palimpsesto es básicamente un manuscrito en el que se ha escrito una capa sobre otra. Se borra el primer texto, y sobre él se reescribe otro encima. Era una práctica para aprovechar al máximo el material en el que se hacía la escritura, porque era muy caro.
Lo interesante de las ciudades palimpsesto es un concepto que plantea el historiador alemán Karl Schlögel, en su libro “En el espacio leemos el tiempo”. Propone la importancia de estudiar el espacio y nos habla de la simultaneidades históricas que existen cuando estamos en la calle, que son la simultaneidad, la yuxtaposición y la multiplicidad. Todos son muy claros en la Ciudad de México.
Si tú te paras junto a la Catedral, ves una simultaneidad de tiempos porque estás viendo a la vez, el Templo Mayor que nos habla de un momento histórico que la cultura mexica y luego a la Catedral, que por supuesto te habla ya de otro momento histórico que es el Virreinato. A la vez, está la yuxtaposición, que es esta parte donde esos dos tiempos que estás viendo son muy contrarios, se están casi enfrentando. Y también la idea de la multiplicidad, que es, que hay una multiplicidad de tiempos, de momentos históricos que están conviviendo en un solo espacio.
Pero, ¿qué sucede cuando ese pasado se vuelve la prioridad? Creo que ahí es donde nos enfrentamos al tema más escabroso y complejo de todo esto. Rubén Gallo, un autor que ha sido muy crítico de esta postura, habla de por qué estamos buscando una ciudad de monumentos que conmemoran a los muertos y no nos estamos preocupando más bien por construir ciudades que atiendan las necesidades de los vivos.
Creo que ese es el balance o el equilibrio al que siento que todavía no hemos llegado en México. No estoy hablando de que no se debe proteger el patrimonio, porque, como decía en un principio, eso es fundamental. Pero tampoco creo que la memoria tenga que ir por encima de una realidad actual.
Si vivimos un presente que se rehúsa a desvincularse del pasado, creo que también vamos a tener muchos problemas. Porque por un lado, no estás ni haciéndole justicia ese pasado realmente, ni tampoco estás haciéndole justicia a la sociedad actual.
El reto es cómo garantizar también el derecho a la memoria. ¿Qué estrategias puedes plantear para que, a pesar de estos cambios, puedas seguir garantizando el derecho a la memoria?
Un punto es aprovechar las herramientas digitales. Yo creo que puede traer soluciones inmediatas y a largo plazo, por ejemplo: comenzar a hacer más proyectos que aprovechen la realidad virtual, la realidad aumentada o herramientas como YouTube, que te pueden ayudar a tener conciencia de que esa calle por la que tu caminas todos los días tiene algo increíble debajo de tus pies. Tiene que haber mayores estrategias para que eso sea visible y si no lo puedes hacer visible de manera física, cosas creo que los desarrollos tecnológicos pueden ser muy buenos aliados para generar esa conciencia de esta riqueza patrimonial que hay en una ciudad como la nuestra.
Pero eso cuesta. Y ahí está el detalle, como diría Cantinflas. Creo que en ese sentido tiene que haber un mayor acercamiento también al sector privado, porque las instituciones culturales desde hace mucho tiempo, eso no es de este sexenio, han sido continua y permanentemente precarizadas.
Creo que tiene que haber un mayor esfuerzo de parte tanto de las instituciones como de los privados, por querer generar esa conciencia en la gente y querer hacer proyectos en conjunto. Las iniciativas están ahí, es simplemente darles mucha mayor fuerza y darles mucha mayor visibilidad. Queremos que las instituciones hagan todo esto, pero no nos damos cuenta lo que cuesta y necesitamos que privados e instituciones trabajen en conjunto para que te pueda garantizar esa protección del patrimonio.
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